El fin de una divisa

El último adiósa la peseta

La histórica moneda dejará de tener valor el próximo 30 de junio y quedará solo como objeto para los coleccionistas

1.600 millones de pesetas caducarán en 6 meses si no se cambian

El último adiós
a la peseta

El último adiós a la peseta / eva cantón. madrid

eva cantón. madrid

Algunas se quedarán medio olvidadas en cajones, botes o tarros en los que nadie sabe cuántas hay. Otras probarán suerte en alguna tienda de numismática. Y el resto serán destruidas cuando el próximo 30 de junio de 2021 el Banco de España canjee las últimas pesetas cerrando un ciclo de 134 años.

Nació con una revolución, vivió una guerra civil y se jubiló cuando otra ocupó su lugar. Aunque desaparecieron de nuestros bolsillos hace casi 20 años, todavía tenemos muchas entre manos y el tiempo para despedirse de ellas se agota. En seis meses termina definitivamente el plazo para cambiar las últimas pesetas por euros, las que estaban en circulación cuando España adoptó la moneda única europea en 2002.

16 puntos de canje

El valor de las pesetas que aún no se han canjeado es de 1.596 millones de euros, según los cálculos realizados en octubre por el Banco de España, adonde tendrá que acudir quien quiera realizar el cambio, que se podrá hacer en su sede madrileña o en cualquiera de sus 15 sucursales repartidas por todo el país: Barcelona, Sevilla, València, Alicante, Oviedo, A Coruña, Badajoz, Málaga, Murcia, Bilbao, Zaragoza, Valladolid, Palma, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.

La pandemia obliga a pedir cita previa por teléfono (91.338.50.00) o por internet (www.bde.es) antes de acudir llevando encima el DNI, pasaporte o tarjeta de residencia. Las monedas y los billetes no hay que empaquetarlos ni clasificarlos porque de eso se encargan las máquinas instaladas en los patios de operaciones del banco, que las cuentan automáticamente y separan las que no se admiten al cambio.

Hay que tener en cuenta que solo se aceptan las que estaban en circulación cuando se introdujo el euro, el 1 de enero de 2002, es decir, las de 500, 200, 100, 50, 25, 10, 5 y 1 peseta, y las de 2.000 pesetas, además de las de colección, conmemorativas y especiales. Las monedas con la efigie de Franco, retiradas de la circulación en 1997 –fueron de curso legal hasta 22 años después de la muerte del dictador–, no se cambian. Por lo que respecta a los billetes, son válidos todos los emitidos a partir de 1939 - desde los de una peseta hasta los de 10.000- mientras que los fabricados entre 1936 y 1939 tienen que ser analizados por los expertos del banco, porque durante la guerra hubo numerosos emisores en ambos bandos y no todos los billetes son válidos.

No hay ningún límite para canjear monedas y billetes, que se cambiarán al tipo oficial fijado en 1 euro igual a 166,386 pesetas y según su valor facial, es decir, el que aparece acuñado o impreso, sin tener en cuenta su potencial valor numismático.

Quienes vivan en el extranjero podrán cambiar los billetes (pero no las monedas) enviándolos a la sede del Banco de España en Madrid por correo certificado junto con un formulario descargable en la web de la entidad.

El destino final

El destino final de las pesetas que se lleven al banco será su destrucción. Las monedas se trocean y el metal de sus aleaciones se recicla para uso industrial, los billetes se trituran y se compactan en briquetas porque hasta ahora no se ha encontrado una solución rentable para reutilizarlos. Cuando el euro llegó a nuestros bolsillos en 2002 había en circulación pesetas por valor de casi 49.000 millones de euros.

Desde entonces se ha canjeado un 97%, según el Banco de España. Mientras circuló, entre 1869 y 2002, la peseta fue el rostro del poder y reflejo de los avatares de un país. Fue depreciada y apreciada. «Valía un millón en ciertas latitudes », decía Julio Camba al evocar que en 1914 el dinero de los países beligerantes en la Gran Guerra cotizaba a la baja.

La ‘lenteja’

Hay quien, como Eduardo Quintana, que trabajó casi 30 años en la Casa de la Moneda de Madrid, aún recuerda que la última moneda de 1 peseta fue la famosa ‘lenteja’. «Era pequeña y de aluminio. Costaba más el material que su valor de cambio. Dicen que se usaba más para hacer botones forrados que para pagar ».

Para la generación que creció en los años 60 del pasado siglo, la peseta está casi siempre vinculada a la infancia, a unas berenjenas picantes que costaban 20 céntimos, a las pipas que valían 10 y a los caramelos Saci envueltos en papel verde. «La vida era completamente distinta. Más sana. La gente era más real. Económicamente nos ha ido mejor, pero en valores se ha perdido mucho», cuenta a sus 67 años Carlos Rodero, heredero de la filatelia madrileña de su padre. «A los nacidos en el baby boom es probable que le vengan a la cabeza los duros y las pesetas de Franco, porque entre 1970 y 1990 se sucedieron diseños y valores muy efímeros», sostiene Miguel Martorell, autor de Historia de la peseta. La España contemporánea a través de su moneda (Planeta, 2001).

134 años de vida

Sus 134 años de vida –la primera se acuñó en 1869, durante el Gobierno provisional que se formó tras la Revolución Gloriosa que derrocó a Isabel II– dan para mucho. Un momento crucial fue la Guerra Civil. La peseta se rompe y cada bando tiene la suya. La economía de la República se hunde, aparecen los primeros billetes de 5.000 pesetas y las antiguas monedas de oro y plata desaparecerán del mercado.

A partir de entonces, la divisa española sufre una depreciación casi constante. ¿Y cómo era España justo antes del euro? «Después de la dictadura y del aislamiento político y económico, los años 90 son los del reencuentro con Europa. Estamos en condiciones de entrar en la moneda única. Son años felices, aunque luego sabremos que también son los del pelotazo, la corrupción y la incubación de la burbuja que estalló con la crisis de 2008», analiza Martorell.

Nostálgicos de ‘la rubia’

Aunque la antigua moneda empieza a ser historia en 2002, en la papelería Losada, en el barrio de las Letras de Madrid, siguen aceptando las que entonces eran de curso legal. Fernando, su dueño, sigue calculando en pesetas con una agilidad asombrosa. «Un bolígrafo Bic costaba 40 pesetas antes del euro, ahora 45 céntimos, que es casi el doble.

Un cuaderno que ahora vale 90 céntimos costaba 100 pesetas, lo mismo que un café, que luego pasó a un euro», cuenta detrás del mostrador. Dice que no siente nostalgia alguna, pero Fernando se queja de que ahora todo es más caro. «Hace 20 años salías con 5.000 pesetas el fin de semana y eras el rey del Mambo. Ahora con 50 euros, no es igual».