Conferencia de los Océanos en Niza
La sombra de la minería submarina se cierne sobre el futuro de los océanos
La tercera Conferencia de los Océanos enfrenta el desafío de frenar la explotación minera y fortalecer la protección de la biodiversidad marina

El fondo marino está amenazado por una nueva presión extractiva. / PxHERE
Del 9 al 13 de junio Niza acogerá la Tercera Conferencia de la ONU sobre el Océano, orientada a fortalecer la gobernanza marina y movilizar recursos para el ODS 14. No obstante, el creciente impulso hacia la minería en aguas profundas, un tema que divide a la comunidad internacional, desafía la capacidad de la conferencia para ofrecer respuestas contundentes a las amenazas más inminentes.
El próximo 9 de junio, la ciudad de Niza será el epicentro de la gobernanza marina global al acoger la Tercera Conferencia de los Océanos de Naciones Unidas (UNOC 3). Este evento, coorganizado por Francia y Costa Rica, reunirá a representantes de 150 países y cerca de 30.000 participantes con el objetivo de debatir el futuro sostenible de los océanos, en un contexto marcado por la urgencia climática y la presión sobre los recursos marinos.
La historia de la gobernanza oceánica ha transitado de un enfoque centrado en la soberanía nacional y la explotación de recursos hacia una visión más integral, donde la salud de los océanos y la sostenibilidad ocupan un lugar central.
Este cambio se consolidó con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) en 1982, considerada la "Constitución de los océanos", que estableció zonas marítimas y derechos de explotación, pero dejó vacíos ante los desafíos ambientales emergentes y la aceleración tecnológica. La gobernanza de los océanos ha quedado reducida a un concepto nebuloso.
A lo largo de las últimas décadas, la proliferación de declaraciones, cumbres y acuerdos ha intentado responder a problemas como la acidificación, la contaminación plástica y la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, la efectividad de estos instrumentos ha sido limitada, lo que explica el renovado interés por fortalecer el derecho internacional y avanzar hacia un marco legal más robusto, como el Acuerdo BBNJ (sobre la biodiversidad en áreas fuera de jurisdicción nacional), aún pendiente de entrar en vigor.
La minería oceánica, nuevo riesgo global
En este escenario, la minería submarina emerge como uno de los riesgos más apremiantes y polémicos. El pasado abril, Donald Trump firmó una orden ejecutiva destinada a intensificar la minería en aguas profundas dentro de Estados Unidos e incluso en aguas internacionales, algo que China ha denunciado como una violación del derecho internacional.
Impulsada por la demanda de metales críticos para la transición energética —como cobalto, níquel y manganeso—, la industria minera y varios Estados han puesto su mirada en regiones como la zona Clarion-Clipperton, en el Pacífico, un abismo de más de cuatro millones de kilómetros cuadrados entre México y Hawái que alberga más de 5.000 especies, la mayoría de ellas desconocidas para la ciencia, según un estudio reciente.
El avance de la minería submarina se ha visto favorecido por vacíos legales y la presión de pequeños Estados patrocinadores, como Nauru, que buscan beneficios económicos urgentes. La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA), encargada de regular la actividad en aguas internacionales, enfrenta un intenso debate: mientras empresas como The Metals Company esperan la luz verde para iniciar la explotación, al menos 30 países y numerosos científicos exigen una moratoria o pausa precautoria hasta contar con evidencia científica suficiente sobre los impactos ambientales.
Un salto a lo desconocido
La minería en el fondo marino implica la remoción de nódulos polimetálicos que tardan millones de años en formarse, destruyendo hábitats únicos y liberando sedimentos tóxicos que pueden alterar la cadena trófica y la biodiversidad durante siglos. Experimentos realizados en la zona Clarion-Clipperton muestran que los daños persisten más de cuatro décadas después de las primeras pruebas, sin señales de recuperación completa del ecosistema.
La comunidad científica advierte que los riesgos son enormes: pérdida de especies endémicas, alteración de funciones ecológicas clave y potenciales efectos en la captura de carbono y el equilibrio climático global. A esto se suman dudas sobre la viabilidad económica y la aceptación social de los minerales extraídos, pues grandes empresas tecnológicas han anunciado que no utilizarán metales provenientes de la minería submarina, priorizando alternativas más sostenibles.
El desafío político y ético de Niza 2025
La conferencia de Niza se presenta, así, como un punto de inflexión, a pesar de que el tema de la minería oceánica no está formalmente presente en la agenda de sesiones. Si bien existe una tendencia hacia la consolidación de un nuevo derecho de los océanos, el riesgo es que el evento se convierta en un escenario de declaraciones vacías si no se abordan los problemas concretos y urgentes, como la minería oceánica. El reto para la comunidad internacional es reforzar los compromisos existentes y avanzar hacia una gobernanza multilateral efectiva, capaz de anteponer la protección del océano a los intereses extractivos inmediatos.
Una vez más, el futuro de los océanos —y, por extensión, de la humanidad— dependerá de la capacidad de los líderes reunidos en el marco de la ONU para frenar el impulso extractivista y apostar por la prudencia, la ciencia y la sostenibilidad como principios rectores de la gestión marina global. Lamentablemente, nada hace pensar que se vaya a conseguir.
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