Cuando las primeras fotografías del suceso comenzaron a circular por las redes sociales, nadie daba crédito. La carretera se había "tragado", literalmente, un Renault Megane azul, estacionado en la margen derecha de la avenida. Las siguientes imágenes confirmaban lo sucedido: hacía las once de la noche, el peso del coche había vencido la inestabilidad del suelo, junto al parque de León Felipe, hasta quedar finalmente varado, como una ballena en una playa.

Rápidamente, la Policía Municipal acordonó la zona y cortó el carril de circulación de la avenida de Cardenal Cisneros hacia Salamanca, con el fin de asegurar un perímetro suficiente para poder extraer el malogrado coche. La distancia entre las cintas de seguridad y el automóvil no mermaron la curiosidad de decenas de viandantes, que siguieron lo que iba a ser un inesperado (y gratuito) espectáculo a medianoche.

A muchos les pilló el viernes, de noche, y, por lo tanto, el inicio de la fiesta nocturna. Sin duda, fueron la mayoría de quienes transitaban por la zona los que perdonaron lo habitual por lo excepcional. Y pronto multitud de zamoranos comenzaron a formar filas y filas de observación, cual procesión de Semana Santa. Huelga decir que lo distendido del ambiente respondía a que, pese a lo dantesco de las imágenes, ningún daño personal había que lamentar.

Y ahí comenzó la "operación rescate" del automóvil, que se prolongaría por más de una hora. La primera actuación consistió en asegurar el vehículo mediante eslingas para poder extraerlo con la ayuda de la grúa del camión de bomberos.

Los comentarios, las especulaciones, no se hicieron esperar. Cada cual recomendaba en alto (a veces, en tono jocoso) su particular idea para recuperar el coche. Poco pudieron ayudar los presentes, en todo caso, conscientes de que la víctima del asfalto no solo había caído en el interior de la cavidad, sino que estaba lógicamente incrustada en el enorme socavón.

"Quizá solo sea chapa y pintura", comenzaron a especular algunos de los presentes, ignorando los daños ocultos del vehículo, algo más serios. Una vez asegurado el vehículo, la pluma del camión comenzó a mover el automóvil, dando muestras de que la operación podía alargarse. Cables, pértigas y equipos de excarcelación fueron necesarios para enderezar el "cadáver" con ruedas, en repetidas maniobras que finalmente dejaron el automóvil franco para su recuperación. Una vez en el aire por completo, parecía sumamente vulnerable el vehículo, indefenso, cual cochino suspendido en la balanza para su pesaje, antes de proceder a la matanza.

Algunos de los espectadores continuaron con la apuesta: "Quizá solo sea chapa y pintura". Pero los daños en la cubierta, la dirección... en fin, denotaban algo más serio. Fuera ya de peligro, pero varado sobre el eje derecho, los bomberos facilitaron la última operación, para dejar el coche sobre sus cuatro malogradas ruedas. "Hagan lo que hagan, ¡la hostia la va a pegar igual", vaticinaban los más pesimistas, sobre la incorporación del vehículo a su estado natural. Pero todo fue suavidad y elegancia. Un aplauso premió la pericia del equipo de rescate.

El Megane volvía a su acostumbrada posición, solo segundos antes de ser remolcado por una grúa camino del taller. Y aún entonces, algunos repetían: "A lo mejor solo es chapa y pintura". A tenor del aspecto tras el rescate y ante la mirada perpleja de su dueño, quizá aquello fuera algo más serio que chapa y pintura.