Un auténtico infierno. Eso es lo que tuvo que sufrir la hija del segundo marido de Conchi cuando convivió con ella entre los 4 y los 6 años. Aún recuerda angustiada y con lágrimas en los ojos los castigos que le infringía: «me despertaba a las seis de la mañana pinchándome las manos con una aguja, y me encerraba en un armario cada vez que según ella me portaba mal». Unos maltratos que, afirma, le hacen pensar que «es capaz de hacer cualquier cosa».

El pasado de Conchi, la mujer acusada de matar junto a su cuidador y excuñado al cuarto de sus maridos, es de lo más sombrío a medida que se van conociendo más detalles. El que fue su segundo esposo, residente en Alcoy, ya narraba la semana pasada que era una persona «manipuladora y desequilibrada mentalmente», y que se quedó con su vivienda tras obligarlo a ponerla a su nombre. También explicaba que lo forzó a hacerse un seguro de vida por 500.000 euros y un testamento, y que además había tenido que pasarse seis meses en prisión a causa de falsas denuncias por malos tratos.

Pues bien. No sólo fue una experiencia terrible para él, sino también para su hija Alexandra, que entre los 4 y los 6 años convivió con la mujer, antes de que definitivamente quedase bajo la tutela de su madre biológica. En la actualidad tiene 21 años, pero aún recuerda como una pesadilla lo vivido en lo que debió ser su tierna infancia.

En declaraciones efectuadas a INFORMACIÓN, no tiene dudas a la hora de señalar que «era muy mala. Cuando hacía algo que a ella no le gustaba no dudaba en ir a por mí y castigarme de la forma más cruel».

Y como muestra un botón: «Me encerraba en un armario, donde tenía los juguetes, y allí me quedaba durante mucho tiempo a oscuras, porque no alcanzaba el interruptor de la luz». También recuerda que «me ponía los brazos en cruz con libros en las manos, y si no aguantaba lo que ella consideraba me golpeaba hasta hacerme moratones».Otra de las «aficiones» de Conchi, según Alexandra, consistía «en despertarme a las cinco o las seis de la mañana pinchándome las manos con una aguja».

Los que en aquellos momentos eran sus hermanastros, un niño y una niña, también recibían castigos parecidos, «y me acuerdo que tratábamos de defendernos entre nosotros». Estos maltratos se los infringía «cuando mi padre estaba en el trabajo. Aprovechaba esos momentos en que no se encontraba en casa», afirma.

El resultado de estas situaciones fueron «pesadillas, insomio, ataques de ansiedad..», de los que aún no ha logrado desprenderse del todo.

Se enteró del asesinato ocurrido en Alicante a través del periódico, «y me quedé totalmente blanca cuando vi su foto». En cualquier caso, no le sorprende del todo lo sucedido. «Una persona que manipula a sus parejas, que profiere amenazas o que llega a golpear a una niña de cuatro años hasta hacerle moratones por todo el cuerpo es capaz de hacer cualquier cosa», argumenta.

La silla de ruedas

Además, niega que a Conchi le haga falta la silla de ruedas. «¿Cómo que parapléjica?», señala Alexandra, para añadir a continuación que «yo la he visto caminando sin ningún tipo de problemas hace apenas tres o cuatro años».

Además, comenta que una vecina «la vio solo dos días antes del suceso con un vestido de flores paseando por Alcoy».