Tribunales

La víctima de la violación grupal en una discoteca de Valencia: "Cada vez que gritaba, me agarraban del pelo, me daban bofetadas, patadas"

Los dos acusados, a quienes se piden 42,5 años de cárcel, siguen negando el ataque | El magistrado tuvo que asistir varias veces a la joven para que pudiese declarar

Los dos acusados de la brutal agresión grupal en Valencia, sentados en el banquillo.

Los dos acusados de la brutal agresión grupal en Valencia, sentados en el banquillo. / Miguel Ángel Montesinos

"Yo chillaba todo el rato. Les decía que me quería ir, que me dejasen, que no quería... Pero cada vez que gritaba, que hablaba, eran patadas, chafones por todo el cuerpo, me agarraban del pelo y me daban bofetadas para hacerme callar. Llegó un momento en que solo lloraba y solo pensaba ‘me quiero ir a mi casa’. Empecé a ser consciente de lo que me estaba pasando. Entonces, me engancharon del pelo, me levantaron y me pusieron contra la pared del baño. Uno me sujetó del pelo y el otro, de la cintura. Me tenían cogida para que no me moviera. Yo ahí ya me limitaba a mirar a la pared. Cuando acabaron, me pusieron la zancadilla, por detrás, me engancharon el pie y me empujaron. Me caí. ¡Y se fueron! ¡Se fueron!".

Es una violación grupal en toda su crudeza. La ocurrida entre las cinco y la seis de la madrugada del 29 de septiembre de 2019 cuando una joven de 18 años, que salía por primera vez con sus amigos de fiesta por València –reside en un pueblo de la provincia–, fue brutalmente asaltada por cuatro individuos en los baños de la discoteca Indiana de València. Dos de los presuntos autores, Iván M. L. y Agustín F. P., ambos valencianos, este último con antecedentes por violencia machista, se sentaron el miércoles en el banquillo de los acusados para responder de esa violación grupal, por la que la Fiscalía les pide 42,5 años a cada uno de ellos. 

Considera a cada uno de ellos autor directo de una violación y cooperador necesario de dos, y les pide 13,5 años por cada una de esas agresiones sexuales. Más dos por los daños psíquicos.

Pese al desgarrador relato realizado por la víctima ante la sección segunda de la Audiencia de València, en el que la joven se quebró y rompió a llorar tres veces y en el que apenas encontró palabras para describir los momentos más íntimos, vergüenza que solo logró vencer con la incesante ayuda, apoyo e intervención del presidente del tribunal, el magistrado José Manuel Ortega, ninguno de los dos acusados mostró ni un ápice de emoción o empatía mientras la víctima iba desgranando lo sucedido aquella noche.

"Sé que se turnaron para violarme porque el primero le dijo al otro: ‘Ahora tú, tío’"

La joven llegó al Indiana con un grupo de amigos sobre las cuatro de la madrugada. Al poco, decidió ir al baño "porque no me aguantaba. Se ofrecieron a acompañarme, y les dije que no hacía falta". En el pasillo común a los aseos de hombres y mujeres, un desconocido, "el que llevaba una camiseta roja con el logo de Armani me cogió del brazo y me dijo que un chico necesitaba ayuda. Yo no entendía nada. Le pregunté pero solo decía que fuera, que necesitaba ayuda". La arrastró al baño de hombres. "Al entrar estaban los otros tres. Me rodearon. Me empecé a agobiar, se reían y decían ‘qué guapa, qué bien has elegido’. Empezaron a tocarme. Yo decía que me quería ir y ellos, ‘que te calles, que no te vas a ir’. Me agarraban y me apretaban".

En instantes, le arrancaron los broches del body por debajo de la falda y le introdujeron los dedos en la vagina tres de ellos, algo que solo pudo contar con la ayuda del juez "porque no sé cómo decir las palabras". 

El personal de seguridad les echó

"Fue muy rápido. El de rojo es el que hablaba, el que organizaba. Había otro de negro, otro con una camiseta clarita y otro más con un polo azul marino". Después, la empujaron violentamente al interior de uno de los váteres. Cerraron la puerta y la rodearon. Vuelve a romperse. El juez le ofrece parar. "No. Quiero acabar ya con esto. Un minuto, por favor, que respiro y me recupero". Los acusados siguen sin mostrar emoción alguna. Solo uno de ellos, el que iba de rojo, murmura y agita la cabeza cuando afirma que lo reconoció a la salida de la discoteca "sin ninguna duda", confirma que el policía nacional que estaba en ese momento con ella y que los arrestó.

Dentro del aseo, la tiraron al suelo. Empezaron los pisotones, las bofetadas, las patadas. "Estaban como de risas. Yo gritaba, no quería estar ahí. Se llamaban ‘bro’, ‘hermano’. Uno dijo: ‘¿Ahora quién? ¿Tú o yo?". Tres de ellos la obligaron a realizarles una felación. No fue capaz de explicarlo. El juez tuvo que volver a ayudarle a encontrar las palabras. "Me lo pusieron en la boca, me metieron eso tres de ellos en la boca". "¿El pene?". La respuesta, apurada, nerviosa: "Sí, eso".

"Llegó un momento en que ya solo lloraba, me limitaba a mirar la pared y pensaba ‘me quiero ir a casa’"

"La gente empezó a tocar a la puerta. Y preguntaba qué estaba pasando. El de rojo echó al de azul y al de clarito: ‘Iros fuera que nos toca a nosotros’". Le obedecieron. La izaron por el pelo y consumaron las violaciones contra la pared. Cuando se fueron, dejándola tirada en el suelo, se quedó un rato acurrucada. "No sabía qué hacer".

Atacada por otro hombre

Cuando salió, se quedó en un pilar, donde "un baboso empezó a chuparle el cuello mientras ella estaba totalmente en shock, aterrorizada", explica el amigo que la encontró. "Nunca olvidaré su cara de terror y al tipo babándole el cuello y tocándola", concluye. Ese amigo la separó del nuevo abusador y la protegió en el baño de chicas, dejándola momentáneamente en compañía de dos desconocidas mientras iba en busca de la amiga de la joven.

A partir de ahí, el grupo de amigos, que llevaban un tiempo buscándola sin éxito, trataron de pedir ayuda al personal de seguridad: "Nos dijeron que no era su problema y nos echaron a la calle". Ni siquiera atendieron a la petición de llamar a la Policía. Fueron los amigos quienes lo hicieron.

"Cuando fui al día siguiente con la Policía al baño de la discoteca, lo habían limpiado todo con lejía"

Para entonces ya era la hora de cierre del local. La Policía Nacional ordenó a los vigilantes que hicieran salir por separado a quienes llevasen camiseta roja. Gracias a ese filtro, la joven, protegida por una agente de Policía, identificó al primero de ellos, el de rojo, y, unos minutos después, al segundo, el de negro. El miércoles volvió a reconocer a ambos en el juicio, a través de un cristal. Su reacción al verlos fue absolutamente elocuente. Los otros dos nunca fueron localizados.

Ambos acusados negaron, de nuevo, su implicación. Se aferran a que el ADN seminal en la víctima no era de ellos –la joven explicó que tenía novio y que habían mantenido relaciones sexuales completas, y que los violadores no eyacularon durante la agresión– y a que tampoco había rastro biológico de ellos en el baño. "Cuando fui al día siguiente con la Policía para decirles qué baño era, los de la discoteca habían limpiado el aseo. Estaba todo limpísimo, olía mucho a lejía", confirma la amiga de la víctima a preguntas del fiscal. La Policía Científica lo relatará en la sesión de este jueves.