A sus 77 años de edad, Francisco Contreras «Súper Paco» sonríe ahora cuando recuerda su primera participación en los 101 kilómetros de la Legión de Ronda. Acudió a aquella prueba, junto a dos de sus hijos, Francisco y Salva, con el convencimiento de que se trataba de una marcha a pie, no competitiva. Quién iba a decirle que de aquellas primeras experiencias, que partieron de la recomendación médica de que tenía que andar -ya estaba casi en los 60 y tenía alto el colesterol-, llegaría un día a ser reconocido como claro ejemplo para futuras generaciones de deportistas andaluces. Su semilla, por encima de reconocimientos, ha empezado a dar sus frutos en su propia familia y ya están federados, pese a su corta edad, los dos nietos que tiene este agricultor de Cártama: Hugo y Max.

No dejan de llegarle premios y más premios; el último por parte de los periodistas deportivos de Andalucía. ¿Cómo empezó su afición por el atletismo?

Mi primera carrera en la que salí con el dorsal fue los 101 kilómetros de la Legión de Ronda. Tenía unos 58 años y el médico me dijo que tenía el colesterol alto. Me extrañó porque había trabajado en Intelhorce en uno de los puestos en el que más esfuerzo hacía y los veranos los pasaba cogiendo almendras para pagarle los estudios a mis hijos. Pero me recomendó que andara y empecé con mis hijos a ir a carreras.

¿Por qué corre con la misma ropa que emplea en sus tareas en el campo como agricultor?

Corro con ropa larga porque lo que más hago es competir en pruebas de montaña. Al frío es lo que le va mejor. He visto cómo con nieve o granizo, en Sierra Nevada, donde subimos al Veleta y hacemos muchas otras carreras, la ropa deportiva no sirve para nada. Muchos otros participantes, algunos de los que más rápido van, me lo han dicho. Además, empecé subiendo a La Maroma y apuntándome a las pruebas de residencia que se hacen en Cádiz, donde también pasaba mucho frío. De todas esas experiencias me fui acostumbrando a ir así y también a entrenar de noche, evitando las horas de calor durante el verano.

¿Algún desafío ha sido especial durante estos años?

Hablando de granizo, subí desde Motril, a nivel del mar, hasta el Mulhacén y allí nos cayó una buena. Creo que he sido la persona de más edad en cubrir ese desafío. Y también hice con un muchacho de Antequera la Subida al Veleta pero en vez de salir de Granda, decidimos salir por vías de servicio desde El Torcal y luego enganchamos con los participantes en la subida.

Anécdotas tendrá infinidad.

Guardo con especial cariño algunas con otros participantes, en pruebas de las más duras. En los 101 kilómetros de Ronda, donde hay cuestas con bastante pendiente, una mujer sufrió una pájara y me pidió ayuda. Tuve que llamar a mi hijo para que supiera lo que pasaba y le di mientras a ella el bocadillo que yo llevaba. Luego se recuperó y por suerte no le pasó nada. Pero tengo muchas historias de éstas, porque en la montaña se hace como una especie de gran familia en la que lo normal es ayudarnos entre nosotros.

También corre maratones.

Me gusta porque en ellas se va más rápido. Pero si hablo de emociones, algunas de las que mejor recuerdo están en la montaña. El año pasado subiendo al Mulhacén me crucé con una joven que nada más verme correr se echó a llorar. Tengo la suerte de que cada vez me conoce más gente y aprecian mucho esta afición.

¿Qué le diría a los más jóvenes precisamente sobre esta afición?

Que a cada uno puede gustarle lo que quiera. El fútbol, el vino... Y sin embargo, pocas cosas pueden llenarte tanto de satisfacción como haber podido subir una montaña por ti mismo. Además de hacerte sentirte bien, respiras aire puro. Es algo mucho mejor que el asfalto.

¿Y la clave para seguir fuerte?.

Comer de todo, con moderación, y en mi caso entrenar una noche por semana 40 kilómetros.