Muchos miraban con extrañeza. Todos buscaban un por qué a tanto hombre vestido de verde. En el Paseo Marítimo de Torremolinos había varias furgonetas con el logo de la Guardia Civil. «¿Qué habrá hoy por aquí?», se preguntaban algunos al pasar. Otros, los más acertados, pensaron que tendría algo que ver con la Vuelta Ciclista. La salida era de Mijas, pero al tener cuatro salidas en la provincia se hospedan siempre en el mismo hotel.

La Opinión de Málaga acompañó ayer al dispositivo de la Guardia Civil en los más de 150 kilómetros que duró la etapa. De la mano del capitán Francisco Jiménez Miranda acompañamos la supervisión de todos los puestos y todos los efectivos que forman parte de un evento como este.

Desde bien temprano ya muchos de ellos paseaban por las cercanías del Hotel Meliá Costa del Sol con el uniforme y memorizando la función que daba el día. El parking del hotel estaba casi al máximo con el medio centenar de motocicletas BMW y algo menos de coches patrulla.

Servicio de vigilancia, telecomunicaciones, aparatos especiales y así hasta superar la decena. Otros salen en autobús para recoger los coches patrulla que durmieron en el Cuartel de Torremolinos. El capitán va en un coche de la vuelta, «es mejor dejar que el coche oficial se dedique a controlar la Vuelta, yo prefiero hacerlo en uno que no sea de patrulla», dice.

Una serpiente verde sale del Hotel en dirección a Mijas. Antes de formar en la línea de salida tienen que repostar y encargarse cada agente de mantener limpio su vehículo. Y lo hacen de buen gusto, es su compañera de trabajo. Unos pocos salen casi al mismo tiempo que el sol. Son los que se encargan de ayudar a la organización a señalizar el recorrido para evitar percances posteriores.

Cada Guardia Civil que se encarga de la custodia de los ciclistas se ha presentado voluntario a realizar estas tareas. Pasan varias pruebas y durante tres semanas tienen una intensa carga de trabajo en la que en todo momento tienen la seguridad de varios miles de personas en sus manos. Pero cumplen, y con creces.

Los corredores pasan unos ocho kilómetros neutralizados desde la salida en la Cala de Mijas hasta el punto de salida lanzada. Cuando pasen por ahí no se pueden encontrar con ningún coche. Hasta pocos segundos antes todavía hay automóviles pasando por ahí y no se los pueden encontrar. De una manera eficaz consiguen que al paso de las banderas -amarilla, roja y verde- los ciclistas no se encuentren con ningún problema. La amarilla cierra la carretera en sentido contrario, la roja en todos los sentidos y la verde va al final de la prueba abriendo de nuevo la calzada. Cuando surge cualquier duda y puede haber un conato de desorganización, el mando que en ese momento tenga potestad sobre «los banderas» da una pequeña orden y todos vuelven a ocupar su formación inicial.

Pero antes de la salida pasan revista y en esta ocasión guardan un sentido minuto de silencio en memoria de un compañero de Vélez-Málaga fallecido recientemente.

Desde ese momento hasta el final, todos tienen en su memoria su cometido del día. Saben que se van a encontrar con problemas pero tienen que solucionarlos de una manera rápida. En los núcleos urbanos tienen que coordinarse, casi con una mirada, con los efectivos de la Policía Local y de la Policía Nacional. Es una coordinación y cohabitación que desde todos los cuerpos saben que es necesaria y no dudan en unirse para que todo salga como es debido. A su paso por Benamocarra hacen señas a un vehículo para que se aparte pero notan sensaciones extrañas en los movimientos del conductor, y deciden realizarle un control de alcoholemia en el que da positivo.

Ya el único punto más conflictivo que se pueden encontrar es la meta. Entran en el último kilómetro pero su salida está pocos metros antes de la llegada final. Es la Policía Local quien es la encargada del tráfico en el casco urbano no perteneciente a la caravana de la Vuelta. A aparcar las motos, que mañana tocan más kilómetros y nuevas ciudades por visitar acompañando a los ciclistas.