José Mourinho cumplió con su promesa y, puntual, a las 21:20, como anunció un día antes del duelo ante el Atlético de Madrid, saltó al césped del Santiago Bernabéu para exponerse al plebiscito del público, que iba a proyectar su cariño o su odio hacia el técnico portugués, convertido en un actor para la ocasión.

Nunca una pose pareció tan estudiada. Vestido con una gabardina, y con sus manos a la altura de las caderas, parecía Kevin Costner interpretando a Wyatt Earp. Sólo le faltaba un cinturón con dos pistolas que desenfundar para atacar con ellas a todos sus críticos.

De este modo, cuarenta minutos antes del comienzo de un partido casi crítico para el Real Madrid, comenzó su obra sobre el césped del Bernabéu necesitado de una victoria para no tirar la Liga definitivamente. El técnico portugués actuó como sólo él sabe.

Durante un par de minutos quiso convertirse en el auténtico "sheriff" del banquillo madridista. Delante de una manada de fotógrafos interpretó su papel para el placer de sus admiradores. No fueron muchos, en aquellos instantes sólo 10.000 de los 83.000 que pueden llenar el Santiago Bernabéu, tuvieron la suerte de presenciar en directo la obra de teatro.

Mourinho escuchó como muchos aplaudieron su actuación y como otros corearon su nombre. Muy pocos le silbaron. Los pitidos llegaron desde la zona rojiblanca, donde sus aficionados ya estaban ubicados.

Para lo bueno o para lo malo, Mourinho parece gustar de momento en la parroquia madrileña. Por lo menos, no se oyen quejas, aunque tampoco demasiadas alabanzas. Casi siempre, éstas sólo llegan desde la zona de los ultras sur, que de vez en cuando, en los partidos del Real Madrid, corean su nombre.

El juicio popular lo creó él mismo. Las críticas hacia su trabajo y los rumores sobre su marcha del club a final de temporada "obligaron" al portugués a anunciar en rueda de prensa sus intenciones.

"Es la vida del fútbol, me aplauden y me pitan. Mañana los jugadores salen a calentar a las 21:25, yo saldré a las 21:20 solo. Si me quieren pitar allí estaré a esa hora marcada. Es mi compromiso. Entro solo, y quien me quiera pitar que lo haga, tengo muchos años de fútbol como para quedarme afectado para el partido", dijo.

Después de subir el telón, con el patio de butacas semivacío, llegó la hora de la verdad. Entonces, Mourinho actuó sin actuar, hizo de él mismo. Durante el partido se le vio gesticular, reclamando acciones al árbitro para sus jugadores, dando patadas de frustración al césped e incluso llegó a discutir en una ocasión con el tercer árbitro.

Mientras, los futbolistas blancos, los verdaderos actores de un partido de fútbol, completaron una primera parte aburrida y una segunda más dinámica. El computo general fue correcto, pero nada muy especial al espectáculo que se suele ver desde hace tiempo en otros escenarios como el Camp Nou, el verdadero Hollywood del campeonato.

Las actuaciones de Mourinho se quedaron en un spaguetti western. Directores como Sergio Leone crearon y dignificaron ese estilo del oeste, con Clint Eastwood dando lecciones de primera en películas como "El bueno, el feo y el malo".

En otras ocasiones, los "spaguettis" no dejan de ser películas normales, con momentos brillantes y momentos lineales, planos. Es lo que le pasa a Mourinho. Su Madrid brilla a veces, pero otras no.

Mientras, él intenta ser Clint Eastwood. Sin suerte. Mourinho el actor nunca retirará a Mourinho el entrenador. Su sitio es el banquillo, no los escenarios.