LA VIDA CONTIGO

Volver a casa en Navidad cuando tu familia no es como la del Almendro

Dos psicólogas explican cómo enfrentarse a las cenas navideñas cuando tus relaciones familiares son tóxicas

Fotograma de la segunda temporada de la serie ’Navidad en casa’.

Fotograma de la segunda temporada de la serie ’Navidad en casa’.

María G. San Narciso

España es un país de tradiciones, y las cenas navideñas están en la cúspide. Hay una especie de obligación social −incluso moral− de reunirse con amigos y familiares. Pero la Navidad no es para todos como pintan en los anuncios del Almendro. Ni todo el mundo tiene una madre o un padre que les abra la puerta o les vayan a buscar al aeropuerto como agua de mayo, ni encuentran ese calor y esa seguridad que se desprende de los hogares en la ficción.

"La familia es ese gran primer núcleo socializador donde aprendemos a vernos a nosotros mismos, a relacionarnos con el otro, y donde ha de primar una base segura que nos genere estabilidad emocional. En ocasiones, esta seguridad, confianza, relaciones positivas y madurez emocional no están presentes, sino que estamos ante un hogar disfuncional", explica María Marcospsicóloga de El Prado Psicólogos. A este tipo de familias se le denomina comúnmente familia tóxica. Es aquella donde los miembros "se caracterizan por unos vínculos afectivos poco estables nocivos y asfixiantes". En ella ya no nos sentimos seguros o apoyados, sino todo lo contrario.

Pero incluso en estas familias en las que existe un problema previo, tratamos de mantener esas reuniones familiares. Aunque sean poco aconsejables, como apunta psicóloga clínica Rosana Pereira. "La Navidad no deja de ser una fecha con unas implicaciones culturales y sociales muy fuertes, donde en muchas familias se encuentra como base creencias de estilo 'romántico' de que estos días son familiares. Piensan que en ellos ha de primar la felicidad y el cariño, aunque esto no se haya cultivado el resto del año. Las expectativas son muy altas. Este tipo de pensamiento distorsionado es el caldo de cultivo perfecto para que salgan esos temas y conflictos no resueltos en comidas y cenas", apunta por su parte María Marcos.

De aguantar al cuñado... al problema grave

Con todo, Rosana Pereira matiza que "no es lo mismo cuando uno tiene un familiar que es un metepatas que ofende al hablar, pero que es más fácil de manejar (vamos, el típico 'cuñado' de toda la vida), que cuando ha ocurrido algún problema y la probabilidad de que salga en esa cena aumente". En el primer caso, podemos intentar prepararnos para que los comentarios nos afecten lo menos posible. En el segundo, podemos calibrar si nos merece la pena o no ir. Porque, por mucho que haya tradición, la salud mental debería estar por delante.

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Según la psicóloga María Marcos, estas son las señales nos indican que podemos tener una relación tóxica con nuestra familia o con algún familiar:

• Cada vez que estamos en nuestro entorno familiar recibimos críticas duras donde los otros miembros presentan una actitud poco empática, donde las críticas son poco constructivas y se centran en nuestra persona no en un comportamiento o situación concreta.

 • No sentimos que nos apoyen en nuestras necesidades básicas, sentimos que traspasan nuestros límites físicos o psicológicos constantemente.

 • Se lleva a cabo una relación de abandono o de sobreprotección por parte de nuestros progenitores.

 • Existe una notoria falta de comunidad entre los miembros de la familia.

 • Existen tabúes o temas silenciados.

 • Cuando sentimos que invertimos los roles entre progenitores e hijos.

 • Presencia de abuso de sustancias por parte de algún miembro de la familia.

 • Conductas rígidas donde cada miembro presenta un rol.

 • Se encuentran presentes signos de maltrato físico o psicológico.

María Marcos explica que el primer paso es identificar qué es lo que estamos viviendo para poder gestionarlo: "Por un lado, es importante generar empatía, escuchar al otro y entenderlo. Esto no significa darle la razón o resignarnos, sino aceptar y, de esta forma, soltar sentimientos como la culpa. Al practicar el desapego, diciendo lo que pensamos y nos parece la situación desde una comunicación asertiva, podremos expresarnos sin entrar en las dinámicas de reproches y toxicidad, que probablemente hayan sido una constante hasta el momento. Los pilares fundamentales para afrontar este tipo de situaciones es aprender a decir que no, establecer los propios límites, mostrar respeto al otro y pedir ese mismo respeto. E igual de importante es aprender a alejarnos y a distanciarnos si es necesario, ya que debemos aceptar que no podemos pretender cambiar al otro".

Evitar algunos temas

Si aún no has tenido este tipo de conversaciones ni has puesto en marcha el desapego y decides pasar estos días con esa familia que no te hace bien, posiblemente te enfrentes a un enemigo: el alcohol. Como recuerda Pereira, la cultura de la bebida que tenemos en España, donde es casi imposible que haya cualquier celebración sin bebida de por medio, no ayuda. Todo lo contrario: beber reduce el efecto de la capacidad de pensar antes de hablar. "Nos vuelve muy impulsivos, lo que puede provocar mayores conflictos", asegura.

En los casos donde existen fricciones, lo mejor es evitar temas que todos sabemos, como el fútbol, la religión o la política. María Marcos explica que si la tensión emocional en la familia es alta, lo mejor es limitar la conversación a temas ligeros o superficiales y no sacar aquellos que no están resueltos. En esas circunstancias, difícilmente van a poder gestionarse sobre la mesa.

Marcos añade que "tenemos que tener en cuenta qué temas nos afectan más emocionalmente en ese momento". Si por ejemplo tenemos problemas laborales, lo mismo hablar de eso nos activa y genera malestar. La misma situación se da si sacamos el tema de las parejas o los novios o novias si venimos de una ruptura, o de tener niños cuando no quieres o no puedes. "En definitiva, una buena herramienta sería prestar atención al lenguaje no verbal de la otra persona. Así sabremos si el tema que hemos abierto puede derivar en una conversación candente. No hay que olvidar que la época de Navidad puede generarnos sentimientos encontrados donde esté presente la nostalgia, los cambios de rutina, la necesidad de satisfacer a los demás, de cumplir unas expectativas... Todo ello son factores que influyen en la aparición de episodios de estrés, angustia, ansiedad o desestabilización del estado de ánimo", añade la psicóloga de El Prado Psicólogos.

Rosana Pereira asegura que muchos pacientes tienen más ansiedad las semanas previas a la Navidad. Por eso lo mejor es sopesar si de verdad merece la pena continuar una tradición cuando tu familia de sangre no te da el calor que esperas.