Biomusicalidad
Ronan, la leona marina que supera a los humanos en capacidad para seguir el ritmo musical
Ha demostrado que el ritmo no es patrimonio exclusivo de los animales que pueden imitar sonidos

Los coautores del estudio Andrew Rouse, Peter Cook y Carson Hood, con Ronan. / Colleen Reichmuth; NMFS 23554.
Redacción T21
Ronan, el león marino de California, altamente entrenado en la UC Santa Cruz, que alcanzó fama mundial en 2013 por su habilidad para mover la cabeza al ritmo de la música, finalmente ha regresado: protagoniza un nuevo estudio que demuestra que su ritmo es tan preciso, si no mejor, que el de los humanos.
En el mundo de la ciencia animal, pocas historias han capturado la imaginación pública como la de Ronan, la leona marina californiana que desafió las expectativas y se convirtió en un fenómeno mundial al demostrar una habilidad única: bailar al ritmo de la música. Su caso no solo es entrañable, sino que ha obligado a los expertos a replantearse teorías fundamentales sobre la musicalidad y la cognición animal.
Ronan fue rescatada siendo muy joven y, desde los tres años, reside en el Long Marine Laboratory de la Universidad de California, Santa Cruz. Allí, un equipo liderado por el neurocientífico Peter Cook comenzó a entrenarla para que moviera la cabeza siguiendo un ritmo marcado por sonidos repetitivos. Lo que empezó como un experimento sencillo pronto se transformó en un descubrimiento revolucionario: Ronan no solo podía seguir ritmos simples, sino que era capaz de transferir esa habilidad a músicas y tempos que jamás había escuchado antes, incluyendo canciones tan emblemáticas como “Boogie Wonderland” de Earth, Wind & Fire, donde su destreza brillaba con especial intensidad.
Hasta la aparición de Ronan, la comunidad científica sostenía que la capacidad de “sentir el ritmo” -lo que técnicamente se denomina “entrenamiento rítmico” o rhythmic entrainment- era patrimonio exclusivo de los humanos y de aves con habilidades de imitación vocal, como los loros y cacatúas.
El ejemplo más famoso era el de Snowball, la cacatúa que se hizo viral por bailar al ritmo de los Backstreet Boys. La teoría dominante afirmaba que solo los animales capaces de aprender sonidos podían sincronizarse con un ritmo musical. Sin embargo, Ronan, que pertenece a una especie sin capacidad de imitación vocal destacada, desafió frontalmente este paradigma. Demuestra que, con experiencia y maduración, los animales no humanos pueden mantener el ritmo tan bien o mejor que la mayoría de los humanos típicos.
Batalla de Ritmos: Sincronización sensoriomotora al ritmo en un león marino experimentado. Universidad de California - Santa Cruz
Aprendizaje progresivo
El entrenamiento de Ronan fue meticuloso. Aprendió primero a mover la cabeza al compás de pulsos simples y, una vez dominada esa fase, los investigadores le presentaron músicas de distintos géneros y velocidades. Sorprendentemente, Ronan no solo mantenía el ritmo, sino que lo hacía con una precisión que rivalizaba -y en ocasiones superaba- a la de los humanos adultos sometidos a pruebas similares.
En experimentos más recientes, tal como se describe en un artículo publicado en la revista Nature Scientific Reports, los investigadores no se centraron en la música de estudio, sino en los ritmos de percusión en un laboratorio. Filmaron a Ronan moviendo la cabeza mientras el baterista tocaba tres tempos diferentes: 112, 120 y 128 pulsaciones por minuto. Ronan nunca había estado expuesta a dos de esos ritmos, lo que permitió a los científicos poner a prueba su flexibilidad para reconocer nuevos ritmos.
Referencia
Sensorimotor synchronization to rhythm in an experienced sea lion rivals that of humans. Peter F. Cook et al. Scientific Reports, volume 15, Article number: 12125 (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41598-025-95279-1
Además, los investigadores pidieron a 10 estudiantes universitarios que hicieran lo mismo, moviendo su antebrazo al ritmo de cambios de ritmo: ninguno logró superar la consistencia y exactitud de Ronan, quien además ha perfeccionado su habilidad con los años, alcanzando márgenes de error de apenas 15 milisegundos respecto al pulso musical.
Este hallazgo sugiere que los mecanismos neuronales que permiten la sincronización rítmica podrían estar mucho más extendidos en el reino animal de lo que se pensaba. Asimismo, abre la puerta a investigar si otros mamíferos marinos -e incluso especies más alejadas evolutivamente- podrían compartir este talento oculto. Quizás los perros todavía no sepan bailar porque nadie los ha entrenado para ello.
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