Las especiales condiciones que hicieron posible la vida en la Tierra dependen de un conjunto complejo de equilibrios. Hoy, la humanidad explora en el espacio la posibilidad de hallar un planeta con un entorno semejante, una hipótesis que la imaginación ha alimentado durante años, pero que aún no tiene respuesta.

Para la vida en la Tierra, el Sol resulta esencial. Más allá de las razones científicas, la importancia de esta estrella como símbolo de vida está ampliamente extendida en la cultura popular. Pero, a veces, tenemos mucho menos en cuenta la influencia fundamental de la Luna.

El satélite de la Tierra no es un elemento inocuo que gira alrededor del planeta y cuyo variable perfil brillante vemos sobre todo en la noches, reflejando la luz que recibe del Sol. La Luna explica muchos de los fenómenos que ocurren sobre la Tierra y, si no existiese, las condiciones sobre el planeta azul cambiarían radicalmente.

Pero, ¿cómo cambiaría la Tierra si no existiese la luna?

No habría estaciones como las conocemos hoy

La Tierra, además de orbitar alrededor del Sol, gira sobre su propio eje con una inclinación de unos 23 grados. Esa desviación es la que hace posible las estaciones tal como las conocemos, ya que en función de la posición del planeta respecto al Sol, los rayos inciden de manera más o menos vertical sobre cada una de las áreas de su superficie. Pero quien garantiza ese particular equilibrio es la Luna, gracias a su fuerza de gravedad. Sin esta, la inclinación del planeta variaría de forma imprevisible. El resultado sería un caos climático de consecuencias devastadoras, con extinciones masivas de plantas y animales.

No habría mareas como ahora

Las mareas se generan sobre todo también por la fuerza de la gravedad de la Luna y, aunque en las orillas del Mediterráneo no siempre son reconocibles, sí que son mucho más evidentes en el Atlántico o el Cantábrico. Y de ellas no dependen sólo algunos sectores económicos relacionados con la pesca, el marisqueo o el turismo, sino que son claves en la vida sobre la Tierra. Las mareas resultan fundamentales en las corrientes marítimas y la actividad de los océanos y su desaparición ocasionaría cambios radicales sobre una fauna y una flora que se ha desarrollado en función de esas oscilaciones. Lo que quedaría serían unas mareas más débiles, causadas ya solo por la fuerza gravitatoria del Sol, más tenue.

Los días tendrían 8 horas y no 24

Además, la ausencia del efecto gravitatorio sobre la Tierra cambiaría radicalmente el ritmo de rotación del planeta, de forma que los días ya no durarían 24 horas, sino solo unas 8. Así, cada año tendría 1.095 días. Esa velocidad de rotación tan alta redundaría también en cabios radicales sobre la superficie, ya que se generarían, por ejemplo, vientos mucho más potentes.

Las noches serían más oscuras

Acostumbrados como estamos a la iluminación artificial de nuestros pueblos y ciudades, apenas reparamos en la potencia lumínica de la Luna durante la noche. Pero la luz del sol que es capaz de reflejar nuestro satélite ilumina de forma suficientemente potente como para que una parte de la vida puede desarrollarse también de noche. Si éstas fuesen completamente oscuras, o iluminadas solo por las estrellas, muchas especies animales y vegetales podrían no adaptarse.

Adiós a los eclipses

Si desapareciese la Luna, ya no veríamos más eclipses solares y lunares, un fenómeno poco usual pero que periódicamente sigue repitiéndose, despertando siempre la expectación de los humanos.

Una referencia menos para los mitos humanos

La imaginación humana y el arte, desde la literatura al cine, han otorgado a lo largo de la historia un lugar preferente a la Luna. Religiones, mitos, novelas, poemas, canciones, supersticiones o todas las costumbres asociadas al calendario lunar… El satélite está presente en multitud de creaciones intelectuales de la humanidad que ya no tendrían sentido.

Más lejos del reto espacial

Los avances tecnológicos ya plantean nuevos retos y oportunidades empresariales en el espacio. Los últimos han sido los que prevén a medio plazo viajes para turistas espaciales, como los que persiguen Virgin Galactic, la empresa de Richard Branson, o Blue Origin, la compañía creada por Jeff Bezos. Sin la Luna, más allá de un periplo por el espacio, el reto se alejaría hasta el entorno de Marte.