Después de un recomendado descanso de mis jefes de La Opinión de Málaga (es lo que tiene esto de tener jefes) durante la Semana Santa, vuelvo a intentar expresarme sobre asuntos varios, que tienen que ver con este mundo del deporte que tanto nos apasiona

Y en esta nueva reentré, uno quisiera transmitir las sensaciones que voy percibiendo de nuestros equipos representativos de alta competición a esta altura de la competición: Málaga C.F. y Unicaja. He comentado en más de una ocasión, lo que ocurre es que muchos no hacen caso, y así les va (permítanme esta osadía), que un mes de alta competición equivale a cinco años de vida normal. En ese mes, donde un equipo se ve sometido a múltiples pruebas en forma de partidos, el aficionado y/o periodista adora o desecha a la misma persona, sea jugador, entrenador o directivo con la misma intensidad.

No es fácil escaparse de esas percepciones. El rendimiento fantástico acompañado de un resultado positivo, se puede ver transformado posteriormente por una actuación nefasta y un resultado inesperado. Decía un jugador del Málaga, creo que el argentino Demichelis, después de la derrota frente al Betis en casa del pasado fin de semana, que aquello fue un aviso a la euforia. Fue una declaración sensata, no muy común desgraciadamente por estos lares, y tan necesaria para cualquier equipo.

Una euforia que se ha ido instalando en el Málaga sin demasiada brillantez. Da la sensación que sin hacer una gran temporada en la Liga BBVA, está en puestos europeos, rozando de una forma muy cercana puestos de champions League. Todo un éxito si nos atenemos al resultado del momento, pero estarán de acuerdo conmigo que tampoco el juego está levantando grandes pasiones. Pero es el resultado el que manda en la alta competición, y de momento, a pesar de ciertos reveses sorprendentes, se está en posiciones destacadas.

En algún artículo escrito por aquí lo comentaba, un equipo como el Málaga, que históricamente ha sido un equipo ascensor, está aprendiendo a ser un equipo grande. Y aprender a ser un equipo grande lleva su tiempo, por más que algunos se empeñen en lo contrario, normalmente personas que no conocen el olor de un vestuario.

Quedan pocos partidos, pero la realidad es que las expectativas con que iniciaron la temporada se van cumpliendo. Confiemos que las terminen de confirmar.

En la otra orilla nuestra, el Unicaja se debate entre la nada y seguir entre los mejores del continente, un salto demasiado grande que no invita a ser optimistas por lo que vamos presenciando últimamente. ¿Qué le ha pasado a este equipo que hizo una primera vuelta primorosa, y una segunda que unida a su participación en la Euroliga está siendo un suplicio?

Desde la distancia es ser demasiado atrevido para opinar, pero sí es verdad, que uno de los problemas ha estado en preguntarse muchas veces, ¿qué ha cambiado para tener este rendimiento tan desconcertante? Se lo han preguntado tantas veces que el tiempo se les ha echado encima, y una de las enseñanzas de la alta competición es que no te da tiempo para pensar en el pasado. Gestionar los tiempos es una de las claves en esta competición, y para ello se requiere fortaleza mental, algo que Unicaja ha adolecido de ello últimamente.

Ahora tienen que esperar para ver qué les espera en este mes final de Fase Regular en la Liga Endesa. No sólo tienen que ganar sus partidos, sino esperar resultados del resto. Las sensaciones que nos transmiten son de incertidumbre dentro y fuera de la cancha. Confiemos en las buenas cabezas…