Usted empezó como A&R (artistas y repertorios) en Virgin en 1991, cuando fichó a The Verb. ¿Internet les facilita las cosas o los A&R siguen alternando de club en club cada noche en busca de nuevas estrellas?

El trabajo es muy diferente ahora. Yo entonces era un chico muy joven y empleaba la mayor parte de mi tiempo en la carretera, yendo de bar en bar para escuchar a los grupos o bien las casetes que me enviaban. Lo que nos diferencia de entonces es que ahora podemos conocer mejor e inmediatamente cómo reacciona la audiencia joven ante una determinada canción o artista. Es muy excitante esa ventaja que tenemos ahora, tanto las discográficas como los artistas. Aún así, aunque puedas conocer esa respuesta en tu propio despacho a través de Internet, todavía es necesario ir a los clubes para comprobar in situ la reacción de la gente, incluso la tuya propia, ante los artistas cuando actúan en vivo.

No todos los días se ficha a un grupo como Coldplay. ¿Qué vio en ellos?

Siempre buscas un artista que escriba buenas canciones, que sea buen músico, capaz de conectar con la audiencia... Buscas muchas cosas a la vez, no solo una. Y eso es lo que tenía Coldplay: buenas canciones escritas, buena banda, sonaban distinto, eran temas muy emotivos. La primera vez que los vi tocar había unas cuatro personas en la sala, pero actuaban como si estuvieran ante 4.000. Chris Martin [vocalista de la banda] enganchaba con la audiencia, era muy comunicativo, como ahora en los estadios.

Aunque es presidente de Parlophone aún acude a los estudios y se involucra en las grabaciones. ¿Por qué? ¿Qué aporta? ¿Va porque no se fía de los músicos o porque le gusta ese ambiente?

Mi rol en el estudio depende de si es un artista nuevo o ya establecido. Puedo darles consejos, advertencias, guiarles, unos necesitan más, otros menos. Voy a los estudios porque amo la música y el proceso creativo. No hay nada más excitante que escuchar una canción en el momento en que está siendo creada. Me encanta el proceso creativo, ver a los músicos escribir, originar algo de la nada, ver cómo una pequeña idea llega a convertirse en una canción que tararea todo el mundo. He de reconocer que no soy capaz de quedarme sentado en mi oficina haciendo presupuestos u otras tareas burocráticas. Me metí en esta industria porque me gusta estar rodeado de gente creativa.

Relanzó en 1999 la carrera de Kylie Minogue. ¿Cómo?

Por entonces no tenía sello discográfico y su último disco (´Impossible Princess´) realmente no emocionó a nadie. Aún mantenía un montón de fans que la idolatraban, que esperaban que volviera con un buen disco. Cuando me senté con ella para hablar del contrato, me preocupaba que quisiera continuar con una línea alternativa de pop, ya que en Parlophone teníamos grupos como Radiohead y acababa de colaborar con Manic Street Preachers. Le dije que haríamos un disco pop. Y Kylie, encantada. Era lo que estaban esperando. Muchas veces es cuestión de sincronización, de dar con el producto idóneo en el momento adecuado. Y de suerte.

¿Con qué artista tiene más amistad o se compenetra mejor?

Siento que realmente muchos son mis amigos. Cuando gastas tres, cinco, diez años trabajando con una banda, cuando viajas con ellos alrededor del mundo, cuando tienes con ellos montones de experiencias, cuando ves que se casan y tienen hijos, llegan a ser gente muy cercana a ti. Aunque esto sea un negocio, mantengo una buena relación con los artistas, se convierten en mis amigos.

¿El negocio de las discográficas sigue siendo vender discos o cedés?

Eso se acabó. El negocio ha cambiado mucho en los últimos diez años. Para los sellos es ahora algo más que vender discos. Ahora, las discográficas tienen que abrir más su negocio, cambiar la manera de verlo. Quizás se deberían llevar un pedacito de los ingresos que generan las actuaciones en vivo. El streaming está ganando más terreno que nunca. Pienso que lo veremos expandirse más que nunca en los próximos dos o tres años.