Investigación

El crimen de Aínsa: un cadáver en un pozo, una vidente y el chicle que no tenía ADN

Carlos Viscasillas fue asesinado, a sus 24 años, en 1995, pero su muerte solo destapó una red de drogas

Carlos Viscasillas apareció muerto de dos disparos en el interior de este pozo situado a dos kilómetros de Aínsa.

Carlos Viscasillas apareció muerto de dos disparos en el interior de este pozo situado a dos kilómetros de Aínsa.

Luis M. Gabás

Carlos Viscasillas Coronas desapareció el 28 de diciembre de 1995 cuando iba de camino a un pub de Aínsa (Huesca), después de una larga jornada de trabajo en el hostal de sus padres. Tres días después fue hallado muerto en el interior de un pozo. Su asesinato permitió desarticular una red de tráfico de drogas en la comarca del Sobrarbe, pero no dar con el autor de un crimen que forma parte de la larga lista de casos sin resolver en Aragón. Una vidente y un chicle en el lugar en el que apareció el cadáver llenaron de esperanzas a una familia que vio archivarse el caso hasta en tres ocasiones por falta de pruebas.

Eran las 23.30 horas del jueves previo a la Nochevieja. Carlos, un joven muy querido en el municipio oscense en el que su familia regentaba la pensión Pirineos, salió del negocio y acudió al bar La Parrilla, donde estuvo con otros jóvenes de la localidad hasta que, solo, salió en dirección al pub Cadillac. Nunca llegó hasta allí.

La Guardia Civilactivó un amplio dispositivo para dar con su paradero. Trabajaban con la premisa de que este joven no podía haberse ido muy lejos pues no le gustaba subirse en coches que no eran conducidos por él. El rastreo no dio sus frutos hasta la mañana del 31, sobre las 09.30 horas, cuando dos cazadores de Boltaña dieron aviso a la Benemérita de la presencia de sangre en la conocida finca del Doctor Pla. La vieron el sábado por la tarde, si bien en un primer momento pensaron que podía tratarse de un jabalí. Su convencimiento cambió cuando fueron conscientes de la alarma que se había extendido en la zona.

Cuando los agentes del instituto armado se asomaron al pozo confirmaron el peor de los finales: Carlos Viscasillas yacía muerto flotando sobre el agua. Cuando sacaron el cadáver vieron que su cuerpo presentaba dos heridas de bala, una de ellas mortal. Fue un disparo a bocajarro. Tras matarle, el autor o autores salieron a toda marcha del lugar, imprimiendo en el suelo unos rodamientos de un todoterreno. También se dejaron un chicle mascado junto al pozo. El pozo en el que fue hallado el joven llevaba más de dos años sellado con unas chapas y un candado que fue roto para poder destaparlo. Las planchas metálicas que impedían el uso del mismo estaba tiradas en un lateral.

Todo ello hizo suponer a los investigadores que el sospechoso era alguien de la zona. Tanto por el tipo de vehículo empleado como por el conocimiento de dicho pozo. De hecho, el chalet, situado en el término municipal de Boltaña y a tan solo dos kilómetros de Aínsa, es visible desde la carretera.

Examen forense

El primer revés del caso fue el mismo día del hallazgo. La intensa lluvia que cayó borró las huellas que había dejado el coche, no pudiendo ser analizadas como hubiera sido normal. No obstante, tras extraer el cadáver, los investigadores vaciaron el pozo en busca de pruebas en el fondo del mismo.

La cara de esa moneda fue que tan solo transcurrieron tres días desde su desaparición al hallazgo del cadáver, por lo que el cuerpo no se había visto afectado por el agua sobre la que estaba. Esto permitió que el forense que le realizó la autopsia determinara que fue asesinado a las 01.30 horas de la madrugada del 29 de diciembre. Es decir, escasas horas después de que se le perdiera la pista a este joven ainsetano.

Pronto la Guardia Civil hipotetizó que detrás de este crimen podría estar un asunto de drogas. Los agentes encargados de las pesquisas llegaron a enterarse de que Carlos Viscasillas había estado de vacaciones en Cuba unos meses antes de ser asesinado y que pagó parte del viaje con la venta de cocaína. Un negocio del que, al parecer, se quería salir, si bien no le dejaron. De hecho, el mismo día del crimen hubo un importante movimiento de diferentes sustancias en Aínsa y municipios adyacentes, especialmente venta de éxtasis.

El 10 de enero se produjeron las primeras detenciones. Fue al mismo tiempo que se hacía una requisa de escopetas y armas en el municipio para que los especialistas en Balística pudieran determinar si alguna de ellas fue empleada en el crimen. El resultado fue negativo.

La Guardia Civil llegó a precisar de los servicios de una vidente

Hasta diez jóvenes llegaron a ser arrestados por un delito contra la salud pública, si bien el ajuste de cuentas que sobrevolaba en las mentes de los investigadores no pudo comprobarse y, por tanto, ninguno de ellos fue detenido ni juzgado como autor del asesinato. Todos quedaron en libertad tras declarar en ese momento, no arrojando luz en relación con la muerte de Carlos, amigo de alguno de ellos.

Aunque no se sentaron en el banquillo por el crimen, sí lo hicieron por el trapicheo de cocaína y éxtasis en la comarca de Sobrarbe. La Audiencia Provincial de Huesca condenó, en 1997, a un total de 16 años de prisión y una indemnización de 4 millones de las antiguas pesetas a nueve jóvenes. De todos, destacó C. J. S. B., alias Epi, que durante el juicio reconoció haber comprado a Carlos Viscasillas 14 gramos de cocaína procedente de un alijo comprado en el viaje a Cuba junto a tres amigos.

Tirar la toalla

El mismo día de la sentencia, la jueza de Boltaña que instruía el caso tiraba la toalla y daba por concluida la instrucción sin encontrar sospechosos. Antes de ese archivo, la Guardia Civil sorprendió con el empleo de una vidente para ver si les arrojaba algo de luz. En concreto, recurrieron a los servicios de Montserrat Casona, quien acudió al pozo acompañando a varios agentes.

Allí, según publicó este diario en aquel mes de julio de 1996, la mujer entró en trance y tuvo una visión del crimen: vio la intervención de varias personas jóvenes a las que llegó a describir. No sirvió de nada y eso que incluso llenó de esperanza a la familia de Viscasillas, que sintió dolor en el primer portazo judicial que recibió en 1997, reabriéndose a instancias de la familia en 1998, si bien volvió a ser cerrado. Fue tal la desesperación de los Viscasillas Coronas que llegaron incluso a pedir que el caso lo asumiera la Policía Nacional ante la falta de resultados del instituto armado. Pero este cuerpo benemérito nunca dejó de investigar y en 2002 desplegó la conocida operación Moriscos que señaló como supuesto autor del delito a Epi, aquel joven que dijo que la víctima le había entregado cocaína

Para los agentes había suficientes indicios como para sentarle en el banquillo, pero la Fiscalía decidió no acusar entre otras cuestiones porque el ADN del chicle que apareció junto al pozo no coincidía con el de C. J. S. B. Al final el caso volvió a sobreseerse, llegando el empeño de saber quién mató a Carlos Viscasillas al Tribunal Constitucional. Allí la familia, representada por el abogado Enrique Trebolle, recibió otro portazo. El crimen quedó sin autoría conocida.