Bajo el brazo trae el historiador Juan Carlos de la Madrid «Una patria posible. Fútbol y nacionalismo en España» (Trea), una monografía sobre la relación abierta que mantienen desde hace años la patria y los goles en España, una historia nacional de dos siglos que se contempla retrospectivamente desde el 13 de mayo de 2009, en la final de la Copa del Rey, cuando el Monarca se llevó todos los pitos y ningún aplauso de las aficiones del Bilbao y del Barcelona. «La patria del fútbol es una patria posible: a partir de 2008 las camisetas son banderas, el himno se canta como nunca», dice.

En un principio el fútbol y el nacionalismo parecerían fenómenos antitéticos.

Pero no lo son. El balompié y el nacionalismo, tal cual lo entendemos ahora, surgen a la vez. Cuando las naciones más viejas de Europa empiezan a tener conciencia de ser naciones es el momento del tránsito de los folk games, que dicen los ingleses, a los deportes. Este tránsito sólo pudo darse en una sociedad industrializada en la que progresan los medios de comunicación, que son los que permiten homologar reglas. Hay que jugar a lo mismo.

A eso iba. ¿Cuándo tienen conciencia los pioneros de que lo que hacen es jugar al fútbol y no a otra cosa?

El primer club de fútbol, el Sheffield, se fundó en 1857 y el primer encuentro de selecciones nacionales fue en 1872: Escocia e Inglaterra. Cuando se redactan las reglas, la conciencia de que estamos ante una nueva cosa corre muy rápidamente, porque te puedes comparar con otros. ¿Por qué? Porque es un juego social, fácil de practicar. Los grupos sociales se organizan muy pronto en Inglaterra: a través de la iglesia, de las empresas... El Arsenal, por ejemplo, pertenecía a una empresa de armas; el Manchester United lo formaron ferroviarios... Los grupos también nacieron en los pubes. Jugaban en terrenos que tenían cerca y, en algunas ocasiones, llegaron a hacer uniformes. Todos los grupos tienen una capacidad inmediata de representar algo. De hecho, el barón de Coubertin, cuando empezó con las Olimpiadas modernas, no quería deportes de grupo, sólo quería deportes individuales. Temía que eso derivase inmediatamente en enfrentamientos entre naciones.

Insisto, ¿cómo puede ser que un deporte como el fútbol se haya convertido en adalid de la patria?

Con este libro lo que trato de hacer es volver del revés esa frase que es la quintaesencia de cualquier futbolero que se precie: el fútbol es así. Una patria posible nace para demostrar que el fútbol no es así. Todo lo que me importa sucede fuera del campo de fútbol. Me da igual que el fútbol sea aburrido o muy divertido. Lo cierto es que el fútbol tiene una virtud: es un deporte de pobres, en todos los sentidos. Es fácil de jugar, incluso físicamente. No impone limitaciones de altura, como el baloncesto, ni por peso... Si no vales para una posición, puedes servir para otra. Gran cantidad de los que se engancharon al fútbol como forofos fueron practicantes en su niñez. Hay muy poca gente que no haya dado patadas a una pelota y que no entienda las reglas básicas. Ésa es otra de sus virtudes: la sencillez para entender las reglas. Esta facilidad acrecienta muchísimo la afición.

Cuando se fijaron las reglas del fútbol había todavía estados pontificios. ¿No es raro?

Es así cronológicamente. No existía todavía Italia tal cual la conocemos. Cambia de país y lo entiendes: vete a Brasil, la superpotencia futbolística. Brasil es un país nuevo, de aluvión... su argamasa nacional la forman el fútbol, la samba y la Fórmula 1. Esto es nacionalismo.

En Estados Unidos no existen equipos de fútbol americano, son franquicias que se mudan de ciudad sin dificultad. Y la identificación con la afición se diluye.

El apego nacionalista de los Estados Unidos se vive en las Olimpiadas. Ahí es cuando se siente representado todo el país: una nación federal, muy extensa... España tiene un apego de base, pero tiene un desapego al conjunto, a la bandera, al himno, que es lo que une realmente y funciona perfectamente en los Estados Unidos. El deporte en los Estados Unidos nació con la sociedad de masas y se convirtió en una industria: son empresas, de hecho. En España hasta hace cuatro días no teníamos ligas profesionales; todavía hay clubes y no sociedades anónimas deportivas. Sí tienes la otra versión: los americanos lloran con la bandera y el himno cuando lo escuchan en un torneo olímpico. A mediados del siglo XX el nacionalismo se identifica más que nunca con el deporte. Estados Unidos y la URSS, metidos en un conflicto incruento como la guerra fría, sólo se enfrentaban en los estadios deportivos.

Los primeros equipos de fútbol españoles los fundaron los ingleses. ¿Cómo nos podemos identificar con clubes extranjeros de origen?

La componente nacionalista no se dio en Huelva, donde nació el Recreativo, porque para esto funcionaba como una colonia. Los ingleses fueron a jugar allí y punto. Lo que pasa es que el fútbol tuvo, después, más recorrido que el cricket. Los ingleses de Huelva vivían allí en su mundo, al margen de todo. No fue, además, el Recreativo de Huelva el más potente de los clubes de fútbol en España. El fútbol llegó a España por los puertos, se asentó en las ciudades industriales. Arraigó en Madrid, en Barcelona y en Bilbao. ¿Por qué en estas ciudades? Porque se creó un mercado consumidor que podía invertir una parte de su jornal en una entrada de fútbol. Posteriormente, el deporte se convierte en un espectáculo y luego llegó el tiempo del profesionalismo. En 1904 se funda la FIFA y en ese mismo año se elabora en España la ley del Descanso Dominical, que será el cimiento del ocio moderno de la sociedad de consumo en España.

No había ni televisión, ni radio...

No había ni tren. Hasta 1928 no hay Liga. El primer torneo estable fue la Copa del Rey, de 1902, para celebrar los fastos de Alfonso XIII... Si tú ves el mapa del fútbol encontrarás ciudades y puertas. No busques los campos castellanos, porque allí no había campos de juego. Como te decía, el fútbol nace a la vez que las primeras ideologías nacionalistas periféricas. El fútbol es un deporte regionalizado porque no había ni mercado, ni dinero, ni nada para hacer un campeonato nacional; se tarda casi treinta años en conseguirlo. La Federación de Fútbol nace en 1909 y no tiene un poder efectivo hasta diez o quince años después.

¿Cuándo empezaron a demostrar los vascos que eran más vascos animando a una selección vasca?

En 1919 el Athletic de Bilbao decide que sólo los vascos pueden jugar en su equipo. Y esto es así porque tiene otras implicaciones. Sin estas implicaciones les hubiera dado igual que sus jugadores fueran vascos o no. Empezaron a jugar contra ingleses y entrenados por ingleses. En Cataluña hay un hecho muy simbólico: en 1925, en plena dictadura de Primo de Rivera, se pita por primera vez contra el himno de España. Fue en el campo de Les Corts, el primero del Barcelona. Los vascos y los catalanes sabían que el fútbol era más que fútbol antes de que éste se profesionalizase.

¿En qué se diferencia la pitada contra el Rey de Mestalla en 2009 con la que sufrió en la Casa de Juntas de Guernica de 1981?

Se diferencia en dos o tres décadas. También se diferencia en los que pitaban. Los de Guernica fueron unos pocos, los de Mestalla, muchos y de todo pelaje. El tiempo había pasado a favor de los que pitaban: la causa creció. Cuando pitaron en Guernica se produjo un escándalo, cuando lo hicieron en Mestalla ya era normal.

La pitada de Mestalla es una pitada fundacional: a partir de ahí decae el Rey.

En aquella pitada entraron muchas cosas. El libro es un estudio sobre fútbol y nacionalismo, pero también es una historia de España en los siglos XIX y XX. Todo esto es el camino previo para comprender el presente. Tú estás llegando al presente. Se empezó a dejar de negar la crisis, la gente estaba cabreada... Tener a 80.000 personas reunidas en un campo da para mucho. Aquella pitada estaba organizada. Hoy sabemos que se habían comprado los pitos. Se utilizó todo esto para hacer correr una causa que ya iba muy enfilada. No eran los tiempos de la Transición dubitativos. El cuarto poder había dejado de proteger al Rey: habían abierto la veda. Y no hablo de elefantes. Aquella pitada tuvo un eco que antes no hubiera tenido. TVE intentó que no lo tuviera y le salió el tiro por la culata.

Para mí que el patriotismo deportivo sólo sirve para salir en la televisión.

La televisión es uno de los pilares de este libro. Antes se hacía patria, ahora lo que se hace son audiencias. Lo que pega en la televisión es lo importante. Todos quieren que la Marcha Real sea un himno porque, precisamente, no lo es. Un himno por definición tiene letra. La Marcha Real resume un poco la historia de España. Era una marcha del Rey. Hasta las Cortes de Cádiz España no era de los españoles, era del Rey. La diferencia entre el comienzo del siglo XIX y el final es tan grande precisamente por eso. Cuando se perdieron todas las colonias americanas no pasó nada en el país: las había perdido el Rey. Cuando se perdieron Cuba y Filipinas las perdieron todos los españoles. La Marcha Real honraba al Rey, ya te digo. Como el Rey era el dueño de España, la Marcha lo era también de España... Para mí tiene su gracia: es como un sello con defecto. No lo tiene nadie más que nosotros. La raíz histórica explica bastantes cosas, es menos televisivo que otros himnos -por eso tantos le han querido poner letras-. ¿Sabes que tiene de bueno? Que se lo aprenden en seguida los españoles. Por lo menos lo tararean.

¿El nacionalismo español es defectuoso?

No. El problema de España es que sólo hay un Estado para varias naciones: hay una nación Estado -España- y otras naciones sin Estado, por lo menos eso es lo que entienden vascos y catalanes. En 2008 España empieza a ganarlo todo: las camisetas son banderas, las banderas cuelgan de los balcones, el himno se canta como nunca se ha cantado... La patria sale a la calle. La patria del fútbol es una patria posible. Por el resto de símbolos todo el mundo se pelea: no hay acuerdo ni para poner letra al himno, ni para los colores de la bandera. La patria del fútbol es posible, ahora bien, si se va con cuidado.