Economía colaborativa
Compartir vehículo tiene historia: así funcionaba el Blablacar del siglo XVIII
A finales de ese siglo había en la capital más de 2.500 coches y los problemas de tráfico eran, como ahora, habituales
Natalia Vaquero
El buen manejo de las gigantescas bases de datos que circulan por la red, el nuevo petróleo, es la clave del periodismo del futuro, según Mario Tascón (Ponferrada, 1962), periodista experto en internet que en su infatigable búsqueda por el navegador ha encontrado un anuncio que demuestra que Blablacar, el servicio de vehículo compartido, no es un invento nuevo sino que existía ya en 1791.
El anuncio publicado en el 'Diario de Madrid' decía lo siguiente: "El Martes próximo sale un coche para la Ciudad de León con dos personas decentes; si hubiese otras dos que quieran tomar asiento en él para el mismo pueblo ó su carrera, acudirán a la puerta del Sol tienda de D. Hilario Fernández Valledor junto a la espadería, el quedará la razón en donde han de tratar este asunto". El mensaje era claro, esas "dos personas decentes" se ofrecían a compartir el coche, lo mismo que se hace ahora con la aplicación de BlablaCar, un modelo de economía colaborativa que ya se estilaba hace más de 230 años.
El texto no especifica el tipo de vehículo en el que se iba a viajar hasta León, aunque casi seguro que se trataba de un carruaje tirado por mulas de los que empezaron a proliferar por las sucias y mal empedradas calles de Madrid en el siglo XVIII. Lo que sí dejaba claro es que quien se sumase al viaje debía de cumplir unas mínimas normas de decoro, acudir a la Puerta del Sol y preguntar por más señas a don Hilario Fernández Valledor.
A finales de ese siglo había en la capital más de 2.500 coches y los problemas de tráfico eran, como ahora, habituales, lo que provocaba cada día infinidad de atropellos y muertes ¡por exceso de velocidad!
La instalación de paradas de coches de dos mulas fue todo un éxito. Se llamaron ‘Coches diligentes de Madrid’ e iban numerados. Las paradas estaban en la Puerta del Sol, la plaza de la Cebada y en Santo Domingo. Además, los coches se situaban en las salidas de los teatros a la hora en que acababan los espectáculos. Todo un antecedente de las paradas y líneas de autobús y de cómo trabajan hoy los taxistas.
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