Biología

Los dientes surgieron para sentir, no para masticar

La dentina, tejido clave en la sensibilidad dental, tiene un origen mucho más antiguo y sorprendente de lo que se creía

Imagen de tomografía computarizada de dentículos dérmicos similares a dientes en un tiburón gato. Estas estructuras similares a dientes están conectadas al sistema nervioso, lo que sugiere que generan sensibilidad.

Imagen de tomografía computarizada de dentículos dérmicos similares a dientes en un tiburón gato. Estas estructuras similares a dientes están conectadas al sistema nervioso, lo que sugiere que generan sensibilidad. / Yara Haridy.

Redacción T21

Madrid

Durante millones de años, los dientes han sido considerados simples herramientas para masticar, pero un nuevo estudio revela que su función original fue mucho más sorprendente: sentir el mundo que los rodea. Por eso sentimos dolor cuando tomamos algo frío.

Durante décadas, el origen de los dientes en los vertebrados ha sido un enigma fascinante para la paleontología. Aunque se sabía que los dientes evolucionaron a partir de estructuras presentes en el exoesqueleto dérmico de vertebrados sin mandíbulas —los llamados odontodos—, tanto la función inicial de estos elementos como su verdadera naturaleza habían permanecido en la sombra.

Un nuevo estudio publicado en Nature arroja luz definitiva sobre esta cuestión, revelando que los primeros “dientes” no surgieron como herramientas para masticar, sino como órganos sensoriales, y que su historia está marcada por notables casos de evolución convergente y errores de interpretación en el registro fósil.

Los odontodos son pequeñas estructuras mineralizadas, recubiertas de dentina, que en los vertebrados actuales dan lugar a dientes, escamas dérmicas y dentículos corporales. La dentina es un tejido de origen neural, caracterizado por la presencia de túbulos internos formados por extensiones celulares de los odontoblastos. Estos túbulos, en los primeros vertebrados, estaban en contacto directo con el entorno marino, lo que sugiere una función sensorial más que defensiva o masticatoria. Así, el exoesqueleto mineralizado, lejos de ser una simple coraza, permitía a estos animales detectar cambios en el ambiente, resolviendo el problema de la sensibilidad en un cuerpo protegido por una capa dura.

Referencia

The origin of vertebrate teeth and evolution of sensory exoskeletons. Yara Haridy et al. Nature (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-025-08944-w

Resultados reveladores

El estudio empleó técnicas avanzadas de microtomografía computarizada por sincrotrón para analizar tanto fósiles como exoesqueletos de especies actuales. Los resultados fueron reveladores: los odontodos más antiguos, datados en el Ordovícico Medio (hace unos 465 millones de años), presentaban dentina con túbulos expuestos y cavidades pulpares abiertas, conectadas al sistema nervioso. Esto indica que, en su origen, estos “dientes” actuaban como sensores ambientales, y no como estructuras para triturar alimento.

Uno de los puntos más controvertidos era la interpretación de fósiles del Cámbrico, especialmente el de Anatolepis heintzi, que durante años se consideró el vertebrado más antiguo con tejidos dentales. Sin embargo, el nuevo análisis demostró que las estructuras identificadas como dentina eran en realidad órganos sensoriales de artrópodos, similares a los sensilos que hoy encontramos en cangrejos y camarones. Esta confusión se debió a la similitud estructural entre los odontodos de vertebrados y los órganos sensoriales de artrópodos, un claro ejemplo de evolución convergente: ambos grupos desarrollaron independientemente exoesqueletos mineralizados con funciones sensoriales para adaptarse a entornos complejos y peligrosos.

La investigación también revisa las hipótesis sobre la evolución de los odontodos. Si bien se propusieron funciones defensivas, de locomoción o de almacenamiento mineral, los datos apoyan la hipótesis sensorial: el esqueleto dérmico evolucionó como parte o soporte de sistemas sensoriales. Así, la dentina —y por extensión, la sensibilidad dental que aún experimentamos— es un legado directo de aquellos primeros órganos sensoriales, y no una adaptación primaria para la alimentación.

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