Lorena, de 38 años, permanece en coma, en el Hospital Clínico. Su estado es muy grave. Los médicos le extraerán por cesárea a su bebé en el séptimo mes de gestación porque necesitan intervenirla de urgencias para salvarle la vida y tratar de paliar las consecuencias del derrame cerebral. La situación no es buena, pero está viva. Y lo está gracias a la preocupación de sus amigas y familiares y a la intervención de su otro hijo, Víctor (nombre ficticio) de solo cuatro años.

Fue su envío constante de mensajes a través de Messenger y de Whatsapp, que inundaron los móviles de las amigas de su madre, y el hecho de que contestara a todas las llamadas que llegaron al teléfono de Lorena lo que activó la alarma. La señal definitiva de que algo fuera de lo normal estaba sucediendo llegó de la mano de la abuela paterna de Víctor, que reside en Dinamarca. "Estuvo llamando y llamando el domingo a Lorena, pero no se hacía con ella. Le cogía el teléfono el niño y solo le decía que 'mamá está dormida' y que no le contestaba".

La mujer, asustada por lo que le hubiese podido pasar a su nuera, de 38 años y embarazada de siete meses, pidió a una amiga de Lorena. Smargie, que acudiese a su domicilio. La mujer acudió con otra de las mejores amigas de Lorena, Jacqueline, quien de hecho se ha hecho cargo ahora del pequeño mientras su madre permanece hospitalizada.

Ambas llamaron una y otra vez al timbre, pero nadie les abría. Finalmente, fue Diana, una vecina de la finca, quien les facilitó la entrada. Una y otra vez llamaban al timbre, pero solo respondía Víctor. "No podía abrir la puerta. Se escuchaba que rascaba la cerradura con algo, pero no había manera", relata Diana, que minutos después decidió llamar al 091 "porque era muy raro y estaba claro que le había pasado algo a la madre, y que el niño estaba en peligro al estar solo en la casa".

Dos agentes de la Policía Nacional acudieron enseguida, pero tampoco pudieron hacer mucho más que las tres mujeres: hablar con el niño a través de la puerta. "Intentaron abrirla con un plástico, pero la llave estaba echada, así que pidieron urgentemente la presencia de los bomberos", explica Diana.

La arropó y le 'ofreció' comida

"En pocos minutos llegaron y un bombero entró por la ventana que da a la calle". Encontró al niño en buen estado y a su madre, caída boca abajo en una de las habitaciones. Tenía prendas y trozos de alimentos colocados sobre su cuerpo; posiblemente el pequeño la había arropado creyéndola dormida y le había dejado alimentos al ver que no reaccionaba. El bombero comprobó que tenía pulso pero que necesitaba ayuda médica urgente. Para entonces, ya estaba en el lugar, en el barrio valenciano del Grao, una ambulancia del SAMU. Dada la dificultad para abrir la puerta principal, la médica entró con los bomberos por la ventana con la ayuda de la escalera de altura y pudo intubar y procurar el primer tratamiento a la mujer, que sufría un derrame cerebral.

"Nos dijeron que si hubiesen tardado un poco más, habría muerto". Finalmente, los bomberos, con la ayuda de los policías, lograron descerrajar la puerta y franquear el paso para que los sanitarios evacuasen de urgencia a Lorena. Su estado en ese momento era gravísimo.

De hecho, fue intervenida de urgencia nada más llegar al Hospital Clínico y ahora está en coma. El pronóstico no es bueno y dependerá de su evolución en las siguientes horas. Los médicos no saben cuánto tiempo permaneció sin atención sanitaria, cuánto tiempo llevaba caída, inconsciente, en casa con la única compañía del pequeño Víctor.

"Estamos convencidas de que no ocurrió el domingo, sino el sábado. Ella es muy activa en Facebook y lo último que subió fue unas fotos de un biko que cocinó esa tarde", un postre típico de Filipinas, su país de origen y del resto de las amigas. A partir de ahí, nadie la volvió a escuchar. Todas las llamadas las atendió Víctor. El sábado, a las 19.29 horas, la llamó otra de las amigas. La llamada duró 18 minutos, pero no consiguió hablar con Lorena. "Hablé con el niño, que ahí ya me dijo varia veces que su madre estaba durmiendo. Le escuchaba canturrear y hablar solo". En ese momento, no sospecharon nada, porque era perfectamente posible que Lorena estuviese ocupada y que el niño estuviese trasteando con el móvil, como era habitual.

Decenas de mensajes

Gracias a esa destreza con el teléfono, que maneja con absoluta soltura, el niño se pasó parte del sábado y toda la mañana del domingo enviando mensajes a las amigas y a la familia. "Mandaba las letras del abecedario, los números ordenados del 1 al 10, fotografías...". Sabían que era él, pero tampoco era algo extraño, porque muchas veces cogía el teléfono de su madre para jugar. Lo raro era la ausencia de noticias de Lorena. Por eso, cuando su suegra lanzó la voz de alarma sobre las dos de la tarde del domingo, es cuando todo empezó a encajar y se asustaron.

Una vez que la mujer fue evacuada al hospital, Jacqueline se hizo cargo del niño. "Cuando llegamos a mi casa, comió de una manera exagerada. Tenía muchísimo hambre. Ese es otro de los motivos por los que creemos que ella llevaba inconsciente desde el sábado. Y la casa estaba revuelta y el niño desatendido. Eso no era normal. Fue el sábado o el viernes por la noche, seguro", analiza. Esa sospecha es compatible con la gravedad del estado de Lorena, ya que el pronóstico y evolución de los derrames cerebrales empeora cuanto más tarde se produce la atención médica.

Víctor juega sin parar con el móvil. Desbloquea con ligereza el teléfono, abre y cierra aplicaciones, se queda absorto con vídeos infantiles y despeja sin inmutarse las notificaciones que entran cada poco sin prestar atención al entorno. Luego escribe letras en un folio y cuenta números entre risas. Está como en familia, porque en esa casa pasa muchas horas. Lorena y Jacqueline son casi como hermanas. En horas llegará su padre, en el primer vuelo que ha podido coger desde Ibiza, donde trabaja desde hace tiempo. Irá directo al hospital. Ahora, todos están pendientes de la labor de los médicos. Y de la suerte.