El británico Mark Cavendish, del Columbia, puso fin a su sequía de victorias al imponerse al esprint en la quinta etapa del Tour de Francia disputada entre Épernay y Montargis, de 187,5 kilómetros, en una jornada de transición bajo un intenso calor que mantuvo al suizo Fabian Cancellara (Saxo Bank) con el maillot amarillo.

Resucitó "Cav" después de varios intentos fallidos, cuando la crisis de confianza estaba ya haciendo mella en el joven ciclista de 25 años de la Isla de Man. Su equipo dominó con un ritmo infernal los últimos kilómetros y dejó a su líder en cabeza a falta de 200 metros de la línea, donde no falla el hombre más polémico del pelotón, pero también, en condiciones normales, el más rápido.

Cavendish celebró por todo los alto un éxito especial, en un año con muchos contratiempos personales y familiares. Venció en el pulso de los velocistas al alemán Gerald Ciolek (Milram) y al noruego Edvald Boasson Hagen (Sky), con el español José Joaquín Rojas (Caisse D'Epargne) en una meritoria cuarta plaza. Todos ellos marcaron un tiempo de 4h.30.50, en una etapa que marcó una media de 41,5 kilómetros por hora.

Hubo mucha tensión acumulada en el cuerpo de Cavendish, quien se puso a llorar a lágrima viva en plena entrevista en directo con la televisión francesa. Así me manifestó en la hora de la gloria, esquiva durante toda la temporada. Este año ha tenido sensaciones muy fuertes: desde la ruptura con su novia al fallecimiento de su abuela, pasando por el encarcelamiento de un hermano, problemas físicos y enfrentamientos con su compañero de equipo André Greipel por aquello de llevar los mejores galones.

Con este pintoresca historia terminó una etapa de transición, muy calurosa, que empezó en Epernay con los rescoldos futbolísticos de la semifinal del Mundial, en la que España obligó a los alemanes a acostarse llorando casi tanto como Cavendish. Luego el pelotón se entregó al guión estipulado de ahorrar fuerzas para el fin de semana con el comienzo de la montaña y seguir curando heridas pasadas.

Los favoritos pasaron un día sin sobresaltos, algunos recuperándose de las averías de días anteriores, como el español Alberto Contador, con dolores en los tendones de las piernas que le obligan a tomar antiinflamatorios y a aplicarse hielo. Nada de lo que no se pueda recuperar antes del sábado, a la entrada de los Alpes.

La general no cambió un ápice. Fabian Cancellara siguió de amarillo por delante del británico Geraint Thomas (Sky) y del australiano Cadel Evans (BMC), a 23 y 39 segundos, respectivamente. Contador, a punto de renovar con el Astana, observa la vida desde la octava plaza a 1.40 del líder.

Un día para los esprinters, que aprovecharon una oportunidad única en un recorrido con apenas dos tachuelas insignificantes, y supieron aprovecharla a pesar de que algunos trataron de imponer la ley de la utopía.

En el kilómetro 15 saltaron del grupo el campeón de España, Iván Gutiérrez (Caisse d'Epargne), el belga Van de Walle (Quick Step) y el francés El Fares (Cofidis). El trío llegó a contar con 8 minutos de ventaja en el 43, pero el Columbia enseguida dejó claro que no era buen día para permitir alegrías, sobre todo teniendo en cuenta el hambre de victorias de Cavendish.

La fuga se estabilizó en torno a los 2.30 minutos y a 4 kilómetros de meta los equipos de los esprinters la echaron abajo. Antes Iván Gutiérrez trató de hacer valer sus dotes de rodador, pero terminó diluyéndose en un pelotón que ya rodaba a toda máquina.

El Columbia rodó en cabeza más que cualquier otro equipo en los 10 últimos kilómetros, pero el Garmin de Farrar y el Lampre se afanaron en impedir el dominio de la escuadra estadounidense, cuyo tren no tiene la cilindrada del año pasado.

En la recta de llegada apareció Cavendish puntual a la cita, en el sitio donde asegura que si pasa en cabeza no le gana nadie, es decir, a 200 metros de meta. Y esta vez no tuvo piedad, fue el corredor implacable del año pasado, el que firmó 23 victorias.

Puso fin a la racha negra. El doble campeón del mundo en pista apuntó en su palmarés su undécima victoria en el Tour de Francia y la cuarta del presente curso. Un trago dulce para olvidar todos los momentos agrios, como aquella caída que provocó en la Vuelta a Suiza y que casi le cuesta una desgracia a más de uno. El chico terrible del pelotón volvió a llorar. Esta vez de alegría. El número uno ha vuelto.