Durante los últimos años la consultora de organización Marie Kondo ha revolucionado el concepto de orden con la publicación de bestsellers como "La magia del orden" o "La felicidad después del orden". Recientemente, Netflix ha abierto las puertas a la superventas japonesa con el programa "¡A ordenar con Marie Kondo!", una serie de 8 capítulos en la que podemos ver a esta "experta del caos" en acción. Con todo ello se genera una reflexión acerca de cómo el orden influye en nuestras vidas y, especialmente, sobre cómo el modo de relacionarnos con nuestras pertenencias tiene una repercusión en nuestro bienestar.

Ordenar: una oportunidad para reconocer el valor de nuestras pertenencias y el valor propio

Al ordenar, reconocemos el valor que damos a nuestras pertenencias, la relación que deseamos tener con ellas y cómo queremos vivir el ahora y el futuro inmediato.

Constantemente, cuando organizamos el espacio, estamos decidiendo cómo queremos estar en el momento presente e, implícitamente, manifestamos aquello que no queremos que suceda. Así mismo, cuando ordenamos, entramos en contacto con nuestras necesidades y anhelos con el fin de proyectar un estilo de vida acorde a ellos. Y no solo eso. Cuando imaginamos el espacio, lo hacemos teniendo presente la realidad del sistema (por ejemplo, la familia) y la de las personas que forman parte del mismo (padres, hijos, compañeros, etc.). Esto convierte el orden en todo un reto.

Dicho esto, algo que parece sencillo todos sabemos que no lo es en absoluto. De hecho, la complejidad del sistema y de sus miembros (cada uno de nosotros es un ser complejo en sí) hace que su funcionamiento, a veces, no esté bien coordinado. Es entonces cuando, sin darnos cuenta, entramos en el caos.

Para que esto no ocurra, es importante tomar nuestra parte de responsabilidad y permitir que los demás también la tomen evitando los "ya lo hago yo". Que cada miembro del sistema ejerza su papel dentro de la organización del espacio (por ejemplo, del hogar) facilita que se ponga de manifiesto su utilidad a través de entender que, sin él, el orden del sistema de va a pique.

Ordenar y la responsabilidad

Cuando nos sentimos responsables nos sentimos parte de algo. Por ello, ser parte dentro del orden nos recuerda que somos una figura importante en ese lugar y que tenemos la capacidad de cambiarlo ("siento que mi casa es mía y que tengo un papel en ella"). Esto es algo realmente empoderador dado que alimenta nuestro sentimiento de utilidad.

La organización nos pone en activo, nos ayuda a decidir, nos invita a imaginar qué tipo de vida deseamos tener, nos advierte que debemos velar por las necesidades ajenas, etc. Dicho con otras palabras, tomar la responsabilidad sobre el orden es una oportunidad para reconocer nuestras capacidades y ponerlas en práctica con el fin de contribuir con el bien del sistema.

Ordenar: transformar y dejar ir

Cuando deseamos transformar un espacio, muchas veces necesitamos liberarnos de objetos que ya no tienen una utilidad en el ahora. El "problema" aparece cuando, a dichos objetos, les otorgamos un valor sentimental o una futura utilidad aun no probada.

En el primer caso, debemos decidir si ese valor sentimental lo queremos recordar por medio del objeto o lo podemos reproducir de otro modo. Así mismo, también es importante analizar si el significado que desprende el objeto nos ayuda a construir o nos limita a funcionar (Ej.: "asocio este collar a una relación que ahora ya no tiene sentido para mi").

En el segundo caso es importante no dejarse llevar por los "y si". Cuando dibujamos escenarios hipotéticos en los que podemos necesitar el objeto (aunque no sean fieles a la realidad) terminamos por no desprendamos de él, llegando así a acumular pertenencias que no nos representan en la actualidad.

Dejar ir puede generar miedo, miedo a creer que, con el objeto, se va una parte de nosotros. "Cosificamos" los recuerdos, lo hacemos para dar sentido a nuestra experiencia. La realidad es que el recuerdo es mucho más complejo, queda grabado en nuestra mente y se hace explícito en nuestro sistema de creencias. Los recuerdos nos acompañan y definen parte de quiénes somos (todas nuestras experiencias lo hacen). Por este motivo, no los perdemos, permanecen en cada paso que damos.

Aun así, los objetos nos importan. Cierto, pero podemos elegir qué relación deseamos tener con ellos, cuáles tienen más sentido en el ahora y recordar que siempre creamos recuerdos en cada nuevo objeto. Existen infinitas oportunidades futuras y debemos dejar espacio para que ocurran.En resumen, ¿Qué podemos conseguir al ordenar?

En definitiva, ordenar es una oportunidad para:

  • Reconocer el valor de nuestras pertenencias en el ahora independientemente de la utilidad que tuvieron en un pasado.
  • Elegir qué relación queremos tener con ciertas pertenencias, reconociendo su valor sentimental y decidiendo si queremos seguir conservándolas.
  • Dejar ir todo aquello que no resulta útil en la actualidad e incluso que resulta limitante gracias a perder el miedo a "soltar". Esto resulta más fácil tras cambiar ciertas creencias relacionadas con los famosos "y si€".
  • Tomar la responsabilidad sobre el trato que damos a nuestras pertenencias y a las pertenencias compartidas con el objetivo de relacionarnos de otro modo con ellas y mejorar la convivencia en el sistema.
  • Cambiar las dinámicas que agotan a algunos miembros del sistema al tomar un exceso de responsabilidad por liderar el orden del espacio ("mamá, ¿dónde está mi camiseta azul?") y compartir la responsabilidad.
  • Sentir el poder que otorga el hecho de tomar la responsabilidad en la organización y el beneficio que dicho orden genera en el sistema.
  • Reconocer qué es importante e imaginar cómo queremos vivir.

Cuando el orden va más allá

Para muchos el orden es una herramienta para sentir paz y bienestar, Así mismo, ordenar es una manera de sentirnos poderosos ya que generamos una sensación de control (yo soy quien hace y deshace). Ahora bien, este mecanismo de control puede dejar de ser funcional cuando aparece una dificultad para lidiar con el movimiento que genera la propia convivencia.

Hablamos de aquellas personas que continuamente crean pensamientos sobre cómo deben estar los espacios. La sobre atención en el orden activa alertas por temor al "todo no está como debe estar". Por otro lado, también encontramos personas que rechazan el orden dado que le otorgan un marcado significado de esfuerzo. Creencias del tipo "no quiero estar pendiente" o "no quiero sentir la obligación' generan evitación y falta de responsabilidad sobre las propias pertenencias. ¿El resultado? La eterna insatisfacción puesto que donde hay vida hay movimiento y, por otro lado, el movimiento precisa de una responsabilidad propia y compartida.

El orden debe hacernos la vida más fácil. Por todo ello, busquemos un orden inteligente que nos conecte con el estilo de vida que deseamos, un orden que promueva la relación constructiva con nuestras pertenencias y las de las personas con las que compartimos mucho más que un espacio.

Y tú, ¿ordenas de un modo responsable?

Mª Teresa Mata Massó, psicoterapeuta formadora en el entrenamiento de la Inteligencia Emocional presencial y online