Terapia con asnos: dinamitar prejuicios con caricias

El pueblo en el que se desarrolla el programa forma parte de la Reserva de la Biosfera.

El pueblo en el que se desarrolla el programa forma parte de la Reserva de la Biosfera. / IÑAKI OSORIO

Edith Filgueira

“La verdad es que hoy tengo sentimientos encontrados, porque es el último día que estamos con ellos pero hace sol y ya no hay moscas molestándonos”, responde César Fernández Salgado cuando le preguntan qué tal lleva que se termine su terapia de cada jueves con asnos en la aldea de San Salvador dos Penedos (Allariz).

Su único recuerdo con un burro se remontaba a cuando tenía cinco años y realizó un viaje con sus padres. Hasta que entró a formar parte del programa de estimulación multifuncional que organiza la Asociación Nacional para la Defensa, Recuperación y Estudio Terapéutico de la Especie Asnal (ANDREA).

Cuenta Elsa Pérez, psicóloga de la entidad en Ourense, que confluye y se combate en esta actividad un doble estigma: el que sufren los burros –tradicionalmente relacionados con una baja inteligencia y solo útiles para labores de carga– y el que sufren las personas con necesidades especiales –por el gran desconocimiento que existe sobre determinadas enfermedades–. “Ni unos ni otros cargan con los prejuicios ampliamente extendidos en la sociedad. Así que la unión que aquí se da está libre de estigmas”, valora la profesional.

Estos colectivos de personas sufren mucho por sus problemas mentales o físicos y la incapacidad que padecen, en ocasiones, de exteriorizar sentimientos o sensaciones. Lo que intentamos con esto es que mejoren su calidad de vida y sus capacidades para afrontar las situaciones sociales o laborales que se les puedan presentar”, explica sobre la intervención que se realiza de forma lúdica.

Se trata de un programa que lleva muchos años poniéndose en práctica en países como Estados Unidos, Alemania o Francia y que en España comienza a tomar impulso –pese a la dicotomía de que las razas de burros registradas se encuentran en peligro de extinción–. “Se convierten en unos mediadores terapéuticos que promueven una interacción, por parte de los participantes, que no se consigue en otras circunstancias. Son, además, muy intuitivos y se acercan por iniciativa propia”, destaca la profesional sobre unos animales con un carácter mucho más dócil que otras especies como podrían ser, por ejemplo, los caballos.

Douro busca a César continuamente para que lo acaricie.

Douro busca a César continuamente para que lo acaricie. / IÑAKI OSORIO

“La primera vez que vine aluciné. Esta es la segunda y ya conseguí domar a un burro que se negaba a caminar. Lo tranquilicé hablando con él y acariciándolo”, cuenta emocionado Daniel González Fernández, otro de los beneficiarios de la terapia en San Salvador dos Penedos.

Le genera cierta congoja, confiesa, no saber si volverá a poder pasear con los que ahora considera casi amigos. Pero asegura que se va a portar todo lo bien que esté en su mano para que le dejen repetir la experiencia una tercera vez.

"Ya conseguí domar a un burro que se negaba a caminar. Lo tranquilicé hablando con él y acariciándolo"

Durante tres meses –entre septiembre y noviembre– una treintena de usuarios de diferentes asociaciones de la provincia compartieron sus mañanas de los jueves con estos dóciles animales. “Para estas personas los programas de intervención deberían ser a largo plazo. Como muchos familiares perciben mejoría, cuando acaba el trimestre continúan viniendo a nivel individual. Pero no todo el mundo dispone de los mismos recursos, por desgracia”, señala.

Los asnos permiten a los terapeutas trabajar tanto el nivel físico –la psicomotricidad con diferentes recorridos que usuario y burro deben realizar juntos– como a nivel emocional –les cepillan el pelo y realizan juegos de encontrar objetos escondidos en la naturaleza con ellos–. “Estos animales forman parte también de un programa de pastoreo para la prevención de incendios, por lo que pasan mucho tiempo al aire libre, comiendo lo que precisan y en semilibertad todo el día. Eso hace que tengan sus necesidades cubiertas y que cuando interactúan con las personas no estén estresados”, afirma.

La filosofía que siguen en la asociación –en la que trabajan a tiempo completo David Lema, psicomotricista, y Elsa Pérez– es sencilla: aprovechar los recursos de los que ya disponemos beneficiando a todas las partes.

El programa –patrocinado por la Diputación de Ourense– se enmarca en un proyecto más amplio de colaboración entre la asociación y el Concello de Allariz, que se puso en marcha en el año 2008, como una novedosa experiencia para recuperar y dinamizar una zona rural que, además, forma parte de la Reserva de la Biosfera.

Los burros son más dóciles e intuitivos que otras especies para realizar terapia.

Los burros son más dóciles e intuitivos que otras especies para realizar terapia.

"El programa tiene mucha más demanda que oferta"

Helda Lopes –profesional de la Unidad Residencial Troncoso– llevaba varios años intentando acceder a alguno de estos programas para que las personas con las que trabaja se pudieran beneficiar. “Tiene mucha más demanda que oferta”, lamenta con la esperanza de que su grupo vuelva a ser seleccionado en próximas ediciones.

Nosotros ya hacíamos terapia con animales en nuestro centro. Concretamente con perros. Y nos da muy buen resultado. Es por ello que queríamos probar a gran escala y saliendo de nuestras instalaciones para que también puedan aprender a moverse y relacionarse en otros espacios”, resume sobre la experiencia vivida junto a animales y monitores.

Sobre las mejoras perceptibles a corto plazo, Lopes destaca la capacidad para dar y recibir cariño. “Están todos algo tristes porque les suele costar establecer contacto y relacionarse con quien no conocen. Pero aquí no existió esa barrera en ningún momento. Ni siquiera el primer día”, finaliza agradecida con los terapeutas y los asnos.