¿Cuál es la situación actual de la juventud en España?

Tiene una situación realmente difícil. Lo que debería ser un derecho a la vivienda se está convirtiendo en un privilegio. Menos del 20% de la juventud se ha podido ir del domicilio familiar, lo que tiene que ver con el precio del alquiler, que es la opción mayoritaria de los jóvenes para emanciparse; pero, sobre todo, tiene que ver con la mala calidad del empleo.

Pero desde las administraciones se asegura que no se deja de crear empleo.

Es cierto que se está creando empleo, siempre y cuando llamemos empleo a cualquier cosa. Estamos batiendo récords de temporalidad desde que hay datos, más de la mitad de los jóvenes trabajan en este régimen y un 90% de los nuevos contratos son temporales, lo que nos habla también de una rotación muy importante de los jóvenes que no consiguen salir de la precariedad, sino que van rotando de empleo precario en empleo precario. Además se está dando un empobrecimiento generalizado de la juventud. Antes de la crisis hablábamos de la precariedad de los mileuristas y ahora estamos hablando de un salario medio de 800 euros, por lo que el mileurismo se está convirtiendo casi en un objetivo que muchos aspiran a conseguir.

¿A qué se puede deber este cambio?

Al impacto brutal de la crisis en las personas jóvenes. Ahora mismo somos ya el colectivo de edad con más riesgo de exclusión social y pobreza. Se nos está impidiendo tener un estilo de vida propio, y eso lo implica todo. Desde la imposibilidad de irte de casa hasta tener que trabajar en un empleo que no es acorde con tu formación. De hecho, más de la mitad de las personas jóvenes que trabajan están sobrecualificadas. Al final, en este escenario de falta de oportunidades se obliga a las personas jóvenes a emigrar.

Se está volviendo al pasado, a la necesidad de ir a buscar fuera lo que no encontramos aquí.

Sí, y además se está detectando un patrón muy claro. De las zonas rurales y las comunidades autónomas más empobrecidas se emigra a las ciudades o zonas más ricas, como sucedía en el pasado, y de allí se da el salto al exterior.

¿Qué conlleva todo esto?

Hemos subido a la juventud a un coche al que le hemos quitado el volante. Estamos alimentando la incertidumbre, la precariedad, que hace que una persona joven no pueda decidir su vida, no pueda irse de casa porque no sabe si en tres meses o un año va a estar trabajando, lo que hace que no pueda meterse en una hipoteca a veinte años ni pueda plantearse tener un alquiler cuando te piden un contrato indefinido. Necesitamos un giro de 180 grados en las políticas de vivienda y de empleo.

¿Qué propone en este sentido el Consejo de la Juventud de España?

De un parte, la subida del salario mínimo hasta los mil euros, no porque nos parezca bien a nosotros, sino porque es de obligado cumplimiento según la Carta Social Europea, y, además, que se fomente de verdad el alquiler, que se deje de apostar por esta política especulativa que fomenta la compra de vivienda y que tanto daño ha hecho a este país y tantos desahucios ha provocado. El derecho a la vivienda es la calderilla de los presupuestos del Estado, no es una prioridad.

¿Se está dando la espalda a la juventud desde las instituciones?

El Estado no está invirtiendo en juventud. En Europa, sólo Grecia ha invertido más de diez veces en pensiones que en políticas de infancia, familia, educación y juventud juntas. Pues, bien, España ha invertido 35 veces más entre 1985 y el año 2000. Tenemos un Estado familista que se desentiende de un montón de necesidades de los jóvenes, y esa carga recae en la familia, que se hace cargo de la educación, el mantenimiento y la vivienda, lo que hace que se perpetúen las desigualdades sociales.

Todo ello puede desembocar en un gran impacto en la demografía del país.

Claro. ¿Cómo vas a rejuvenecer un país si se les impide a las mujeres ser madres? Una mujer joven que quiere ser madre no puede, los primeros hijos se tienen a partir de los 30 años. Hay una brecha alarmante en España, ya que somos de los países de Europa con mayor diferencia entre los hijos que las mujeres tienen y los que realmente querrían tener. La precariedad o el retraso de la emancipación influyen negativamente. La juventud es una cuestión central de país, y si no se ataja se va a llegar a una situación de colapso.

Un estudio recientemente publicado por Educa 2020 asegura que uno de cada tres adolescentes españoles anhela ser funcionario. ¿A qué se debe?

El empleo público es uno de los últimos reductos, después de las sucesivas reformas laborales, en el que una persona joven tiene un mínimo de estabilidad. Lo que tradicionalmente hemos entendido como la transición a la vida adulta necesita de ese mínimo de estabilidad. La generación de nuestros padres tenía uno o dos empleos precarios antes de encontrar uno fijo. Es natural que una persona joven quiera tener una seguridad a tres meses vista, por eso recurren al empleo público; mejor eso que tener que emigrar sin saber qué depara el futuro.

¿Está preparada esta juventud para ser el futuro del país?

Tenemos una juventud por encima de las posibilidades del modelo productivo del país. En los noventa había un equilibrio entre los titulados superiores y los puestos de estas características. Hoy en día eso ha cambiado por completo, tenemos un modelo productivo de baja calidad, de bajo valor añadido, donde el peso de la hostelería y los servicios es tremendo, mientras que no hay modelos de investigación o innovación punteros capaces de absorber a esa juventud cualificada que se siente frustrada porque ha hecho lo que se le pedía, ha estudiado, se ha ido fuera a aprender idiomas, ha hecho un máster, ha cumplido su parte del trato, pero el país no ha creado oportunidades suficientes para asegurarles una vida digna.

¿Cuáles son las demandas de la juventud para subsanar esta situación?

El estado de bienestar tiene que hacerse cargo de derechos fundamentales como la vivienda, ha de empezar a trabajarse por un alquiler social de verdad, porque tenemos uno de los parques públicos de vivienda más bajos de Europa, apenas del 1%. En cuanto al trabajo, se ha de acabar con los falsos becarios y los falsos autónomos. Los jóvenes somos el conejillo de Indias de las nuevas formas de precariedad, y eso provoca indefensión. Hay que acabar con la sustitución de puestos de trabajo por becas curriculares de formación.

¿Hacia dónde va el futuro?

La tendencia es a peor. Se baten récords de temporalidad, de pobreza, de retraso de la emancipación, pero creemos que estamos a tiempo de revertir esta situación, que hay medidas y pactos necesarios que creemos que es posible hacer entre los partidos políticos. No es un problema solo de jóvenes. Una juventud pobre conlleva un país pobre, ya que somos nosotros con nuestro trabajo y nuestros impuestos los que tenemos que sostener el estado de bienestar, y con salarios de 800 euros no se sostienen pensiones de 1.200. Vamos a un escenario en el que este modelo es insostenible.