Ángel es anestesista en el Hospital Infanta Sofía, de la Comunidad de Madrid. El coronavirus le ha situado en primera línea de combate, junto a sus compañeros de urgencias e intensivistas.

Lo más duro para los médicos en estos momentos -cuenta- es no poder abrazar a un paciente que se está muriendo solo, o tocarle la cara para consolar en un momento difícil, pero también tomar decisiones rápidas con los recursos disponibles o comunicar a un familiar por teléfono la muerte de su ser querido.

Acaba de salir de una guardia de esas de miles de horas, en la que apenas ha dormido. Cuando llega a casa e intenta relajarse, su cabeza da vueltas a lo que ha pasado la noche anterior. Descansa, llama a sus padres y a las personas cercanas, "pero el trabajo sigue ahí". No tiene hijos y su pareja también es médico. "Es muy difícil desconectar, tenemos grupos de WhatsApp entre compañeros donde se cuelga información que se está renovando continuamente".

Ángel explica a Efe cómo ha cambiado toda la dinámica del hospital, no se parece en nada a la organización por plantas y especialidades a que estamos acostumbrados. En su caso, los anestesistas que trabajaban sobre todo en quirófanos y unidades de reanimación han pasado a la primera línea con los servicios de urgencias -"que se merecen una ola"-, en las UCI y en las zonas habilitadas para atender a los pacientes más graves, "donde más de lleno pilla" la Covid-19.

Otras especialidades, como la de su mujer que es patóloga -encargada de hacer citologías o biopsias de quirófanos, por ejemplo- aceleraron el trabajo pendiente los primeros días y se desplazaron a departamentos para aliviar la carga administrativa de informes y sobre todo de soporte telefónico que acumula mucho trabajo. "El paciente está en un sitio aislado y los familiares en otro; hay que estar informando de su evolución y eso lleva una sobrecarga de trabajo importante cada día".

Se ha perdido la rutina del trato humano -añora-, pero no solo con los pacientes que están aislados, sino entre compañeros, en esas zonas comunes. "En las zonas restringidas debes estar lo menos posible, no puedes tocar la mano para consolar a una persona, es duro, todos tenemos familiares mayores y te pones en la piel, está siendo muy duro". No se olvida de los parientes que reciben la comunicación del fallecimiento por teléfono, "sin un beso de despedida"."Nos iremos separando del plano emocional, eso espero, porque estamos muy impactados".

A estas preocupaciones se une las familiares. Su madre tiene alzheimer moderado y fibrosis pulmonar. Está aislada en casa, como miles de mayores en España. Ha hablado con sus hermanos para que vayan asumiendo la situación si necesitara atención médica. "Estoy pensando en ese caso no llevarla al hospital, no tiene ninguna opción o muy pocas y encima alejada de sus hijos; es una decisión que cuesta mucho tomar y que espero que no se presente".

¿Necesitaremos apoyo psicológico para superar el impacto de la Covid-19 en nuestras vidas? Sí, y los médicos los primero, responde. "La sobrecarga nos hace tomar decisiones que nunca hemos tomado antes; hay recomendaciones desde el punto de vista ético que otros pacientes, sin este estrés de capacidad asistencial, habrían tenido opciones de vivir; eso psicológicamente es muy complicado para mi, tenemos que reservar espacio de cuidados críticos para pacientes con más opciones".

Y todo esto hay que explicárselo a los familiares: que en estos momentos no se puede facilitar ese tratamiento y que esas son las opciones con los recursos disponibles, y lo más complicado "que lo entiendan". "Es muy duro porque ahora mismo con recursos escasos tomamos decisiones muy complicadas y eso también te lo llevas a casa".