Acústica / Ciencias de la Tierra
El ruido humano interrumpe peligrosamente los ciclos de la naturaleza
Además de perjudicar procesos vitales para muchas especies, la contaminación sonora propiciada por la civilización humana también complica nuestra propia comunicación

Cada vez es más difícil encontrar momentos de silencio para los humanos y el resto de las especies, en el marco de una sociedad que ha olvidado su valor. / Crédito: Heiko Stein en Pixabay.
Pablo Javier Piacente
El bullicio de la vida humana, relacionado con la actividad industrial, los distintos medios de transporte, la dinámica urbana y otras expresiones que inundan el paisaje sonoro natural, produce efectos negativos en los procesos de comunicación de múltiples especies, con consecuencias graves para su desarrollo armónico. Al mismo tiempo, incrementa la incomunicación entre los propios seres humanos.
Según un artículo publicado en la revista Nature, que analiza el libro "Historia natural del silencio" (Polity, 2024) del especialista en ecoacústica Jérôme Sueur, el ruido que emana de barcos, aviones, maquinarias y otros artefactos tecnológicos, que impregna incluso los rincones más remotos del planeta, impide el desarrollo de procesos naturales ligados al sonido y elimina el silencio que muchas especies requieren para una adecuada comunicación.
El papel del silencio en la naturaleza
Sueur explica cómo los animales crean, usan y perciben el sonido y cómo los investigadores han utilizado este conocimiento para comprender el comportamiento de la vida silvestre. En su hipótesis del nicho acústico, postula que cada especie posee un espacio acústico único para optimizar la comunicación con sus pares, limitando la competencia sonora de otras especies. A lo largo de la historia evolutiva, los animales desarrollaron la capacidad de enviar y recibir vibraciones: esta habilidad se ve modificada por la acción humana.
Por ejemplo, en un estudio publicado en 2018 se comprobó mediante experimentos realizados en la Isla Moorea, en la Polinesia Francesa, que el ruido de las lanchas altera a los corales juveniles que nadan libremente, que dependen de los sonidos de los arrecifes para encontrar un lugar adecuado para establecerse. Por el contrario, en áreas más tranquilas los corales pueden ubicarse rápidamente en los arrecifes.
El ruido excesivo en el ambiente y la incomunicación
Tanto este estudio como otros ejemplos aportados por Sueur muestran que el ruido excesivo de la actividad humana ahoga los sonidos de la naturaleza, interrumpiendo la actividad habitual de los ecosistemas. Esto se debe a que el silencio es un recurso crucial, como la comida o el agua, por el cual las especies compiten para sobrevivir. Sin embargo, el ser humano parece haber borrado ese recurso de la mayor parte de la Tierra.
En este contexto, las aves necesitan cantar más fuerte para ser escuchadas por la influencia del ruido del tráfico cercano, o los rítmicos chirridos de apareamiento de las cigarras se ven interrumpidos por la presencia abrumadora del ruido humano, incluso en entornos naturales. A todo esto se suma que al haber olvidado el valor de respirar y escuchar el lugar del silencio en la naturaleza, el ser humano también está potenciando peligrosamente su propia incomunicación, reduciendo su capacidad de introspección y perjudicando su relación con el mundo natural.
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