Jordi Évole, el Follonero, alma del programa Salvados de La Sexta, descansa en Formentera con su familia. Es la primera vez que pisa la isla y dice que ha venido a tumbarse «a la bartola» y a no hacer nada «excepto conocer a los periodistas locales». De hecho, un día dedicó toda la mañana a atender a los medios pitiusos entre interrupciones de admiradores que no dudaron en colarse en las entrevistas para pedirle una foto o un autógrafo.

Évole forma parte de la plantilla de la productora El Terrat, de Andreu Buenafuente, desde el año 2000. Comenzó como guionista y subdirector del programa de TV3 La cosa nostra. Por «casualidad», afirma, a José Corbacho, actor y consejero de contenidos de la productora, se le ocurrió meterse con Buenafuente en un ensayo del programa desde la grada. Fue entonces cuando se plantearon crear un personaje crítico que respondiera al perfil de una persona normal y corriente del público y que no fuera una cara conocida. Así nació El Follonero.

El cómico elogia al fundador de El Terrat: «El gran mérito de Andreu [Buenafuente] fue que siendo una persona de una gran talla mediática, en palabras rimbombantes, aceptara tener un crítico que le decía auténticas barbaridades que parecían reales y que, en muchos casos, lo eran. Se atrevió a colocarse en ese filo de la navaja y jugó. Él fue el que pidió la segunda intervención del Follonero, que era un personaje destinado a durar un programa».

De esa época viene el gag que le hizo a Pau Donés, de Jarabe de Palo, cuando presentó su disco Bonito. Jordi Évole lo recuerda como «un antes y un después» que marcó el perfil y la personalidad del Follonero: «Todo lo que me ha pasado ha sido por casualidad y aquello también lo fue. Primero porque Pau aceptara esa broma, ya que todo estaba pactado. Le avisé de que le iba a interrumpir cuando empezara a tocar y que le diría que siempre hace la misma canción y que sonaba igual que todas». Aquella intervención tuvo una enorme repercusión al coincidir con el auge de los programas de zapping, por lo que se repitió mucho en las cadenas televisivas.

El provocador

Jordi Évole admite que el Follonero, que volverá a La Sexta en septiembre con una nueva temporada de Salvados, representa al provocador reprimido que todas las personas llevan dentro: «No sabes lo que me he ahorrado en psiquiatra porque mis problemas de doble personalidad los he canalizado a través del personaje. En la vida real eres más comedido, pero luego ante la cámara te disparas».

Para este cómico y comunicador la posibilidad de parecer natural planteando situaciones inverosímiles dentro de lo cotidiano es algo que le gusta. Señala, eso sí, que nada de lo que hace sería posible sin tener detrás a un «potente equipo de unas 25 personas».

Es consciente de que el Follonero despierta muchas simpatías pero también todo lo contrario. Recuerda una reacción «muy mala» del ex presidente del Barcelona, Joan Laporta, ante una pregunta que le incomodó. Otro que no encajó el tono del personaje fue el ex presidente de Endesa, Manuel Pizarro, cuando se presentó a las elecciones generales como número dos de la circunscripción de Madrid en la lista del PP: « Aquel hombre estaba acostumbrado al mundo de la empresa y me imagino que también al sí bwana de sus trabajadores, pero al llegar al mundo de la política no asumió el cambio. Debió flipar mucho el día que le abordamos por la calle y le quisimos regalar un enchufe para hacer un paralelismo entre el enchufe político y el eléctrico de su empresa. Total, que se enfadó mucho, pero… ¡Qué le vamos a hacer!».

Una de las claves de su éxito es buscar las cosquillas a los políticos con preguntas atrevidas, fuera de lo convencional y de lo políticamente correcto. Évole desvela que hay políticos que se saben el truco y que incluso son capaces de darle la vuelta a la situación. Uno de ellos es la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre: «Ella es muy inteligente con los medios y tiene cintura política. Llega, te da dos besos y le añade esa puesta en escena amable con la que es capaz de llevarte al huerto. Hay políticos que, no sabes cómo, te terminan camelando y consiguen que no les hagas la pregunta que tenías preparada. Lo importante con los políticos es mantener la distancia y no hacerte su amigo».

Jordi Évole defiende la función del periodista «incómodo» e insiste en que si no se mantiene la distancia con el entrevistado se acaba haciendo «una mala entrevista». Afirma que, de alguna forma, el espíritu de Salvados se basa en ese principio añadiéndole bastantes dosis de ironía. Asegura que uno de los secretos del programa es que no responde a ningún formato televisivo al uso. En septiembre mantendrá el mismo esquema: «El problema y la ventaja de Salvados es que cada semana hacemos una película diferente ya que no hay una escaleta ni secciones ni colaboradores fijos. Eso complica mucho el formato. Lleva mucho curro, pero es lo que nos gusta hacer y es una forma de tener siempre las pilas puestas. Aquí no te puedes apalancar, el espectador lo nota enseguida».

La SGAE y Botín

Como autor y creativo de contenidos no es ajeno a lo que esta sucediendo en la Sociedad General de Autores de España (SGAE) con los registros en la sede y la imputación de su presidente, Teddy Bautista: «Estamos ante una actuación judicial contra, quizás, el tipo más odiado de España. Leyendo todo lo que se ha publicado los últimos días te das cuenta de las ganas que le tenían. No le conozco, no sé cómo es, pero la SGAE tendría que replantearse cómo comunica lo que hace. Es una labor importante porque al autor hay que protegerle, y más ahora».

Cuando se le pregunta a qué personaje le gustaría entrevistar mientras está en Formentera piensa un poco y luego sugiere: «A Emilio Botín. Nos iríamos al quiosco de Caló des Mort, nos comeríamos una tortilla, de las que prepara Manoli, y le preguntaría cuanto dinero lleva encima, porque igual no lleva».