Que Dios perdone mi insolencia, mis preguntas inoportunas, mis lecturas –seguramente erróneas– de partido. Probablemente no tenga ni idea de baloncesto. Vivir de esto en un periódico de provincia, narrar el día a día del Unicaja, ver casi 50 partidos por temporada, no te dota ni de sabiduría ni de sapiencia. Ni mucho menos de razón. Y menos en comparación a gente tan cultivada como la que hay en el club cajista. Gente muy profesional. Con talento. Con muchos años de experiencia. Encabezado, por supuesto, por su técnico, Aíto García Reneses.

El hombre de todos los récords, el tipo que debe tener una casa de 300 metros cuadrados alquilada sólo para guardar trofeos y títulos, el mejor entrenador en la historia del baloncesto español, nos dejó ayer perplejo con su gestión del final de partido. Una vez más. A mí y, dicho sea de paso, a toda la tribuna de prensa y a un buen número de comentaristas y gente del básket.

Se olvidó de Cabezas en el banquillo en el tramo final del encuentro, del hombre que le salvó la vida al equipo en Gran Canaria, del único tío capaz de ganar partidos bajo presión para este Unicaja. Y más, con Haislip ausente como sucedió ayer. El americano jugó, pero como si no lo hubiera hecho debido a sus problemas de espalda.

Carlitos había obrado el pequeño milagro de resucitar al moribundo Unicaja del primer cuarto. Sus 11 puntos en 9 minutos permitieron al equipo verde engancharse al Barcelona. Y hacerlo sufrir.

Existía en el Palau un caldo de cultivo maravilloso para el Unicaja. El equipo tenía el ´factor sorpresa´ en su mano. Navarro no aparecía y la defensa cajista podía con los ataques ´culés´. En los primeros minutos del último cuarto, Aíto decidió sentar a Cabezas. Todos pensábamos que trataba de darle oxígeno, un descansito para afrontar con su líder la recta final de partido. Pero no, el plan no era ése, sino jugársela con Cook. Me encanta el base peloncete, pero estos ´play off´, como demostró en cuartos, le vienen larguísimos.

Cook no dirigió, perdió balones y fue un ´coladero´ por el que Jaka Lakovic encontró el camino de la victoria para el Barcelona. Cuando el Unicaja volvió a hacerse un lío en el esprint final de un choque importante –seguro que les suena la historia–, el banquillo del Unicaja cayó en la cuenta de que Cabezas estaba sentadito, tan cómodo, y no en la pista, mientras el cuadro malagueño dilapidaba el duelo.

Cuando el base regresó al parqué, a 1:45 de la conclusión, el Unicaja palmaba por 66-61. La verdad, ya no había partido. La historia acabó con 70-62. Y, lo peor, un mal sabor de boca tremendo, una cara de gili... que no les quiero contar. Porque el Unicaja lo tuvo en su mano. Lo tuvo hecho, pero perdió una oportunidad increíble y única. Cabezas abandonó la pista cabizbajo, con 15 puntos en sólo 17 minutos.

Lejos de este final inaudito, el encuentro vivió una primera parte tan cambiante como extraña. Al Unicaja se le vio perdido, absorto, fuera del encuentro, como de vacaciones anticipadas. Aquello amenazaba ruina. Por eso, cuando Cabezas le quitó las legañas al equipo, el Unicaja pasó de ser un club malucho de Liga LEB Plata a los mejores Lakers. El encuentro se convirtió en un toma y daca. Con ventajas mínimas para uno y otro lado. Al final, pues pasó lo que pasó. Malas decisiones en ataque de Welsch o Gomis. Un saque de banda inexplicable entre Ndong y Cook. Y Cabezas en el banco.

"Que tu jugador más resolutivo sólo juegue 17 minutos no tiene sentido y más cuando se ha demostrado que en los finales, Cook no resuelve y Cabezas sí", decía Enrique Aparicio, de la Ser. Añadía Emilio Guerrero, de Cope:?"Lo de los últimos minutos, sin Cabezas en pista, me ha parecido una lamentable dirección de partido". "Ha sido un cúmulo de malas decisiones", exponía Ale Sandino, de Punto Radio. Juan Carlos Tirado, de Canal Sur, finalizaba:?"En una oportunidad clara por dar un zarpazo a la serie. Cabezas lisiado aportaba más que Cook. Que Dios me perdone, yo tampoco entiendo mucho de esto".