Se da por hecho que en la carrera judicial la igualdad se aplica sin dudas ni resquicios. ¿Por qué existe la Asociación de Juezas?

El primer motivo por el que impulsamos su constitución fue porque nos integramos en un proyecto internacional contra las agresiones. Piense que la violencia de género es un mal endémico. Pero, además, la carrera judicial dispone de su propio techo de cristal y eso se puede constatar con las estadísticas, que muestran las dificultades para que una mujer pueda ascender a puestos gubernativos y jurisdiccionales.

De ahí sus duras críticas en la apertura del año judicial.

Es un insulto a la carrera judicial que en la fotografía oficial no aparezca ni una sola mujer siendo una carrera mayoritariamente femenina. Ahí se invisibiliza a las mujeres y de una manera simbólica se niega su aportación.

Pero ustedes tienen hombres asociados.

Sí, porque no somos una asociación profesional, sino que somos transversales y defendemos los derechos humanos de mujeres y menores con independencia de la profesión que realicen o donde estén.

Como jueza, cuando sabe que han matado a una mujer que había pedido protección y se le denegó o no se la atendió debidamente, ¿qué piensa?

El sistema se tiene que revisar y abordar una formación en profundidad de todos los operadores que participan, desde los agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad hasta los jueces. La fragilidad del sistema es evidente. La mitad de las víctimas había denunciado. Es obvio que el sistema falla y hay que encontrar dónde están los errores para que si no se pueden evitar, al menos se puedan minimizar.

Pero hay decisiones judiciales que son tremendas y que tienen consecuencias muy graves.

Los jueces nos equivocamos, pero sólo con formación minimizaremos ese margen de error. Abordar la violencia machista debe ser una labor multidisciplinaria. El machismo está perfectamente instalado en la sociedad y los niños lo respiran desde que nacen. Impedir que haya un maltratador sólo se puede conseguir a través de la educación y la formación.

¿Hay más agresiones machistas ahora o es que se conocen más casos?

Las víctimas ahora se acercan más a la justicia, pero también puede ser que se haya incrementado el número de casos. Quizás son las dos cosas, porque los contextos difíciles y complejos, como los que provocan las crisis económicas, sacan lo peor de las personas. Hacen que afloren sus frustraciones y que reaccionen a veces de manera muy violenta. Por eso es muy importante sensibilizar a la sociedad y realizar campañas como las que se hacen para los conductores. Una fórmula sería la de incluir en el currículum profesional los cuidados familiares. Eso ayudaría no sólo a sensibilizar, sino a humanizar las profesiones y los trabajos.

¿Quiere decir en las solicitudes de trabajo?

Sí. Y que se tenga en cuenta que una persona que se ha dedicado o se dedica al cuidado de la familia tiene unas condiciones y unas características especiales. Sabe reaccionar ante una situación imprevista, entiende determinadas dificultades y sabe afrontarlas desde una perspectiva más humanizada. Eso es un valor. ¿Sabe por qué el trabajo de empleada del hogar está tan infravalorado? Porque reproduce el trabajo familiar. Si se le supiera dar el valor que tiene por lo necesario que es, tendría el reconocimiento y el prestigio social que merece y el hombre participaría. La imposición no funciona.

Las estadísticas indican un aumento de la violencia machista entre los jóvenes.

Yo creo que las nuevas tecnologías y los múltiples canales de información que hay sin control acaban por normalizar situaciones que no lo son. Cuando ellos les dicen a ellas la ropa que se tienen que poner o no, les controlan el wasap, los amigos que tienen... eso suele acabar en un tortazo. Los jóvenes tienen estereotipos que están impregnados de machismo pero que se ven como normalizados. Ahora estoy estudiando la violencia sexual en los conflictos bélicos. ¿Sabe que ya aparece en textos antiguos, como en los de Homero, y en pasajes bíblicos? Pero nunca se hicieron estadísticas hasta 1998, cuando hubo una sentencia por los crímenes en Yugoslavia. Nada es nuevo.