Dictó usted recientemente la conferencia de Romero a Francisco, y los pobres de Cristo. ¿Qué es lo que va de Óscar Romero [arzobispo de San Salvador asesinado tras denunciar las injusticias de su pueblo] a Bergoglio?

Lo que tienen ambos en común es la sintonía evangélica con el mundo de hoy. Una mirada al mundo desde los ojos del Evangelio que en Romero supuso su asesinato en El Salvador, y en Francisco, con un magisterio más amplio, supone lo contrario a una mirada puramente ejercida desde el poder religioso, que es la que tiene muchas veces la Iglesia oficial, como si se creyera la voz de Dios y fuera mucho más la de un juez que de un hermano. Y en el tiempo que va entre ambos se ha dado lo que el teólogo Karl Rahner llamó un invierno eclesial, es decir, que después del Concilio Vaticano II, por miedo o por la imprudencia de un lado, vino la reacción de la curia, que se supone la tenía más o menos pensada. Habíamos metido el Concilio en el congelador y a ver si ahora lo sacamos y lo ponemos al baño María para que vuelva.

¿Acaba de pedir al Papa que la Iglesia enajene bienes de culto para dárselo a los pobres?

En esa carta no hago nada más que citar unas frases de Juan Pablo II cuando dijo que en tiempos de crisis es quizás obligatorio que la Iglesia piense en cómo los objetos del culto divino pueden servir a los pobres. Lo único que digo es que, si se hace así, se dará más culto a Dios desprendiéndose de esos bienes en favor de los pobres que teniéndolos metidos donde sea.

Con la tradición en la mano, ¿se puede ser crítico respecto a la Iglesia del presente?

Se debe ser porque es evidente que la Iglesia se equivocó muchas veces, lo que pasa es que tal vez esos errores se pueden contextualizar y decir que en su tiempo no fue un error tan grande. Pero lo terrible es que cuando una medida discutible se acepta luego se la quiera convertir en palabra de Dios. Pongo el ejemplo de los Estados Pontificios. No sé si entre Carlomagno y el Papa Adriano I estuvo bien o mal darle un poder político a la Iglesia.Lo que no entiendo es que diez siglos después, cuando Italia se quiere unificar, Pío IX diga que los Estados Pontificios no son suyos, sino de Dios, y que por ello no puede cederlos.

¿En sus críticas a la Iglesia o en sus escritos ha recibido alguna censura de la Santa Sede?

Sí he tenido alguna, pero no ha llegado la sangre al río. Y en parte también porque mis superiores jesuitas se han portado muy bien conmigo, incluso en la curia generalde la Compañía en Roma.

Apelando también a la tradición, varios cardenales se han manifestado contra la solución propuesta por el cardenal Kasper para los divorciados vueltos a casar y que consiste en darles una segunda oportunidad para que puedan acceder al sacramento de la confesión y de la eucaristía. ¿De qué parte está usted?

Dicho así es como preguntar si uno es del Barça o del Madrid, pero comparto la visión de Kasper, y los que se han manifestado en contra son tres o cuatro cardenales, que tampoco son muchos. En cuanto a que esos cardenales apelen a la tradición frente a la idea de Kasper está muy bien, pero ya en los Evangelios se nota que la misma tradición de Jesús tiene aplicaciolnes y excepciones. Por ejemplo, en la cláusula que pone San Mateo, cuando dice que es adúltero quien repudia a su mujer, salvo en caso de porneía. Ésta es una palabra que se puede traducir por «prostitución o por unión ilegal». Pero, además de ser difícil su traducción, es casi seguro que esa salvedad no la dijo Jesús, sino que la introdujo el autor del Evangelio para aplicar a su tiempo las palabras del maestro.

Usted ha dicho que al Papa Francisco lo rodean «los fariseos y los herodianos».

Fariseos y herodianos es una expresión del Evangelio de San Marcos que narra el hecho de que hubo una conducta de Jesús que molestó y a partir de ahí fariseos y herodianos se pusieron de acuerdo para acabar con él. Tomé esa expresión porque los fariseos y herodianos no se podían ver, pero a la hora de tener un enemigo común resultó que se sintieron unidos. No sé quiénes son hoy los fariseos y los herodianos, si la CIA, si el KGB, si la mafia, si la curia romana... No lo sé, pero sí parece que hay algo que está creando una resistencia a Francisco.