"No tengo nada que esconder, espero que el que lo hizo lo pague bien". Son las palabras rotundas J. L. O., la última persona con la que fue vista el pasado 13 de febrero Paz Fernández, la mujer que apareció asesinada el martes en el embalse asturiano de Arbón, antes de su desaparición. "Éramos muy buenos amigos desde hace años. Yo vivía en Gijón, trabajaba allí y ella tenía un local cerca", explica J. L. O., que reconoce ser consciente de que en Navia la gente sospecha de él por haber sido visto aquella tarde con su amiga Paz, tomando algo en dos locales: el San Francisco y el Cantábrico.

J. L. O. ha hablado con el diario La Nueva España y se defiende. Explica que aquella tarde, como muchas otras, los dos quedaron. "Nos vimos en el San Francisco y después fuimos al Cantábrico. Estuvimos juntos hasta las seis de la tarde y después le dije que subiese a casa a cenar conmigo y con mi madre, pero nunca llegó". Habían quedado sobre las nueve para que la gijonesa acudiese a cenar a casa de J. L. O., pero un poco antes de la hora convenida ella le envío unos mensajes por Whatsapp en los que "se la veía disgustada, nerviosa; tenía un cambio de actitud evidente".

Aun así, su amigo le insistió, le dijo que estuviera tranquila y que se animase a subir a cenar. "Pero ví que no llegaba, así que empecé a llamarla y no me contestó. Tras insistir varias veces me cogió el teléfono, pero le entró otra llamada y me colgó. No supe nada más de ella", explica J. L. O., quien añade: "Como tengo que llevar una medicación a rajatabla porque estoy operado de una pierna, y al ver que no venía, me quedé dormido enseguida."

Al día siguiente de la desaparición de la gijonesa, J. L. O. recibió una llamada desde la pensión San Francisco. "Me dijeron que el perro de mi novia andaba vagabundeando por allí, ya les dije que no era mi novia, que si lo fuese estaría conmigo, en mi casa". El dato del perro solitario y que Paz Fernández siguiese sin responder al teléfono hicieron que a J. L. O. le saltasen las alarmas y decidiese acudir a la pensión donde supuestamente había dormido su amiga.

Ya en el alojamiento San Francisco J. L. O. le pidió a uno de los empleados que "por favor mirasen si estaba en la habitación. Entraron y no estaba, es más, yo le había dejado una estufa para que no pasase frío y estaba derretida, no había pasado allí la noche. Entonces ya me preocupé de verdad", asegura J. L. O. El coañés explica que Paz Fernández y él sólo eran amigos. "Ya se lo dije a Policía judicial: nunca tuvimos otra relación que no fuese la de amistad. Yo tengo mucho respeto por Paz y por su familia; además los dos tenemos hijos de edades similares y por eso solíamos quedar cuando yo iba a ver a mi hijo a Gijón. Una relación normal entre amigos", concreta.

Añade J. L. O. que su amistad con la víctima se fraguó hace años en Gijón, y que después ambos se reencontraron en Navia, una zona que Paz Fernández solía visitar bastante en su caravana, que ahora tenía averiada. "Volvimos a coincidir, yo le dije que ahora planto fabas y un día le bajé unas pocas. Amigos".

J. L. O. defiende su inocencia y asegura que tiene la conciencia muy tranquila, aunque reconoce que "quizás tenía que haber bajado a buscarla cuando vi que estaba nerviosa o angustiada, pero la Policía ya me dice que nunca se puede saber lo que va a pasar. Sólo espero que den con el culpable. Nadie se merece una muerte así",

La Policía judicial anda cerca del asesino o asesinos de Paz Fernández, de hecho J. L. O. afirmó que los agentes le mostraron un retrato robot de una persona que él no ha sabido identificar y que podría coincidir con el autor de la llamada que la víctima recibió mientras hablaba con su amigo, con el que nunca llegó a cenar aquella noche.

La autopsia confirma que Paz Fernández fue asesinada

La autopsia confirma que Paz Fernández fue asesinada

La autopsia confirma que Paz Fernández fue asesinada. Vídeo: Agencia ATLAS

La última señal del móvil de Paz Fernández aparece en Busmargalí, a ocho kilómetros del embalse de Arbón, en cuyas aguas apareció flotando, este martes, el cadáver de la gijonesa, con el cráneo destrozado.