A ritmo de rumba y flamenco, los utilleros Miguel Zambrana, de 49 años, y Juan Carlos Salcedo, de 36, se encargan cada día de tener preparado tanto el material como la vestimenta que deben utilizar los jugadores en cada sesión de entrenamiento, así como todo aquello que necesiten con posterioridad: bebidas isotónicas, toallas, ropa de vestir, etc. Eso sí, lo primero es el café y el cigarro, la gasolina para comenzar la jornada.

No es la única función que realizan. Quizás la más difícil, y que no pasa inadvertida para los responsables del cuerpo técnico, es la de hacer de embajadores del equipo para los futbolistas recién llegados. Este año tienen menos trabajo en este sentido, ya que algunos de los refuerzos ya conocen el club de anteriores etapas, tales como Nacho, Fernando, Manolo, Luque y los esperados Miguel Ángel y Juanma. Pero no sucede lo mismo con Pere Martí, Cuadrado, Lolo o los chavales del filial, que durante los primeros días sienten excesivo respeto por los más veteranos.

Esta pareja de trabajadores malaguistas y, al mismo tiempo amigos, se convierte cada día en unos cicerones de lujo para los fichajes. Ambos representan el nexo de unión entre los futbolistas y los miembros del cuerpo técnico.

Cada uno de ellos conoce los gustos, costumbres y manías de cada uno de los jugadores, además de la marca de bota y del número de pie.

Ellos logran que la integración de los nuevos jugadores malaguistas sea muy fácil gracias a su sencillez, simpatía, disponibilidad y buen humor.

Con su actitud y talante positivos, Zambrana y Salcedo muestran el lado más humano de la concentración en el Gran Hotel de Benahavís.

Aparte de repartir a diario a cada componente de la plantilla la vestimenta habitual, procuran que durante las comidas y después de las mismas los jugadores se muestren participativos de esas pequeñas bromas que crean complicidad y fuertes nexos de unión con el vestuario blanquiazul.

Ellos saben que nunca será como en casa, sobre todo porque a lo largo de doce días es la familia la que más se echa de menos. Pero están acostumbrados a oír de bocas de los integrantes de la plantilla, cuando ya llevan un tiempo en el club, que el Málaga es como su "segunda casa".

Bromas, chistes y buen humor son ingredientes esenciales, aunque son llevados a cabo para cada futbolista en función de su talante, carácter o forma de ser, porque no todo el mundo los recibe de la misma forma.

Formar una ´piña´ es el principal objetivo. Los dos, Salcedo y Zambrana, que son los más madrugadores y los que trabajan hasta más tarde, se convierten en aliados de los jugadores, en confesores de sus pequeños secretos.

"A los nuevos les recibimos con agrado y les abrimos las puertas. No les hacemos bromas desde el principio, porque están recién llegados, pero sí les apoyamos para que se sientan integrados", señala Miguel Zambrana, hijo del entrañable y mítico Pepillo Zambrana, el utillero del Málaga ´de toda la vida´ por el que no parecen pasar los años.

"Cuadrado es un chiquillo que no se hace notar. Es muy buena persona", señalan sobre el salmantino llegado del Murcia, mientras que del mediocentro Lolo comentan que "está mejor aquí que en Sevilla". "Por el calor que hace allí y por el ambiente. Cuando se vaya -está cedido por un año- nos echará de menos. Igual se lo quitamos al Sevilla", advierte Zambrana. Sobre el mediocentro castellonense Pere Martí, que procede del Elche, dicen: "Estamos menos con él, porque se recupera de la lesión, pero se le ve competente y campechano".