La Audiencia de Alicante ha absuelto a la mujer acusada de haber encerrado a su marido en un piso de la Playa de San Juan para impedir que se operara de un tumor cerebral, según la sentencia a la que ha tenido acceso este diario. El fallo no declara probado que fuera la acusada la que encerrara a su esposo contra su voluntad para que siguiera terapias naturistas y que fue éste quien decidió seguir un tratamiento alternativo. Pese a las visitas a Madrid, Marbella y Pamplona, los tratamientos no dieron resultado alguno, según el fallo.Los magistrados señalan que el matrimonio se fue al piso porque el enfermo quería estar más tranquilo, aislándose de relaciones sociales dada su enfermedad y su agravamiento. El 23 de febrero de 2009, el paciente llamó a su madre y le pidió que fuera a recogerlo para llevarle a casa, por circunstancias que no constan para los magistrados. El fallo considera que el deterioro físico en el que se encontraba era de "manifiesto deterioro" por razón de su enfermedad deficientemente tratada.

Los hechos se remontan a abril de 2008 cuando al hombre se le diagnosticó un tumor. Las acusaciones sostenían en el juicio que ella era seguidora de las medicinas alternativas desde el herbolario que regentaba. Pese a que finalmente fue operado, el enfermo falleció en el año 2013 al haberse reproducido el tumor. La esposa del paciente calificó durante la vista las acusaciones de «calumnias» y aseguró que era su marido quien voluntariamente había decidido no operarse porque «tenía miedo a la intervención». «Le daba claustrofobia meterse dentro del aparato de la resonancia magnética», aseguró.

La sentencia constata la mala relación existente entre la acusada y la familia de su marido y subraya que no puede concluirse que el paciente estuviera privado de libertad, con un aislamiento de sus parientes y de sus amigos voluntario, "conocedor de que su familia ni compartía, ni apoyaba la decisión de no operarse". Para los jueces no ha quedado probada una situación de continuas agresiones que justifiquen un clima de terror y dominancia de la acusada sobre su marido.

La acusada sostenía que el hombre tenía total libertad de movimientos y que hacía su vida normal, hecho que ahora los jueces consideran probados. La defensa esgrimía los listados de teléfonos de las llamadas del difunto que reflejaban varias y largas conversaciones desde su teléfono con sus familiares. Sin embargo, estos respondieron que en esas llamadas no hablaban con él, sino que era ella quien usaba el terminal para ponerse en contacto con el entorno del marido, sin dejar que se pusiera en ningún momento. La familia dijo que perdió todo el contacto con él desde que el matrimonio se instaló en un apartamento de la madre en la Playa de San Juan. Una versión totalmente contrapuesta a la de varios testigos propuestos por la defensa, entre ellos un hijo de la acusada, fruto de una relación anterior, y una amiga de ella que limpiaba la vivienda que negaron que el enfermo estuviese privado de libertad o coaccionado por la acusada.