Tiene 16 años y vive con miedo. Denunció por agresión sexual a su novio, un joven vinculado a una banda latina con violentos antecedentes, puesto en libertad pocas horas después de ser detenido por la Policía en Palma de Mallorca. " Fueron tres horas de martirio. Me pegó, me obligó a quitarme la ropa y me violó. Me decía: 'Tú sabes que eres solo mía. Estaba muy agresivo, intentó asfixiarme", cuenta la adolescente.

El temor a posibles represalias ha llevado a la menor y su madre a cambiar de domicilio. Lamentan que la única medida contra el sospechoso sea una orden de alejamiento y han optado por mudarse a otra casa. "Él sabe dónde vivimos y tenemos miedo. ¿Cuántas mujeres han muerto pese a tener esta medida de protección?", se preguntan.

A María -el nombre es ficticio para proteger su identidad- se le humedecen los ojos al preguntarle por lo ocurrido en la noche del pasado 16 de junio. Hacía tres meses que mantenía una relación "normal" con un chico siete años mayor que ella. No sabía nada de sus antecedentes por intento de homicidio y malos tratos ni su paso por Los Trinitarios, una banda latina desarticulada por la Policía en 2010 tras sonados y graves enfrentamientos con grupos rivales en Palma. "Esa noche fui a su casa. Bajó a buscarme a la calle y lo noté raro, como borracho. En el piso había una fiesta, con varias personas en el salón. Él empezó a echar a la gente y me metió en su cuarto", relata María.

Ya a solas, el joven empezó a mostrarse agresivo y celoso. Le reprochó a la adolescente un mensaje de Facebook recibido la tarde anterior, en el que un desconocido la saludaba. "Entonces me obligó a quitarme la ropa mientras grababa con el móvil. Yo estaba muy asustada. Me pegó, me cogió por el cuello como si fuera a asfixiarme. 'Tu sabes que eres solo mía. Vamos a tener un hijo', decía". El acusado, según el relato de la menor, la forzó entonces a mantener relaciones sexuales.

"Fueron tres horas de martirio"

A la violación le siguieron varias horas de cautiverio. El joven no dejaba salir a la chica de la vivienda. "Fueron tres horas de martirio. Me escondió mis cosas, me quitó el teléfono y lo quería tirar por el balcón", relata María. La víctima logró marcharse de la vivienda a las cinco de la madrugada. El chico la siguió, llorando y pidiéndole perdón.

La menor llamó por teléfono a su madre, que fue a recogerla, y ambas acudieron enseguida a la Policía para denunciar los hechos. En comisaría las derivaron a Son Llàtzer para poner en marcha el protocolo para casos de agresión sexual. Allí le hicieron una revisión ginecológica, un forense tomó muestras biológicas y le dieron la píldora del día después para impedir un posible embarazo. "Ha tenido una infección y está con antibióticos. Y aún estamos pendientes de más pruebas para ver si está embarazada", cuenta la madre.

Tras el paso por el hospital, regresaron a comisaría para presentar la denuncia. La familia alaba la atención recibida por parte de la Unidad de Familia y Mujer (Ufam) de la Policía Nacional. Los agentes arrestaron al sospechoso pocas horas después y registraron su vivienda. "Encontraron su móvil, con los vídeos que había grabado, debajo del colchón", cuenta María. Fueron los propios policías quienes les revelaron entonces el historial delictivo del acusado. "Cuando era menor ya fue detenido por malos tratos y también tiene antecedentes por homicidio", explica la madre.

Al día siguiente, la adolescente fue citada en el juzgado para prestar declaración antes de interrogar al detenido. En el edificio de Vía Alemania se toparon con una veintena de allegados al acusado. "Nos insultaron y tuvimos que pedir permiso para bajar hasta el juzgado de guardia con el coche. Nos sentimos intimidados", explican. "La abogada de oficio que nos atendió estaba convencida de que, con sus antecedentes, estaría en la cárcel hasta el juicio", recuerdan. Pero las cosas no fueron como esperaban.

El presunto violador alegó en su declaración que las relaciones sexuales fueron consentidas. El juez de guardia decidió dejarlo en libertad y como medida cautelar le impuso una orden de alejamiento. No puede acercarse a menos de 500 metros de la menor ni comunicarse con ella. "Nos sentimos desprotegidos. Es un chico peligroso, con antecedentes violentos. ¿Cuántas mujeres han sido asesinadas pese a tener esta medida de protección", se pregunta la madre.

María y su familia están atemorizadas. Tanto que han decidido mudarse a otra casa y cambiar el número de teléfono de la adolescente. "Él sabe dónde vivimos. No estamos tranquilos", sostienen. "La Policía se ha quedado también muy decepcionada, porque hicieron un gran trabajo para detenerlo y ahora está otra vez en la calle". María se siente víctima por partida doble. "Él me violó y la que ha tenido que cambiar de vida soy yo. No es justo", sentencia la joven.