Los héroes de este siglo no empuñan espadas ni conquistan territorios como antaño, pero cuantifican sus gestas por las batallas que libran contra las adversidades que la vida les plantea. El cáncer, esa lacra que no entiende de condición social, es también ese maldito enemigo invisible que día a día afrontan numerosos valientes anónimos, vecinos, amigos y hasta familiares. Por eso cada victoria es una meta personal, pero también un triunfo de todos ante el adversario común. Uno de estos campeones de carne y hueso es el futbolista malagueño Francisco Javier Fernández Luque (Torre del Mar, Málaga, 22 de febrero de 1988), que acaba de ganar el partido más importante de su vida tras superar un cáncer testicular seis meses después de diagnosticárselo.

La historia de «El Buitre», como es conocido cariñosamente, bien podría ser digna de mención por su variopinta carrera futbolística. Es uno de esos trotamundos al que es difícil echarle el guante si no lleva un GPS encima. Pero el destino le tenía guardado un giro inesperado. Un cáncer que le ha puesto a prueba a él y a sus más cercanos, pero que afortunadamente sólo será un capítulo más en su vibrante carrera. Ésta es la historia de Javi Fernández, el malagueño que ha recorrido medio planeta con la pelota pegada al pie pero que incluso ha ido a donde nadie quiere ir, al filo de la vida y la muerte, para regresar victorioso.

«El fútbol posiblemente me haya hecho fuerte para luchar contra el cáncer», apunta Javi durante la sesión de fotos, donde deja ver su buen aspecto pese a haber ganado unos kilos en estos meses. El envoltorio está impecable, pero bajo la camisa del College Europa Football Club de Gibraltar, su actual club y al que le une algo más que un contrato, aún esconde fresca una cicatriz de 33 grapas que le recorre el abdomen. «Me operé a mediados de octubre, tres días después de enterarme que tenía un tumor. Todo fue muy rápido. No sabían lo que era pero había que extirparlo y analizarlo. Luego ya fui a un oncólogo en Benalmádena que me dijo el tratamiento a seguir, lo que podía pasar después si la quimio no mataba lo que tenía detrás del riñón, que me tendrían que operar, que es lo que finalmente ha pasado. Me volvieron a operar hace tres semanas. Y ahí acabó todo», apunta Javi, que también quiere ser agradecido con los que más le han ayudado. «Mi padre y mi novia han sido fundamentales -ambos han estado presentes en la entrevista-. Pero también tengo que dar las gracias al College Europa, a Juanjo Gallardo (director deportivo) y a Keith Gracia (médico del club). Unos fenómenos. Se han portado genial. Llegué allí, me vieron un viernes y el martes estaba operado. Ellos lo tramitaron todo. Me trataron de lujo, nos pusieron un apartamento en Gibraltar para todos, para que nos quedáramos mientras. Fue un gran apoyo», admite a la par que también destaca a su oncólogo Antonio Rueda.

Desde luego han sido seis meses intensos, de altos y bajos donde el paso de los días se contaban con las duras y prolongadas sesiones de quimio con un tratamiento agresivo. «Hay días que he llegado a pensar que ojalá me muriera. He llegado a tener momentos de estar mal, de no poder moverme en el sofá. De mirar a mi novia a la cara y no poder. No podía ni ver la tele. Estaba en el sofá y pensaba, por favor, que se acabe ya la tormenta ésta. Ha sido una lucha muy intensa, cinco días a la semana durante cuatro o cinco horas diarias. Todos los días a Benalmádena desde Torre del Mar es otro esfuerzo más. Pero había que hacerlo para recuperarme. La batalla ha sido dura pero la hemos ganado. Le he marcado un golazo al cáncer por la escuadra y de tacón», dice sonriente, sabedor de que ha salido airoso en un duelo con la muerte.

En ese momento, su padre, Francisco Fernández, rompe su silencio para ofrecer otro prisma en la dura batalla contra el cáncer. «Yo lo soltaba en la quimio y me iba a andar cuatro o cinco horas, para no estar allí encima todo el día, porque te vienes abajo, se te puede caer una lágrima y es peor. Me iba, volvía, le llamaba... Y para adelante. Y cuando lo veía salir, con las tripas ardiendo, pensaba que teníamos que salir de ésta», apunta el progenitor.

«Cuando me dijeron que todo estaba solucionado me puse a llorar. Me puse loco. No había llorado en los seis meses pero ahí fue una gran liberación. Lo he llevado bien porque también he estado en casa. Siempre he estado muy positivo, me he rodeado de gente positiva y me he quitado también gente tóxica, que no ayudaba. Si yo estoy mal y en una actitud negativa, me los iba a cargar a mi padre y a mi novia, iban a sufrir mucho más», admite con dureza Javi.

Su padre, que destaca el trato recibido estos meses en el Vithas Xanit de Benalmádena, también se hizo fuerte ante la adversidad. «Esta enfermedad, o la tomas con fuerzas o te come. Es durísimo que te digan que tu hijo tiene cáncer. Pero tienes que superarte, no lo puedes dejar en la estacada. Lo mismo que iba a aplaudirlo en el fútbol lo he apoyado ahora. Yo le decía: Javi, un día menos, vamos a pensar en el final de la quimio. No había sitio para las lamentaciones, había que ganar la batalla. Y así ha sido gracias a Dios».

Hablar de futuro hace que «El Buitre» esboce la primera sonrisa de la entrevista. «Tengo cita para el urólogo, pero creo que en mes y medio empezaré a hacer ejercicio. Psicológicamente estoy a tope», apunta en sus miras más inmediatas, pero ya piensa en volver a jugar. «Yo haré lo que me diga el Europa. Si me dicen que me quede, yo me quedo. Ya puede llamar el Madrid que no me voy a ir. No puedo, tengo una deuda con ellos. Les debo la vida», dice.

Y es que la carrera de «El Buitre» sólo ha sufrido un pequeño impás. El habilidoso extremo dio sus primeros pasos en el Torre del Mar, pero pronto salió a la cantera del Málaga CF. «En el infantil de segundo año nos fuimos Popo y yo para el Málaga. Jugué con el Málaga B en Segunda B. Tengo muy buenos recuerdos de aquellos años, fueron bonitos, pero ese año de transición que yo tenía contrato, el Málaga entró en problemas concursales. Yo tenía una edad que necesitaba explotar», señala sobre su etapa blanquiazul, donde fue de la mano de su paisano Popo, que sí debutó con el primer equipo. «Me alegré mucho por él, porque lo que hizo es como si lo hubiese hecho yo. Prácticamente es como si fuera mi hermano». Del Málaga recaló en el Vélez. «Fue un gran año. Me liberé un poco cuando salí de la cantera». Se marchó al Almería B pero regresó al Vélez en otro gran final de curso. Luego recaló tres temporadas en el Toledo.

Tras su paso toledano volvió a la tierra, al Ronda, pero no cuajó y firmó por el Algeciras, con el que llegó a jugar en Copa del Rey contra la Real Sociedad. «Revolucioné el partido de Anoeta, fue increíble», admite. Triunfó con la AFE con un gran torneo FIFPro y emprendió su camino más internacional en una aventura inigualable en la India. «La India es la mejor experiencia de mi vida, una película increíble. Vivir con jugadores como Anelka y Ljungberg en tu equipo... Conocer a Del Piero, cenar con él, Robert Pirés, Trezeguet... Con Anelka hice muy buenas migas. Es peculiar. Jugábamos al parchís y veíamos películas hasta las tantas de la madrugada, pero se cuidaba mucho después. Me invitó a una de sus casas en Dubai tras la temporada y pasé tres días increíbles», afirma sobre su paso por el Mumbai City.

Luego coqueteó con el fútbol exótico en Indonesia, donde la Liga se suspendió; en Islandia y en Polonia, donde el clima y las condiciones no invitaban a quedarse. Hasta que firmó por el College Europa de Gibraltar, donde ha tenido la fortuna de encontrar un club y una familia, aunque eso aún él no lo sabía cuando firmó el pasado verano para disputar sólo la previa de la Liga Europa. «Firmé sólo para jugar dos semanas, la eliminatoria contra el SK Slovan Bratislava, pero lo hice tan bien que me ofrecieron quedarme un año allí. Y no lo dudé. Fue de las mejores decisiones que he tomado en mi vida», recalca.

Javi se despide con una recomendación para todos aquellos que aún están en plena batalla contra el cáncer. «Yo le diría a la gente que sea fuerte mentalmente. La batalla más importante es la de la cabeza. Tienen que rodearse de gente que le dé mucho cariño y mucha energía. Para mí eso ha sido fundamental, con mi familia y mis amigos, pero mi padre y mi mujer han sido lo más importante para mí», concluye Javi Fernández, que se dispone a jugar la segunda parte del partido de su vida.