Chuck Blazer sabía cómo hacer negocios. Por eso, cuando agentes del FBI le detuvieron para que respondiera por su escandalosa fortuna no dudó en colaborar con la Justicia para salvarse de la cárcel y destapar el mayor escándalo de una FIFA en la que se movía con un desparpajo de líbero.

En noviembre de 2013, dos años después de ser asaltado por agentes en plena calle y conminado a cooperar, Blazer se lo contó todo al juez, implicando a las más altas esferas de la federación que controla el mayor espectáculo deportivo mundial en un sistema de favores y desvío de dinero del que él fue partícipe durante décadas.

Su confesión en un tribunal de Nueva York, que se conoce ahora con la publicación del acta de su vista judicial, fue la base de los cargos presentados la semana pasada por el Departamento de Justicia de EEUU contra nueve directivos de la FIFA y otras cinco personas vinculadas con un escándalo que parece solo la punta del iceberg.

Blazer se convirtió en 1997 en el primer estadounidense que ingresaba en el comité ejecutivo de la FIFA, el poderoso órgano de 24 miembros del organismo que, desde 1998, estaba presidido por Joseph Blatter, que dimitió esta semana.

El pionero Blazer comenzó a enriquecerse durante sus años vinculado a la Concacaf (Confederación de América del Norte, Central y el Caribe), según reveló una investigación interna, que expuso una trama de desvío de dinero para financiar una vida digna de un famoso goleador.

Agobiado por las deudas

En 1989, Blazer estaba agobiado por la deudas cuando llegó a la Concacaf apoyando la candidatura a la presidencia del trinitense Jack Warner, uno de los imputados ahora por la Justicia estadounidense.

Su apuesta por Warner, que ha dicho que teme por su vida y que no dudará en tirar de la manta para implicar a otros, le salió bien y Blazer se convirtió en uno de los artífices del surgimiento del fútbol en EEUU, desde un deporte ignorado e inexistente a un entretenimiento con jugosos contratos.

El directivo, ahora con 70 años y enfermo, contribuyó a la creación y organización de la Copa de Oro, la Copa Confederaciones y el Mundialito de Clubes, embolsándose por el camino comisiones que ocultaba en paraísos fiscales y que le valieron el sobrenombre de "Señor Diezporciento".

Según confesó al juez en su acuerdo judicial para evitar la cárcel, Blazer ayudó a arreglar la concesión del Mundial de Francia 1998, Sudáfrica 2010 y de varias ediciones de la Copa de Oro, la competición de selecciones nacionales norteamericanas.

En abril de 2013, una investigación interna de la Concacaf descubrió que Blazer había desviado fondos de la confederación para costearse dos apartamentos en Manhattan, viviendas de lujo en Miami y las Bahamas y un todoterreno Hummer, con el que movía sus casi 200 kilos de peso corporal.

Con su fortuna de 22 millones de dólares escondidos en sociedades pantalla, Blazer se regaló una vida de lujos, que incluían un apartamento, al que la Concacaf aportaba 6.000 dólares mensuales, para uso de sus gatos, según una semblanza publicada el pasado otoño por el diario "New York Daily News".

Evasor de impuestos

Los que lo conocieron aseguran que Blazer era un tipo afable y carismático, de una poblada barba cana y una barriga prominente, que se fotografiaba con líderes mundiales como el ruso Vladimir Putin, que le llegó a decir que tenía un gran parecido con "Karl Marx" en una reunión previa a la votación por el Mundial de 2018 que se llevó Rusia.

Pero Blazer no era un comunista preocupado por la lucha de clases.

Aprovechando el estatus fiscal de la Concacaf, consiguió evadir impuestos durante dos décadas, hasta que la hacienda pública estadounidense puso cartas en el asunto y obligó a su salida de la confederación en 2011.

Blazer no se esforzaba en ocultar su tren de vida y publicaba sus aventuras por el mundo en su blog "Viajes con Chuck Blazer y sus amigos", en el que se le puede ver en un avión privado con Nelson Mandela, con una Miss Universo o repartiendo apretones de manos a jugadores del Barcelona en la entrega del trofeo del Mundialito de 2011, disputado en Japón.

Cuando fue interrogado por el juez, el orondo Blazer, la "garganta profunda" americana del escándalo de la FIFA, no pareció entender que lo que había hecho era ilegal.

"¿Qué es lo que entiende usted por asociación ilícita?", preguntó el juez.

"Asociación de un grupo de personas que realiza una actividad con un objetivo específico", respondió Blazer.

"Eso es un aprobado raspado", espetó el magistrado, para agregar: "Es una asociación con un objetivo criminal. ¿Entendido?".