Situada a unos 1.500 años luz, la nebulosa de la Medusa, en la constelación de Géminis, ofrece a los astrónomos una oportunidad para intuir cómo será la muerte de nuestro Sistema Solar.

La nebulosa de la Medusa recibe su nombre de la terrible criatura mitológica griega, la Gorgona Medusa, que tenía serpientes en lugar de cabellos y que mataba únicamente con su mirada. A serpientes asemejan los filamentos de gas brillante, debidos a la presencia de hidrógeno y oxígeno, principalmente. El hidrógeno emite una luz rojiza frente a la más verdosa del oxígeno. La masa de gas se extiende a lo largo de unos cuatro años luz de distancia.

La estampa constituye un instante en el proceso de evolución que sufren las estrellas como nuestro Sol antes de convertirse en enanas blancas. Para entonces, cualquier rastro de vida sobre los planetas de la estrella habría sido ya aniquilado.

Las estrellas que llegan a convertirse en gigantes rojas expulsan el gas de sus capas exteriores con violencia, formando chorros y pulsaciones como las que pueden apreciarse en la imagen tomada a través del VLT (Very Large Telescope) en Chile. Tras la expulsión del gas, permanece un núcleo mucho más pequeño de la estrella, que se convierte en una enana blanca.

La nube de gas permanece rodeando a la estrella que agoniza durante decenas de miles de años, pero en la etapa última se dispersa hasta diluirse en el vacío interestelar. Se trata de un proceso que apenas dura unos miles de años. Sería el tiempo equivalente al que tarda un niño en soplar una pompa de jabón y observarla alejarse si se compara la vida de una estrella con una vida humana.

Pese a la dramática belleza de esa muerte estelar, las nebulosas plantearias (denominadas así porque en las primeras observaciones del cielo se parecían a los planetas observados en el sistema solar) suponen esperanza para nuevos sistemas solares. Devuelven al medio interestelar elementos pesados que se han ido formando en el interior de las estrellas, como carbono u oxígeno.

La intensa radiación ultravioleta que emite el núcleo de la estrella moribunda causa que el gas emitido se ionice, perdiendo sus electrones. El color verdoso se debe al oxígeno pero sólo se emite cuando este elemento se encuentra en estado ionizado. La longitud de onda de emisión es tan singular que cuando fue detectada por primera vez por los astrofísicos creyeron que se debía a un nuevo elemento al que llegaron a denominar "nebulium".

Nuestro Sol se encuentra actualmente en aproximadamente la mitad de su vida estelar. Dentro de unos 5.000 millones de años se convertirá en una gigante roja para posteriormente transformarse en una enana blanca con un proceso similar al que ahora se observa en la nebulosa planetaria de la Medusa