Lo que sigue es un ejemplo de una jornada de trabajo frenética para un directivo moderno. Empieza así: después de hacer un «checking» al «mail» se reúne con su equipo para hacer un «brainstorming», repasa algún «briefing». Luego participará en alguna jornada sobre el «branding» que ofrece algún «coach», en la que es obligatorio hacer un «coffee break» con otros CEO para intercambiar opiniones sobre el mundo de las «start up». Y como está empezando en esto de los negocios, para rematar la tarde se ha apuntado a una sesión de «mentoring». Un día complicado. Sobre todo, si no se sabe inglés.

Si se ha perdido, tranquilo. Puede que muchas palabras le suenen a chino. Al principio, entrar en la jerga cuesta y el lenguaje económico y, por extensión el empresarial, está cada vez más salpicado por estos anglicismos. El académico de la RAE Salvador Gutiérrez Ordóñez explica que esto ocurre porque la economía desde siempre bebe mucho del idioma de Shakespeare. «Es muy común el uso de esos términos porque, al final, los economistas utilizan jerga común con ingleses o alemanes y esto les facilita la comunicación», apunta. También hace autocrítica y asegura que en muchas ocasiones «hay bastante lentitud a la hora de adoptar nuevos términos al español». Y eso que, en la RAE, donde este asturiano ocupa el sillón «S», y en la Fundéu tienen un departamento para tratar de agilizar esas convalidaciones. Aun así, hay un cuello de botella importante que impide que el castellano crezca.

Aunque hay ocasiones que la traducción es bien sencilla. Por ejemplo, «networking» puede sustituirse fácilmente por trabajo en red; «mentoring» por asesoramiento, o, más fácil aún «coffee break» por pausa para café. Pero el caso es que esos términos se han ido imbricado en el lenguaje de muchas compañías o asociaciones empresariales, especialmente de las más jóvenes, que en sus programas para anunciar jornadas o eventos incluyen de forma habitual estas palabras. Casi siempre sin una traducción al castellano.

Antonio Jiménez-Muñoz, profesor del departamento de Inglés de la Universidad de Oviedo, tiene una explicación para este fenómeno. «Como las empresas son cada vez más internacionales el vocabulario va virando hacia el inglés», señala. Es decir, que la vocación de abrirse al mundo de muchas compañías hace que acaben importando muchos términos del lenguaje que van aprendiendo.

El docente asegura que «la creciente concentración empresarial y de capitales, la internacionalización de las empresas y la globalización de los mercados hace que se usen o adopten términos del inglés con mucha más facilidad». Hay varios motivos que pueden explicar estas causas. «Bien porque el origen cultural de la palabra está en el mundo anglosajón», señala. Es el caso de términos como «coworking» que se puede traducir como trabajo en equipo y que es muy utilizada, por ejemplo, en los viveros de empresas. También puede influir, añade Jiménez-Muñoz, que la traducción sea más larga. Ocurre con el término «email», que cuando se pasa al castellano acaba convirtiéndose en correo electrónico.

Otro factor es que la traducción sea compleja y sea más comprensible en inglés (para quienes conozcan el idioma) que cuando se intentan buscar las palabras adecuadas para pasarla a castellano. El profesor de la Universidad de Oviedo asegura que esto sucede con términos como «know-how» y que algunos diccionarios traducen como el conocimiento técnico o administrativo que es imprescindible para llevar a cabo un proceso comercial. Pero, al fin y al cabo, señala, «todo esto ocurre porque leemos e investigamos en inglés, por una cuestión de atractivo o de connotación, porque ‘leverage’ suena mejor que apalancamiento o ‘soft skills’ mejor que habilidades blandas».

Eso sí, hay otro tipo de razones muy diferentes, pero también poderosas y frecuentes. Lo ilustra el propio Jiménez-Muñoz: «Ahora bien, por qué en una tienda de barrio hay ‘sales’ y no rebajas es una cuestión de puro esnobismo». Siguiendo esa explicación hay quien asegura que se valora más a una persona que mete este tipo de términos en sus conversaciones que a otra que no lo hace aunque esta última esté más preparada.

Salvador Gutiérrez apunta también las miras hacia otro objetivo. A su entender, las agencias de publicidad también tienen un papel fundamental a la hora de popularizar y difundir estos anglicismos. Muchas veces se utilizan por una mera cuestión de moda o de bravuconería, señala el académico asturiano. «Lo que habría que tender es a utilizar el término en español cuando fuera posible. Pero introducir términos extranjeros al lenguaje está bien en el caso de que no los hubiera», recomienda.

El dominio del inglés no se queda sólo en el ámbito económico. Ni mucho menos. Y que en el lenguaje popular acabe imponiéndose un término en inglés o el español no es una cuestión científica. Cuenta el académico que, por ejemplo, en el caso del fútbol trató de introducirse la palabra castellana balompié. Pero no cuajó. En cambio, con otro término deportivo ocurrió todo lo contrario. Baloncesto acabó imponiéndose sobre «basket».