Entrevista

"Necesitamos mucha eficiencia energética, pero aun así la demanda renovable es monumental"

"Me pregunto si una sociedad avanzada como la gallega, con grandes recursos eólicos y solares, puede mirar para otro lado sin reflexionar sobre la emergencia climática", asegura Xavier Labandeira, catedrático de la Universidad de Vigo y director de Economics for Energy

Xavier Labandeira.

Xavier Labandeira. / PABLO HERNANDEZ GAMARRA

Julio Pérez

Para Xavier Labandeira pesa más la conciencia científica que las posibles críticas que pueda recibir por alzar la voz ante el ruido alrededor de las energías renovables. “Los incentivos individuales de participar en debates tan complejos y polémicos son muy limitados –asume el catedrático de la Universidad de Vigo y director de Economics for Energy–, por no decir que son negativos”. ¿Por qué lo hace entonces? Porque no le gustaría repasar la hemeroteca “dentro de diez o veinte años” y ver “que no tuvimos una discusión completa e informada sobre cómo abordar la encrucijada actual”. Galicia, España y el resto del mundo se juegan con la descarbonización mucho más que un cambio de modelo energético. Es la transición a otro paradigma económico y social del que dependen las condiciones de vida en el planeta. “Siempre pensé que los académicos tenemos, dentro de nuestras capacidades y especialización, la obligación de informar y participar en los debates clave de la sociedad”, apunta uno de los expertos de referencia mundial, miembro del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC). Avisa de la importancia de la elección, “un elemento central de la ciencia económica, en un momento crucial”. “Las elecciones que hagamos hoy en este campo tendrán fuertes implicaciones para el futuro –subraya–: decir sí o no a algo no es gratuito porque hay muchas irreversibilidades potenciales asociadas al cambio climático”.

–¿Qué sensación tiene con toda esta discusión que se está dando en las energías renovables?

–Creo que esta oposición a las renovables forma parte de un fenómeno más amplio: las crecientes y múltiples barreras para avanzar de forma rápida en el proceso de descarbonización. Hoy tenemos problemas serios para que los políticos introduzcan medidas muy necesarias pero costosas electoralmente, por ejemplo impuestos ambientales que incentiven el cambio. En el mundo empresarial observamos cada vez más greenwashing o hacer que se hace sin resultados. Y muchos ciudadanos rechazan cambios en su entorno o estilo de vida. Probablemente todo el precedente esté relacionado con las expectativas creadas sobre la transición ecológica, que inicialmente se vendió como un proceso suave en el que todos íbamos a ganar. La realidad es bien distinta: un camino pedregoso donde, a pesar de que los beneficios netos para la sociedad son positivos, habrá bolsas importantes de perdedores. En un contexto como este, y con una mínima margen de maniobra ante el cambio climático por dejación en las últimas décadas, la preocupación es máxima.

–¿La discusión deja de lado el primordial, que es la lucha contra el cambio climático? ¿La sociedad todavía no asimiló la urgencia?

–Me sorprende que muchos de los participantes del debate ni mencionen esta cuestión central: los retardos ocasionados por las múltiples barreras a las que me referí antes van a llevar la mayores impactos del cambio climático. Y recordemos que España será uno de los países más afectados de nuestro entorno, con graves implicaciones sociales y económicas que ya estamos comenzando a sufrir. En el tiempo de descuento para poder mantenernos por debajo del aumento de 2ºC de temperatura, el objetivo del Acuerdo de París, me pregunto si una sociedad avanzada como la gallega, con grandes recursos eólicos y solares, puede mirar para otro lado sin reflexionar sobre esta cuestión y sus implicaciones locales y globales.

–El acelerón de la descarbonización tiene mucho que ver con la crisis energética tras la invasión de Rusia a Ucrania, pero es evidente que había razones de sobra ya antes para cambiar el mix de generación y consumo, ¿no?

–El sistema actual es claramente insostenible desde múltiples perspectivas ambientales, pero también implica depender de terceros países, muchos de ellos nada recomendables y fiables como estamos viendo, y origina una inmensa exportación de rentas.

Xavier Labandeira.

Xavier Labandeira. / PABLO HERNANDEZ GAMARRA

–¿Hay otra alternativa a la electrificación para prescindir de los combustibles fósiles?

–La electrificación será crucial para la descarbonización porque es el único sector en el que ya contamos con tecnologías muy maduras de producción que no emiten gases causantes del cambio climático. Al mismo tiempo, se trata de una energía muy eficiente en relación con otras alternativas fósiles. La electricidad producida con tecnologías limpias será fundamental para contar con hidrógeno para sectores no electrificables como la industria o transporte pesada. Obviamente hay muchos intereses en el conglomerado fósil para retrasar el proceso, a veces reclamando “neutralidad tecnológica” o esperar a la aparición de tecnologías milagro. Ante la situación de emergencia climática ni estamos en condiciones de esperar ni precisamos milagros porque ya contamos con alternativas viables para poder descarbonizar.

–¿Es posible ese camino sin un despliegue de renovables a gran escala?

–La escala es mayor de lo que muchos imaginan. No se trata de hacer unos pocos más parques eólicos y huertos solares. Prescindir de los fósiles vía electrificación y hidrógeno verde exigirá un grandísimo aumento en las capacidades renovables. Necesitaremos mucha eficiencia energética para una menor demanda sobre la expansión renovable, pero aun así será monumental. Algunos pueden aducir la opción nuclear porque tampoco emite gases de efecto invernadero, pero hay muchas desventajas, desde costes mucho más elevados hasta generación de residuos radiactivos de vida milenaria.

–La proliferación de más y más grandes proyectos rompió la convivencia que la eólica mantenía con el territorio en Galicia desde finales de los 80. ¿Qué piensa del lema “Eólica sí, pero así no”? ¿Entiende el malestar?

–Entiendo y comparto la preocupación y malestar ante la ocupación del territorio y los impactos de la creciente generación renovable, pero sin olvidar dos cosas: que necesitamos actuar con rapidez y decisión ante el cambio climático y que otras alternativas energéticas son peores. En cuanto al lema, puede ser válido siempre y cuando no implique autoengañarnos y aporte soluciones. Sobre todo, hay que evitar mezclar todo y no añadir complejidad a un asunto que debe tratarse de forma secuencial. En particular, la creciente demanda directa de electricidad y la indirecta por el hidrógeno renovable exige instalaciones de grandes dimensiones. Desafortunadamente no llega con autoconsumo o aprovechamientos de infraestructura existente. Debemos proteger, por supuesto, lugares muy valiosos y singulares desde un punto de vista natural, pero no todos los lugares tienen esas características, como parece derivarse de la ubicuidad de la oposición anti-renovable. En aquellos lugares en que instalemos las tecnologías renovables hay que hacerlo procurando el máximo respeto al entorno natural y previendo su desmonte y reposición de la integridad ambiental tan pronto como el avance de tecnologías energéticas menos invasivas lo haga posible.

Xavier Labandeira.

Xavier Labandeira. / PABLO HERNANDEZ GAMARRA

–Es también evidente que la sociedad cambió. No es posible repetir, por ejemplo, el modelo hidroeléctrico que en su momento obligó incluso a vaciar núcleos de población sin que hubiera beneficios locales.

–Una vez obtenidas garantías ambientales, la expansión renovable debe garantizar beneficios para los territorios, por justicia y por compensación de impactos negativos. Hay diversas maneras de conseguirlo, mediante el pago de tributos a las administraciones locales, con sistemas de concesión que requieran el pago de una parte de los rendimientos obtenidos a las comunidades locales, etc. Creo que es importante desmontar la supuesta relación inevitable entre renovable, daño ambiental y apropiación de rentas: está en manos de los decisores políticos establecer las condiciones para que esa causalidad no se produzca. Aportemos, en fin, soluciones secuenciales a los problemas.

–¿Pero las empresas tienen interiorizado ese cambio?

–Las empresas no son ONGs y buscan, como todas, beneficios por sus actuaciones. Sin embargo, sus operaciones deben llevarse a cabo en un estricto marco regulatorio que garantice los máximos beneficios climáticos a mínimo coste ambiental local y remunerando adecuadamente a los propietarios y territorios que se ven afectados por sus actividades. Tengamos en cuenta, en todo caso, que la transición ecológica será probablemente uno de los procesos de inversión y desinversión más intensos y en menos tiempo experimentados por la humanidad, algo difícil de realizar sin el concurso del mundo empresarial y también de la gran empresa.

–La ministra para la Transición Ecológica comentaba hace unos días en Galicia que entendía las reticencias a la eólica en el mar, pero también advirtió que no se puede vetar la llegada de un “nuevo vecino”. ¿Comparte la reflexión? ¿La pesca tiene causas reales para ese rechazo absoluto?

–Por supuesto, parece poco defendible que alguien pretenda hoy tener derechos exclusivos e indefinidos sobre espacios que pueden tener una utilidad cambiante para la sociedad. Cuando aparecen nuevos usos hay que procurar, en primer lugar, compatibilizarlos con las actividades existentes. Y parece, como recogió este periódico hace pocos días, que este puede ser el caso para muchas actividades pesqueras. Pero incluso si esto no fuera así, debemos retomar el concepto de la elección. Elegir solo pesca en lugares bien acotados, imposibilitando así el desarrollo eólico en zonas de gran recurso y menores impactos paisajísticos, tiene implicaciones claras sobre la acción climática y sobre los beneficios industriales directos e indirectos futuros en nuestro país. ¿Estamos dispuestos a tomar decisiones como estas a la ligera?

“La expansión desigual exige precios diferentes por territorios”

–¿Se puede defender la necesidad de aprovechar los recursos autóctonos sin caer en la idea del “expolio”?

–Como ya apunté, debemos crear las condiciones para que la expansión renovable, totalmente necesaria en un lugar con abundante recurso de viento y sol ante la emergencia climática, respete el entorno natural, no genere irreversibilidades ambientales y remunere adecuadamente a los propietarios de los espacios en los que se instale. Esa remuneración directa, por otra parte, puede ser solo parte del beneficio que dejen los desarrollos renovables. En Galicia, por ejemplo, los impactos industriales directos asociados al desarrollo de estas capacidades pueden ser inmensos para el conglomerado del metal, además de los indirectos mediante la dotación de energía más barata futura en forma de electricidad o hidrógeno verde para nuestros consumidores industriales y comerciales. Tal vez algunos no son conscientes de que en estos momentos la industria de los países más avanzados de la UE está buscando intensamente hidrógeno verde barato para garantizar su competitividad futura y muchos territorios están apostando por generación de energía limpia barata como factor de atracción de actividades y no para exportarla. ¿Estamos dispuestos a desaprovechar esta oportunidad de futuro aquí, donde tenemos recursos renovables y no estamos sobrados de industria y empleos de calidad para las nuevas generaciones?

–¿Cómo? ¿Hay que pensar en un nuevo contrato social con las renovables?

–El papel de la regulación será fundamental para evitar posibles abusos de los promotores de renovables. Debemos dotarnos de las capacidades para garantizar la máxima protección y reintegración ambiental, y ser quien de retener parte de los beneficios asociados a estas fuentes de energía no solo mediante exigencias a los promotores, sino también aprovechando las oportunidades que se abren para nuestro tejido productivo.

–Las tarifas eléctricas por zonas eran un tabú. Un atentado a la unidad de mercado. Ahora no parecen tan lejanas.

–Creo que una gran expansión renovable diferencial entre territorios, bien porque los recursos disponibles son desiguales o porque algunos deciden no aprovechar sus capacidades, exige precios energéticos distintos. El transporte de energía encarece su suministro y no tiene sentido económico una subvención a gran escala a territorios que no cuenten con capacidades renovables. Adicionalmente, estos precios más bajos son una manera de compensar por los costes ambientales locales asociados a estas tecnologías.

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Xavier Labandeira (Vigo, 1967) es catedrático del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo, donde forma parte del grupo de investigación Red y del centro de ECOBAS. Dirige Economics for Energy y fue autor principal del Grupo Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC).