Célibes involuntarios
'Incels', los hombres que odian a las mujeres
La serie 'Adolescencia' pone en el centro del debate público la problemática de los 'incels' (célibes involuntarios), comunidades en línea que propagan mensajes de odio visceral hacia las mujeres. El victimismo masculino es parte de su discurso, que tiene un especial calado en los varones más jóvenes

Fotograma de la miniserie «Adolescencia», que trata, entre otros temas, el fenómeno de los incels. / Netflix
Ágatha de Santos
Jamie Miller, personaje protagonista de la miniserie de Netflix 'Adolescencia', es un adolescente de 13 años que es detenido por el asesinato de una compañera de colegio. Jamie y sus compañeros utilizan un lenguaje asociado a la 'manosfera' o 'machosfera'–plataformas y foros en línea que promueven la misoginia y el antifeminismo más radical–, bajo cuyo paraguas se mueve, entre otras subculturas digitales, la 'incel' (acrónimo de la expresión inglesa 'involuntary celibate', célibe involuntario) de la que habla la serie, un movimiento que en ocasiones incita a la violencia y ensalza los asesinatos en masa, y que en algunos países es tratado ya como un riesgo de terrorismo emergente.
Aunque no es un fenómeno nuevo –el término 'incel' se acuñó ya en la década de los 90 del siglo pasado–, la expansión de las comunidades de "célibes involuntarios" en internet ha hecho saltar las alarmas entre los especialistas en psicología, sociología y estudios de género, que advierten sobre el aumento de discursos de odio visceral hacia las mujeres y contra los avances del feminismo, su impacto en los más jóvenes y la normalización de actitudes misóginas en espacios donde, hasta hace poco, habrían sido rechazadas.
La investigadora y profesora de Sociología de la Universidad de Vigo (UVigo) Silvia Pérez Freire, especializada en Violencia de Género, explica que los 'incels' son grupos de hombres reunidos en foros de internet que "se retroalimentan en su malestar y odio hacia las mujeres derivado, mayormente, del rechazo sufrido en sus acercamientos afectivos y sexuales". "Se presentan como víctimas sufrientes de una posición social que consideran subordinada al feminismo y de ahí su odio hacia este pensamiento y hacia las mujeres, que consideran responsables de su desgracia particular", explica esta doctora en Sociología.
Los "célibes involuntarios" reconocen su incapacidad para tener una pareja o una vida sexual a pesar de desear tenerla y culpan abiertamente a las mujeres de su fracaso sexual, basándose en la premisa de que todas son avaras y ventajistas, así como promiscuas y manipuladoras. Uno de los conceptos clave dentro de su narrativa es la aplicación de la regla 80/20 o principio de Pareto a las relaciones con las mujeres, según la cual el 80% de las mujeres están interesadas solo en el 20% de los hombres ya sea por su apariencia física o por su estatus, lo que explica su exclusión de las relaciones afectivas y sexuales.
"Es un fenómeno que tiene que ver con las identidades masculinas en un mundo de feminismo, con cómo combinar aspectos relacionados con relaciones de tipo social, afectivo y sexual con mujeres en un momento en que estas están empoderadas y en el que los hombres están aún en narrativas que tienen que ver con masculinidades de tipo clásico. Esto se traduce muchas veces en una frustración por no estar al nivel o por ser rechazados", sostiene Jorge García Marín, sociólogo y coordinador del Máster en Igualdad, Género y Educación de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y director del Club de Masculinidades Disidentes de esta universidad.
Origen
Tal y como explica la politóloga y formadora en igualdad Priscila Retamozo, el movimiento 'incel' nació en los años 90 del pasado siglo como un foro de apoyo mixto para personas con dificultades para establecer vínculos afectivos. Sin embargo, con el tiempo mutó hacia comunidades exclusivamente masculinas, donde se articula una narrativa que responsabiliza a las mujeres de su malestar y falta de éxito sexual. "Esta transformación no se puede entender sin tener en cuenta una crisis de las masculinidades tradicionales, en la que ciertos hombres perciben los avances feministas como una amenaza directa a sus privilegios. Así, el discurso incel se convierte en un espacio de reafirmación de poder simbólico, basado en el victimismo masculino y el odio a las mujeres", señala.
Las redes sociales funcionan como aceleradores, ya que permiten la viralización de mensajes de odio, la jerarquización de las relaciones afectivas y sexuales, la creación de referentes carismáticos y la segmentación de audiencias vulnerables. Plataformas como YouTube, TikTok, Reddit y Discord han sido claves en la diseminación de estos contenidos, muchas veces enmascarados como autoayuda, humor o libertad de expresión. "Lo que caracteriza estos discursos es su antifeminismo, el supremacismo masculino, el odio hacia las mujeres y el victimismo, una narrativa que es también muy de extrema derecha", remarca el sociólogo de la USC.
La expansión de subculturas como la 'incel' responde a la combinación de factores estructurales y contextuales. Los expertos apuntan, por un lado, a la creciente precarización económica, aislamiento social y crisis existencial, especialmente entre hombres jóvenes, y, por otro, a las redes sociales y foros online, que permiten que estas comunidades se consoliden y retroalimenten en bucle, favoreciendo discursos victimistas y misóginos. "Además, vivimos un contexto de reacción antifeminista, donde los avances en igualdad de género son percibidos por algunos sectores como una amenaza, lo que convierte a estos espacios en trincheras simbólicas frente al cambio social", añade Retamozo.
En similares términos se expresa la socióloga de la UVigo, que apunta que el aislamiento social es una clave de su desarrollo, pero también la falta de expectativas. "Es un espacio donde volcar la frustración y la desesperanza en el que las mentiras y la desinformación se convierten en discurso cultural para el refugio emocional de sus fieles. No es casual que la adhesión a estas comunidades se produzca en las edades tempranas y jóvenes", argumenta Pérez.
El auge de estos discursos de odio en foros, plataformas e incluso en algunos sectores políticos deja entrever que no se trata de un problema aislado. "No es una rareza, ni algo que pasa de vez en cuando, sino parte de una crisis más profunda: la forma en que se nos ha enseñado a ser hombres en esta sociedad", expone Rubén Villar Trenco, miembro de la comisión feminista del Colegio Oficial de Psicología de Galicia (COPG).
En su opinión, estos "célibes involuntarios" son un reflejo de una sociedad que aún construye la masculinidad alrededor del poder y del control. "Son un montón de hombres que están sufriendo, que se sienten solos y frustrados, pero que en vez de mirar hacia adentro y preguntarse qué les pasa o de trabajar sus emociones, terminan culpando a las mujeres, al feminismo o a la ‘sociedad moderna’. La cultura incel les ofrece una explicación sencilla: el problema no está en ellos, sino en los demás", sostiene Villar.
Según Retamozo, los discursos incels no solo generan un caldo de cultivo para el odio hacia las mujeres, sino que también construyen un modelo identitario masculino profundamente tóxico, donde la violencia aparece como forma de validación. "Representan un peligro real y cotidiano, puesto que la misoginia que promueven se está filtrando en el día a día de nuestras adolescencias. En formaciones con alumnado adolescente, me he encontrado con chicos que se niegan a unir su pupitre o a compartir ordenador con una compañera porque ‘no quieren contaminarse’ o tener ninguna relación con ellas. Estos comportamientos, que podrían parecer anecdóticos, son, en realidad, síntoma de una normalización del desprecio hacia lo femenino", dice.
Según la formadora en igualdad, el riesgo de este tipo de discursos es doble. Por un lado, que los jóvenes los adopten como marcos de interpretación del mundo. Por otro, que esta hostilidad estructure su socialización masculina desde edades muy tempranas, afectando a sus vínculos, su empatía y su forma de estar en el mundo. "Vivir en una realidad paralela creyéndose realmente que se es víctima del feminismo y de las mujeres es un peligro fomentado por discursos falsos que, sin embargo, tiene un gran impacto en la identidad masculina", agrega, por su parte, García.
Desde el prisma psicológico, el movimiento incel tiene que ver con la carencia de educación emocional. "A los varones, desde niños, rara vez se les enseña a poner en palabras lo que sienten, a lidiar con el rechazo, con el dolor, con la soledad. Crecen con un vacío afectivo que, si nadie acompaña, puede volverse peligroso. Y aquí entran dos cuestiones clave: la educación y la salud. La escuela puede ser un espacio para romper con los estereotipos de género y enseñar a vincularnos de una forma saludable. El sistema de salud tiene que estar preparado y ofrecer recursos para detectar esos malestares desde temprano, acompañarlos, contener y dar solución", concreta.
Los mensajes de odio hacia las mujeres no solo son la forma que tienen los incels de "lidiar con el rechazo, el dolor y la soledad", según el psicólogo. "Son una expresión extrema, pero las ideas que los sostienen están mucho más presentes en nuestro día a día de lo que pensamos, en espacios cotidianos, normalizadas y reforzadas de múltiples maneras", agrega.
Más allá de internet
La ideología 'incel' traspasa la "manosfera" y hace tiempo que se relaciona con asesinatos y atentados múltiples. "Desde la criminología se han documentado múltiples casos, sin relación entre sí, donde el perpetrador de la violencia era usuario de estas comunidades. Hace décadas que sabemos que el machismo mata y esta solo constituye una nueva forma de verse manifestada en la era digital. Hay que tomarse en serio que el machismo es un problema de salud pública y seguir trabajando en la igualdad efectiva y real", dice la socióloga de la UVigo.
El caso más mediático es el de Alek Minassian, que en abril de 2018 mató en Toronto a 10 personas (8 mujeres y 2 hombres) e hirió a otras 16 en un ataque vinculado con este ideario.
Para desactivar estas ideologías, Priscila Retamozo señala que es necesaria una estrategia multidimensional, sostenida en el tiempo y con enfoque feminista. "Una de las claves está en la coeducación y en una educación afectivo-sexual que vaya mucho más allá de hablar de las infecciones de transmisión sexual. Necesitamos trabajar estos temas desde edades tempranas, abordando el consentimiento, los afectos, los vínculos y los mandatos de género desde una mirada crítica", dice.
En este sentido, la socióloga de la UVigo Silvia Pérez Freire apunta como medida la "divulgación sobre la realidad de la desigualdad social por razón de sexo y el buen trato como mecanismo hacia el bienestar personal y colectivo".
"Nos jugamos mucho como sociedad en detener el discurso del odio hacia las mujeres. No es solo una cuestión de género; es una cuestión de derechos humanos y de democracia", sentencia Retamozo.
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