Málaga se ha hecho de La Roja. Y la selección española devolvió tanto sufrimiento previo con un espléndido partido en las semifinales. España volvió a ser España. Acorraló a Alemania, que venía de golear, de meterle cuatro, a Argentina, en cuartos de final, o a Inglaterra, en octavos. El fútbol volvió a alegrarle la vida al pueblo malagueño, que vibró con el equipo nacional, cantó el golazo de Puyol, lleno de coraje y rabia, y luego se echó a la calle para festejar el histórico hito.

«¡Vaya baño, qué buenos somos!», le decía un amigo a otro, con un grupo de aficionados alemanes al lado. Y es que muchos germanos, residentes o turistas, también vieron, con sus camisetas y sus pinturas de guerra, el encuentro. Pero cayeron ante la evidencia y se rindieron al poderío español. La tan temida Alemania fue un dócil gatito en manos españolas. Y la final espera el domingo.

Los malagueños vivieron el encuentro intensamente. En casas de amigos, bares y restaurantes. Y luego, a vociferar a los cuatro vientos que España es mucha España.

Muchísimos seguidores, ataviados con La Roja, con banderas, caras pintadas y mucha alegría, volvieron a repetir las imágenes de la felicidad por las calles de toda la provincia. En el Centro de la capital, la locura invadió a todos. Muchísima juventud, chicos y chicas por igual, quisieron sentir la alegría del momento. Todas las arterias de las entrañas de la ciudad se llenaron de festejos y gritos de «España, España».

En la tradicional calle Larios no cabía un alfiler. Hubo presencia de Antidisturbios y Policía Local para tratar de dirigir el tráfico y evitar que la muchedumbre se lanzara a la carretera, frente al McDonald de la plaza de La Marina, cada vez que el semáforo cambiaba de verde a rojo.

Este tipo de celebraciones siempre tiene invitados molestos. Los cafres suelen aprovechar los grandes fastos para pasar inadvertidos. Y ayer, cuatro pamplinas se liaron a romper los grandes carteles publicitarios de la revista Telva, con forma de dado de dos metros y medio de altura, para romperlos. Hasta tres cayeron ante las patadas.

Fue la única nota negativa de la celebración, en la que imperó el buen rollo, las bocinas y el rojo de la selección española. La afición, ahora, quiere más, mucho más. Sólo Holanda separa a España de su primera Copa del Mundo. Puyol incluso tuvo réplica de su gol. En plena calle Larios un grupo de muchachos reeditaron su cabezazo en plan teatrillo. Que se repita.