Zaforteza: “Balmis fue el mayor esfuerzo de las Fuerzas Armadas para salvar vidas”

Entrevista al Teniente General, jefe del Mando de Canarias y responsable de la ‘Operación Balmis’

El Teniente General, jefe del Mando de Canarias y responsable de la ‘Operación Balmis’

El Teniente General, jefe del Mando de Canarias y responsable de la ‘Operación Balmis’ / Delia Padrón

Pedro Fumero

-¿Cómo recibió la información de que se tenía que desarrollar la operación Balmis?

-Durante el fin de semana anterior, desde el Cuartel General del Ejército se indicó que se estaba trabajando en un catálogo de capacidades para ofrecerlo al Ministerio de Defensa durante la crisis. Es decir, el Ejército de Tierra, en colaboración con el Ministerio de Defensa, antes del inicio del estado de alarma, ya estaba trabajando en ver cómo podía ayudar a la sociedad.

-¿Quién le comunicó que tenía que estar al frente de la misma?

-El 16 de marzo, por la mañana, me llamó el general Varela, jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, para comunicarme que me había designado para ser el comandante del Mando Componente Terrestre de la operación Balmis; es decir, el responsable de la actuación de las unidades del Ejército de Tierra en la misma. Y que, ante la incertidumbre de las necesidades y la envergadura de la operación, me desplazase a Madrid para dirigirla, inicialmente, desde allí.

-¿Qué factores se tuvieron en cuenta para tal designación?

-Las Fuerzas Armadas tienen una estructura operativa activada en tiempo de paz para el cumplimiento de las misiones permanentes relacionadas con la soberanía nacional. Como jefe del Mando de Canarias, soy el comandante del Mando Operativo Terrestre en esa estructura. Había que reaccionar con rapidez y poner en marcha la operación, por lo que se decidió asignar esta misión a la Estructura Operativa de la que formo parte.

-¿En qué consistió?

-Ha sido, sin duda, el mayor esfuerzo militar llevado a cabo en tiempo de paz en España; no ha habido jamás una operación en tiempo de paz en territorio nacional con tal envergadura, con un objetivo claro: salvar el mayor número de vidas posible. En los 98 días que duró el estado de alarma, desde el 14 de marzo al 20 de junio, las Fuerzas Armadas desplegaron 187.000 militares, de los que más de 115.000 fueron del Ejército de Tierra y la Guardia Real. Se llevaron a cabo actuaciones en cuatro ámbitos. El primero consistió en la ejecución de actividades de presencia y seguridad en casi 3.000 municipios en España, en Canarias en todos (excepto en la isla de La Graciosa, que estaba libre del coronavirus en aquel momento), para transmitir tranquilidad en esos duros momentos y aconsejar a la ciudadanía que cumpliera lo dispuesto en el estado de alarma. En el ámbito de seguridad, apoyamos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en el control de fronteras con Francia, Portugal y Marruecos, así como en infraestructuras críticas, como, por ejemplo, en el puerto y el aeropuerto de Fuerteventura. El segundo ámbito fue la descontaminación de instalaciones de todo tipo para erradicar el virus y evitar contagios. El tercero se basó en el apoyo logístico y sanitario, a través de múltiples actividades, como traslados de enfermos y fallecidos, distribución de alimentos, suministro de agua o transporte de material sanitario. Y el cuarto fue la instalación de campamentos, como hospitales de campaña, centros de acogida o apoyo a triajes en hospitales para descongestionar la red sanitaria.

-¿Cómo se organiza un despliegue de tales características?

-Para explicarlo de una forma sencilla, el Ejército de Tierra tiene unidades desplegadas en casi todas las provincias españolas. Para implementar las peticiones de apoyo que se nos asignaban, distribuimos el territorio nacional en áreas de responsabilidad de unidades tipo Brigada (3.000 hombres y mujeres), como la Brigada Canarias en el Archipiélago, y les ordenábamos las actuaciones que había que realizar cada día. Si la pandemia se declaró el 11 de marzo, ya al día siguiente hubo una reunión de trabajo en el Cuartel General del Ejército de Tierra entre distintas áreas, tales como apoyo logístico, sanitario, del Estado Mayor y del Mando de Personal para planificar las capacidades disponibles que se deberían poner a disposición de la sociedad para luchar contra la pandemia. Con ese estudio, el jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra se reunió con la ministra de Defensa, Margarita Robles, y el resto de autoridades políticas y militares del dicho Ministerio. Y, desde ese momento, la ministra decidió activar una misión militar. El Centro de Operaciones Terrestres, como órgano de mando, estaba compuesto por un área de planeamiento de operaciones y otra de conducción de intervenciones. Se dispuso del apoyo de especialistas en personal, logística, inteligencia, operaciones, planes, transmisiones, gestión económica, contratación, medicina, veterinaria, del ámbito jurídico, de lucha NBQ (nuclear, bacteriológica y química) o de comunicación, entre otros; además de oficiales de enlace con la Unidad Militar de Emergencias, la Guardia Real e Ingenieros.

-¿Cómo les llegaban las misiones que debían afrontar?

-Las solicitudes de apoyo se iban tramitando de manera ascendente a través de las autoridades civiles y, simultáneamente, por la estructura de mando militar. Los ayuntamientos tenían necesidades o problemas, que trasladaban a la Delegación o Subdelegación del Gobierno, y desde estos organismos se remitían a los ministerios de Interior, Sanidad, Transporte y Defensa. Y este último informaba al Mando de Operaciones, desde el que se emitían las órdenes de misión. De forma paralela, en cada provincia el comandante militar, que conocía también cada demanda por su proximidad a las autoridades civiles y la elevaba hasta mí, por lo que desde mi puesto ya se alertaba a la unidad correspondiente antes de que llegara la orden de Defensa de que se preparara para actuar. Había anticipación. Así podíamos tener las actividades planeadas. Y las patrullas sobre el terreno informaban de otras necesidades, tras hablar con un vecino o con personal de un hospital, por ejemplo.

-¿Cuánto tiempo requirió la preparación de medios materiales y recursos humanos antes del comienzo del trabajo?

-El Ejército de Tierra dispone de una gran gama de capacidades de todo tipo, con personal y material, que puso desde el primer momento a disposición de sociedad. No hubo tiempo antes de empezar la operación, ya que todo fue muy rápido. A medida que íbamos detectando las necesidades, ordenábamos a las unidades que se fueran formando con rapidez en una o varias materias, como, por ejemplo, en descontaminación. Y al Mando de Apoyo Logístico le pedíamos que adquiriera equipos de protección y de descontaminación. Lo mismo ocurrió para otras actividades, como el traslado de fallecidos, la fabricación de mascarillas en nuestras unidades logísticas o lo que en cada momento se pudiera requerir. Intentamos adaptarnos con flexibilidad a lo que nos requerían y, además, con muy poco tiempo, pues las peticiones eran todas con carácter urgente. El mismo 15 de marzo, por la tarde, ya la Unidad Militar de Emergencias estaba reconociendo instalaciones sensibles en la calle para determinar qué acciones podía llegar a efectuar, así como para transmitir el mensaje a la población de que había que quedarse en casa.

-¿Para que sirvió el llamado proyecto Atila?

-También hubo tiempo para la innovación. El Ejército de Tierra, en coordinación con el Instituto Tecnológico de la Marañosa, del Ministerio de Defensa, desarrolló una lámpara ultravioleta, que se comprobó en el laboratorio que neutralizaba el coronavirus en una habitación de unas dimensiones determinadas, tras una exposición de tiempo calculada y a una distancia concreta. Ahora mismo, cada batallón de Ingenieros del Ejército de Tierra dispone de uno de estos dispositivos. Se utilizaron en algún centro de salud y en alguna residencia de mayores, generalmente los fines de semana. Se introducía en cada sala instalado sobre el mismo vehículo usado por los desactivadores de explosivos.

-¿La operación Balmis ha servido para que los ciudadanos vean a unas Fuerzas Armadas más cercanas?

-No cabe duda de que, a diferencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, que tienen una gran presencia en nuestro día a día, las Fuerzas Armadas están totalmente dedicadas a prepararse, a través de ejercicios nacionales o internacionales, para el cumplimiento de las misiones permanentes y operaciones que cumplimos en el exterior, proyectando paz y seguridad a zonas en conflicto. La operación Balmis ha permitido que la sociedad española se dé cuenta de que dispone de unas Fuerzas Armadas preparadas y totalmente comprometidas para darle apoyo, con una capacidad de respuesta inmediata y una gran eficacia en sus actuaciones.

-¿Cuántos edificios se desinfectan, cuántos hospitales de campaña se levantaron y cuántos servicios de transporte estratégico se llevaron a cabo?

-En total, se llevó a cabo la desinfección de 11.000 instalaciones, de las que 5.300 fueron residencias de mayores. Se levantaron 20 hospitales de campaña; hubo un total de 4.800 actuaciones de apoyo sanitario y se realizaron 70 transportes aéreos, en los que se desplazaron 160 toneladas de material de lugares tan distantes como Alemania, Lituania, República Checa y China.

-¿Considera que la sociedad valora y reconoce ese despliegue de carácter humanitario y sanitario?

-Las mayores satisfacciones que tuvimos durante la operación fueron las muestras de cariño y apoyo de la sociedad. En cualquier actuación que realizábamos, a lo largo de la geografía española, los ciudadanos se asomaban a las ventanas y nos agradecían nuestro trabajo con aplausos, palabras o gestos. La felicitación más importante fue, sin duda alguna, la de su majestad el Rey, que no solo nos felicitó, sino que puso a disposición de la operación a la Guardia Real (unos 400 efectivos). Tanto el presidente del Gobierno como la ministra de Defensa, el delegado del Gobierno en Canarias, el presidente del Parlamento y autoridades autonómicas y locales nos felicitaron también por la labor. De las misiones efectuadas por la Guardia Real cabe destacar patrullas a pie, a caballo o motorizadas en el entorno de la comunidad de Madrid, descontaminaciones, abastecimiento de bancos de alimentos o traslado de enfermos.

-¿Habría algún aspecto de la intervención que se pueda mejorar de cara al futuro?

-Uno de los asuntos a los que dedicamos una especial atención a lo largo de las operaciones son las llamadas lecciones aprendidas, por las que una nueva solución práctica u operativa se incorpora al conocimiento general de las Fuerzas Armadas. En este caso, se obtuvieron más de 500 anotaciones en nuestra base de datos, en aspectos de mando y control o de descontaminaciones bacteriológicas o químicas (NBQ), que ya incorporamos a la misión Baluarte.

-¿Cree que esa suma de recursos debería ser más frecuente en casos donde los cuerpos de seguridad del Estado no sean suficientes para controlar una situación excepcional?

-No es la primera vez que nos desplegamos en apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Aún recuerdo que en 1992, siendo capitán, participé en la vigilancia de la línea del AVE de Madrid a Sevilla, con multitud de unidades del Ejército, en el marco de la Expo ‘92. De hecho, en la operación Balmis estuvimos apoyando a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hasta casi el final de la misma, en cometidos de refuerzo en fronteras y en instalaciones críticas en toda la geografía.

-¿Considera que la operación Balmis puede ser un punto de partida para que las Fuerzas Armadas tengan una labor más visible y próxima a la población más allá de su función primordial de la Defensa y participación en misiones internacionales? De hecho, ha tenido continuidad en la operación Baluarte con los rastreadores de casos positivos de covid-19.

-Las Fuerzas Armadas son una herramienta del Estado para actuar dentro y fuera de nuestras fronteras cada vez que sea necesario. En enero, la tormenta Filomena arrasó el centro de España. Las Fuerzas Armadas, lideradas por la Unidad Militar de Emergencias y con una amplia participación del Ejército de Tierra, se desplegaron por Madrid, Toledo y Guadalajara para despejar carreteras y accesos a hospitales, así como para trasladar enfermos o controladores aéreos al aeropuerto de Madrid-Barajas; en definitiva, para ayudar de nuevo a la sociedad.

-¿Qué efecto ha tenido el desarrollo de Balmis entre los profesionales que la hicieron posible, calle a calle y centro a centro?

-Para los profesionales de las Fuerzas Armadas que hemos tomado parte ha sido una de las experiencias más gratificantes de toda nuestra vida militar. No debe perder de vista que nuestros militares se desplegaban en sus pueblos y ciudades, apoyando a vecinos, familiares y amigos. Todos iban muy motivados para ayudar a la sociedad y deseaban contribuir al objetivo el mayor número de veces posible.

-¿Qué anécdotas recuerda con más orgullo o sensibilidad en esta época?

-Con más orgullo, sin duda alguna, los informes que me remitían los jefes de las unidades pidiendo asumir más misiones, porque, en ellos, podía ver el compromiso de todos los componentes del Ejército y el apoyo a nuestra sociedad. Lo más duro era el seguimiento de la curva de fallecidos, que no dejaba de ascender y las misiones de recogida de muertos que llevamos a cabo en Madrid. Y lo más gratificante, el agradecimiento, el cariño o la mirada de nuestros mayores cuando acudíamos a las residencias para descontaminar y a intentar liberarles del coronavirus.