L­a Eurocopa de fútbol puede ser bálsamo para la prima de riesgo. En tiempos de tribulación, la victoria futbolística podría hacer mudanza social del pesimismo a la ilusión. Nunca la competición puede concitar tantas expectativas. Nunca hasta hace cuatro años, por la selección española «La Roja», de Luis Aragonés, había existido tal locura colectiva. Tras años de frustraciones, de depresión por los resultados, cambió el sentido de la historia. El fútbol español, que había estado centrado en la pasión por los clubes, consiguió despertar el ánimo entre las grandes masas de seguidores a favor de la nacional.

Ellas. El cambio sustancial en la simpatía general que comenzó a despertar el fútbol se fundamentó, en parte, en la pérdida del machismo que había imperado durante casi un siglo. La llegada de la mujer hizo posible que aumentaran los abonos en los graderíos de los estadios y que su fogosidad, su entusiasmo contagiara a sus alrededores.

Las mujeres españolas estuvieron ausentes de la Eurocopa ganada en 1964 a la Unión Soviética liderada por Yashin, y tampoco tuvieron presencia masiva en la Eurocopa de Bélgica y Holanda en la que se cayó ante Francia con un penalti fallado por Raúl. En aquél torneo, la credibilidad del equipo nacional era tal que en el partido ante Eslovenia, dos millones de habitantes en 2000, había más espectadores de este país que españoles.

No eran calcetineras. El fenómeno de la aportación femenina, en principio, fue despreciado porque se calificó como caprichitos de niñas calcetineras. El asunto, afortunadamente, pasó a mayores y hoy es impensable vivir los partidos de la selección sin que hay colorido femenino. Su presencia en las excursiones, en las expediciones más importantes y en el seguimiento de las competiciones nacionales, ha hecho posible el maridaje por el que nunca lucharon los dirigentes del fútbol. Miles de españolas se pintarán en el rostro los colores de la bandera nacional, la enseña que en la pasada Eurocopa, y el más reciente Mundial, flameó en lugares a veces hasta insospechados. Incluso en poblaciones de Cataluña y País Vasco la pasión por «La Roja» se desbordó y se superaron los pronósticos más optimistas.

El fútbol ofrece cifras de telespectadores impresionantes y ello se debe a afluencia de las mujeres ante el televisor. Hace unos años, la publicidad que la televisión ofrecía en prolegómenos, descansos y finales de partidos tenía, tenía la característica común de estar dirigida al hombre. Eran desde coches a utensilios para el afeitado lo que primaba. Se consideraba que no tenía sentido publicitar productos que pudieran interesar mayoritariamente a la amas de casa porque se estimaba que no veían los encuentros.

Personalidad propia. Vicente del Bosque heredó de Luis Aragonés un modelo futbolístico basado en la calidad de determinados jugadores que también en sus clubes aportan la fórmula del toque. Aragonés se desprendió, como ha dicho, de los egos de algunos futbolistas y creó nuevo espíritu y formula propia. Durante años, en el fútbol español se debatió entre las antañonas maneras nacionales y las influencias foráneas que muchas veces fueron extravagancias.

Aragonés (¿tal vez Conde de Hortaleza?) consiguió algo inaudito: que a la selección española se la reconociera por poseer personalidad propia, la que se había adjudicado siempre a otras y de la que aquí se carecía. Se sabía cómo jugaban, alemanes, italianos o británicos y se desconocía cuál era nuestro ADN. Aragonés lo escenificó con el talento de los «pezqueñines». Con él se acabó la vieja idea de que a nuestros futbolistas les faltaba condición física. A partir de la pasada Eurocopa fue suficiente el talento.

Sin romper. Vicente del Bosque tuvo el acierto de no romper nada. No hay nada más pernicioso para la selección o un club que llegue un entrenador poseído de que con sus ideas se logrará dotar al juego de su personalidad. Craso error porque quien rompe esquemas bien trabados corre el riesgo de acabar traumatizado. Del Bosque se acogió a las raíces que encontró para no perder la identidad.

Rojos. «La Roja» fue bautizada así por Aragonés, a quien se veía en el banquillo cantar el himno nacional franquista, el de la letra de José María Pemán porque era el que se sabía y había aprendido en la escuela. A todos los de su generación nos metieron en la cabeza «Montañas nevadas» y aquello «de Isabel y Fernando el espíritu impera».

«La Roja»" que nació con tal color y sólo después de la Guerra jugó de azul y blanco, y brazo en alto, es hoy equipo de todos.

Hubo un tiempo en que viajábamos con la selección cuatro periodistas e idéntico número de aficionados: fundamentalmente, Chelin Galatas, que había sido internacional, el donostiarra, Fernando Larrañaga, recordman en seguimiento del equipo, y Chente Ramírez Olalla, ex marido de Sara Montiel. Ahora hay aviones especiales desde diversas ciudades, no desde Castellón, por cierto, para ver el partido y regresar a casa.

Del Bosque ha confeccionado la lista que se presumía. Había alguna duda y la resolvió a su estilo. Por Soldado, máximo goleador español, se ha llevado a Fernando Torres tras un año perdido en el Chelsea. La polivalencia de Sergio Ramos podrá servirle, si llega el caso, para jugar de lateral derecho ya que Arbeloa no acaba de dar la talla. Inesperadamente, y como en el caso de Torres, en pago por los servicios prestados, contó con Albiol, central ninguneado constantemente por Mourinho. Afortunadamente, en las convocatorias de la selección toda parece cantado. El número de seleccionadores nacionales, anteriormente cifrado en millones, ha quedado reducido a la nada porque las disensiones son pocas.