Antonio J. empezó a sentirse deprimido durante el confinamiento. Este alicantino de 70 años, viudo, era un hombre con una vida activa y un estado de ánimo que entraba en la normalidad. Durante el largo encierro a causa de la pandemia de coronavirus no pudo ver a sus hijos y nietos e inició un cuadro depresivo que derivó en un terror a salir a la calle. Se negaba a ver a su familia por si se contagiaba y a menudo llamaba al centro de salud para preguntar si las molestias inespecíficas que le aquejaban podían ser debidas al covid-19. Hoy en día, y con apoyo psicoterapéutico, vuelve de nuevo a relacionarse con su familia manteniendo las medidas de seguridad y ha retomado algunas de sus actividades cotidianas previas. Ya está empezando a relacionar sus molestias físicas con ansiedad y no con el virus por lo que no necesita llamar continuamente a su médico.

Como este septuagenario son muchas las personas que sufren hipocondría o que incluso la han desarrollado tras este choque de realidad que ha supuesto la pandemia. Este trastorno va ligado a una mala gestión de la ansiedad y quienes lo padecen tienen un miedo muy fuerte a las enfermedades e incluso creen que sufren algunas graves, sin que sea el caso, por lo que interpretan cualquier sensación física como un signo de dicha patología «imaginaria». Expertos en Salud Mental explican que recientes estudios nacionales apuntan que antes de la pandemia un 5% de la población tenía comportamientos hipocondríacos, mientras que el porcentaje se ha triplicado con la crisis sanitaria, dependiendo también de qué forma haya atacado el virus por zonas geográficas.

Según el doctor José Vicente Baeza, jefe de Salud Mental del Hospital General Universitario de Elche, hay un volumen alto de personas mayores que se han deprimido y aparecen temores hipocondríacos por el miedo a morir debido al covid o a tener que ingresar, aparejado a la depresión que han sufrido. Indica que este trastorno no distingue entre edades o género. Además, quiénes lo padecen, suelen ser personas inseguras, obsesivas y muy influenciables por los estímulos externos, por lo que este temor constante a la enfermedad se acrecenta cuando conocen a alguien cercano que no se encuentra bien e incluso la alta exposición mediática sobre el virus no les ayuda nada. Por otro lado, «necesitan semanalmente ir a la consulta. Con el confinamiento y ahora que tienen problemas para acceder al médico, porque tardan en llamarles, sufren esa desprotección y aumenta mucho más el temor y la inseguridad por el acceso a urgencias», según Baeza.

José Javier Rodríguez Cerdá, psicólogo, indica que el trabajo con quién sufre estos problemas emocionales se basa en «reducir las conductas de evitación y escape, porque el acto de vivir tiene que continuar». Es decir, evitar que el miedo sobrepase el límite de proteger y se convierta en un problema de mala gestión de la ansiedad. De igual modo, reseña que en la primera ola anotó más casos que en estos momentos ya que la gente llegó a estar más afectada psicológicamente por la ruptura con la sociedad que supuso el confinamiento. Por contra, también hay casos de personas que se han sentido protegidas en casa al estar las 24 horas encerradas y teletrabajando y ahora se enfrentan a un cambio drástico al volver al ámbito laboral y a las relaciones sociales, hasta el punto de que algunos se aislan y reducen al mínimo los encuentros.

Desde la Asociación Salud Mental de Elche aclaran que no hay un patrón generalizado para detectar la hipocondria, entendida como manifestación de conflictos psicológicos más profundos en relación con la autoestima y seguridad en uno mismo y las relaciones con el entorno. En cuanto al tratamiento, es muy variable. Puede durar unos cinco años si no son pacientes crónicos y al margen sel suministro de ansiolíticos requieren de ayuda psicológica para desdramatizar unos síntomas que les hacen pensar que su destino será fatal.Un virus que les ayuda a sentirse comprendidos

La crisis sanitaria también ha mostrado la otra cara de la moneda para quiénes padecen hipocondria encontrando incluso respuestas positivas. Podría ser el caso de Luisa M. Esta joven ilicitana de 26 años recurrió en los últimos años a continuos controles médicos por un sinfín de molestias digestivas, respiratorias, neurológicas... y siempre creía tener cáncer, por lo que la angustia la hacía recurrir constantemente a los ansiolíticos porque creía que nadie le había descubierto aún el «tumor» que origina su malestar. A menudo busca segundas opiniones de otros médicos y se somete a múltiples pruebas diagnósticas. Cuando se inició la pandemia su familia pensó que sufriría una descompensación y se pondría mucho más ansiosa. Sin embargo, su respuesta fue justo la contraria, ya que era el único miembro de la familia que se atrevía a salir a la calle y hacer las compras.

Ella decía que «el virus puedo evitarlo siguiendo las medidas de seguridad, pero mi tumor que nadie acaba de descubrir no puedo controlarlo..., el virus es peligroso y puede llevarme a enfermar, pero mi tumor es mucho más grave que el coronavirus». Según relatan Javier Sempere, psiquiatra, y Claudio Fuenzalida, psicólogo, de la asociación Salud Mental de Elche donde han tratado tanto este caso como el anterior expuesto, el miedo de los hipocondríacos radica en sufrir una enfermedad imaginaria que no pueden controlar, y se sienten incomprendidos y tratados como locos. «Sin embargo, el coronavirus existe, está en la calle, es real y todos tenemos miedo a la posibilidad de contagiarnos...ellos ya no se sienten extraños ni incomprendidos y el miedo al coronavirus lo consideran un temor "natural y colectivo"».