Entre las miles de personas que, por distintas circunstancias, no han podido hacer efectivo su derecho a una vivienda digna en España planea esta pregunta: ¿Cómo es posible vivir sometido al sinhogarismo y, sin embargo, no poder estar en la calle?

"Es imposible", remarca a EFE Óskar Agreda, que se presenta con una copia de su vida laboral, que le llevó por Murcia, las siete islas canarias o Portugal, después de que su padre -que llevó la carrera deportiva, entre otros, del boxeador Perico Fernández- y su abuelo "levantaran Zaragoza", asegura.

En su caso, desde una nave industrial abandonada que ocupó hace cinco años en la capital aragonesa, cuenta que encadena su situación desde la anterior crisis económica y lamenta que "todo el mundo habla de los más vulnerables" pero no hay ayudas para la gente que vive sin ningún tipo de ingresos ni sitio donde dormir. Pero "esto es peor que en la anterior crisis". "Antes aún te podías ganar la vida", remarca.

A ello suma que ahora está todo cerrado y que la inmensa mayoría de personas en su situación no puede hacer los trámites 'online' o ni siquiera sabe cómo hacerlos.

Sobrevive gracias a que la crisis sanitaria provocada por el coronavirus no ha cerrado los comedores sociales y puede acudir cada mañana al albergue municipal a por el desayuno y al comedor social del paseo María Agustín a por la comida.

En España, según diferentes estudios, hay entre 30.000 y 40.000 personas sin hogar. Y a ellos también les afecta el confinamiento, porque estos días les está vetado todo aquello que les podía generar algún pequeño ingreso: pedir limosna, recoger chatarra o buscar algún sustento en la basura.

Óskar, además, se podía ganar hasta 60 ó 70 euros a la semana para comprar lo mínimo ayudando en mudanzas o sacando escombros, algo imposible también durante estas semanas.

Solo pide, remarca, "lo que establece la Constitución española: una vivienda digna, un trabajo digno y una vida digna" para tener "un cierto mínimo de bienestar", porque "la vida de okupa no es una vida estable".

Mientras enseña fotografías en las que se encuentra con políticos como Pablo Echenique o la exvicealcaldesa de Zaragoza Luisa Broto, relata cómo sufrió un desalojo en abril el año pasado y cómo el nuevo propietario del local que ocupa ya le ha trasladado que tiene intención de hacer uso del mismo.

Ahora, además, comparte espacio con otra persona sin hogar que trató sin éxito de acceder a la ampliación del albergue que el Ayuntamiento de Zaragoza habilitó en el pabellón de Tenerías.

Estas instalaciones rozaban ya el lleno a los pocos días de su puesta en marcha, por lo que el Ayuntamiento baraja desde hace semanas ubicaciones para un tercer albergue, en colaboración con la Unidad Militar de Emergencias (UME), sin que haya todavía una decisión al respecto.

Asegura que muchas personas, incluso en peores situaciones, no han accedido a estas infraestructuras, que él rechaza por considerarlas "granjas humanas" sin intimidad.

Insiste en que él pidió las ayudas correspondientes siguiendo los trámites estipulados y que no ha podido salir de su actual situación. Incluso denunció al Consistorio en 2016, pero la causa fue archivada.

En su opinión, con el dinero que el Ayuntamiento no se gasta -muestra recortes de prensa que hablan de inejecuciones presupuestarias- se podría detener lo que llama "exterminio".

En 2016, Óskar, junto a otros activistas, impulsó "Zaragoza debajo de la alfombra", una plataforma que busca visibilizar a las personas sin hogar y reivindicar sus derechos, así como solidarizarse con otros colectivos vulnerables como los refugiados.

Por último, remarca: "Yo rompo el confinamiento, pero no porque yo quiera, porque no me queda otra", dice cansado de que las fuerzas de seguridad le hagan "siempre las mismas preguntas" durante sus recorridos diarios en búsqueda de algo que echarse a la boca.