Tras dos novelas con personajes contemporáneos, con su nuevo libro viaja al siglo XVIII. ¿Por qué?

Porque es un momento histórico muy importante para la mujer, no es incluida en el contrato social de Rosseau, se da cuenta de que no es considerada un ser humano igual al hombre, y decide empezar a hablar por ella misma. Son los inicios del movimiento feminista. Y desde el lado romántico, me apetecía tener esa novela de aventuras con las que soñaba cuando era adolescente. Leía Los Tres Mosqueteros o Sherlock Holmes y no veía a esa heroína capaz de lanzar aventuras. Todo era para el hombre.

¿Le da respeto meterse en la ciudad sobre la que escribieron Lord Byron o Thomas Mann?

Me he enfrentado a eso con mucho respeto y humildad y sabiendo que es mi Venecia. Pocos han descrito la Venecia de las mujeres ilustradas, donde existía esa libertad al mismo tiempo que la censura para que las mujeres recibieran educación o dirigieran periódicos o influenciaran desde los conventos.

Escribe sobre feministas en el siglo XVIII pero es el XXI el que dicen que será el de la revolución feminista. ¿No va todo muy lento?

Hay que superar muchas creencias y eliminar mucho ruido. Aún se compara al feminismo con el machismo, se dice que las mujeres quieren acabar con el hombre... Hasta que no nos reeduquemos y veamos el feminismo como la entrada a una sociedad más igualitaria, rica y diversa, seguirá quedando mucho.

En la novela incluye a un personaje real, Mary Wollstonecraft, que dijo aquello de: «Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas». Aún hoy hay muchos, y muchas, que no entienden eso.

Ella escribió el primer texto de vindicación de la mujer en 1792, que fue muy polémico. Era una época en la que aún se decía que la mujer no tenía alma. Qué triste que aún hoy tengamos que argumentar. A mí aún hoy me preguntan si Las hijas del agua es una novela femenina, y el problema es que incluso me lo plantean mujeres. No hay novelas femeninas, sino protagonizadas por mujeres.

Pero sí es cierto que, por ejemplo en su Twitter, la mayoría de felicitaciones que recibe por la novela son de mujeres.

Es una cuestión de números. Creo que el 70 % de las personas que compran libros son mujeres. La industria editorial en nuestro país se mantiene por las lectoras.

La novela habla de mujeres que luchan por quitarse la máscara. ¿Qué tiene de experiencia personal suya?

(Duda) Podría decir que el «leit motiv» de la novela. En la novela hay una frase que dice «detrás del miedo está el mundo que deseas», y es verdad. Estoy en un momento personal de quitarme máscaras conmigo misma y con el exterior.

Si uno escribe Sandra Barneda en internet aparecen muchas cosas sobre su vida personal, sobre si se va a casar o no con su pareja... ¿Cómo lleva esto?

Antes cogía berrinches, pero ahora intento perder el menor tiempo posible. No puedo evitarlo, forma parte de esta sociedad y de esta manera de comunicar, aunque me molesta que hablen de mí sin preguntarme. Hoy en portada de un periódico se hablaba de «fake news» y «derecho al olvido». El problema está ahí.

Sobre ser presentadora...

Lo llevo bien. Estoy en el formato estrella de Telecinco, que genera mucho tráfico como todo lo que hace Mediaset. Tienes que estar blindado un poco.

Le iba a preguntar sobre cómo compagina ser novelista y opinar en un periódico con presentar un programa de lo que algunos llaman telebasura...

No creo que «Supervivientes» sea considerado telebasura. El esnobismo de la palabra me molesta bastante, algunas de las personas más cultas que he conocido eran las que tenían menos complejos en ver ese tipo de televisión y de valorar su calidad. Yo criticaría otro tipo de telebasura, que es la que ofrecen los políticos y que se critica poco.

Bueno, tampoco creo que tengan demasiada buena imagen...

Eso me parece más preocupante. En «Supervivientes» hay una transparencia total, hacemos entretenimiento. Me parece antiguo lo de calificarlo de telebasura.

¿Pero es difícil mantener la imagen de novelista seria al mismo tiempo que tiene que hablar de «Supervivientes»?

Llevo más de 250.000 libros vendidos, con una imagen y unas críticas buenas. Si tuviéramos que estar pendientes de la crítica, no haríamos nada. Intento hacer lo que me apetece y tengo la suerte de que lo puedo hacer. Hay mucha necesidad a encasillar, no se entiende lo que es libre. Hay quien dice que si presentas un programa así no puedes ser escritora, o si escribes en la contra de un periódico no puedes presentar un programa así... Pues yo lo he hecho todo. Hay que ser más flexibles y tener menos complejos. La literatura me da un mundo interior muy rico y la televisión me divierte muchísimo. ¿Para qué voy a elegir o renunciar a algo?

¿Sería una comunicadora diferente si no se dedicara también a la literatura?

Cuando trabajamos en la televisión tenemos que mantener el ego a raya, y es importante buscar tus vías para aterrizar. Para mí escribir es terapia, me conecta conmigo misma, me calma.