Increíble la sensación de cruzar esa meta cuando llevas tanto esfuerzo realizado. Una -que ya tiene una edad, ha practicado varios deportes y competido mucho- empieza a entender ahora, con el running -sí, me gusta llamarlo así, qué le voy a hacer-, aquello que tanto nos repetían de pequeños y que nunca nos llegamos a creer: «Lo importante es participar». Y en este caso, añado, llegar, cruzar esa ansiada meta que se sitúa 21,097 kilómetros más allá de la salida, que se dice pronto.

Hace tiempo que quería correr la media maratón. Vi llegar a la meta de Carranque hace muchos años a mi hermano Carlos, primero, y a la del actual estadio de atletismo a mi hermano Paco después, que en la actualidad es un corredor experimentado y uno de los deportistas que más admiro. Sinceramente, pensaba que era demasiado para mí y que nunca podría hacerlo. Además, juego al pádel y compito habitualmente en este deporte, lo que, unido a que trabajo y a que, insisto, tengo una edad, me deja poco tiempo y poco margen en general para prepararme para algo tan exigido como una media maratón.

Empecé poco a poco, con unos kilómetros en el paseo marítimo, probando con carreras populares de 7, 8 y 10 kilómetros. Hasta que el pasado 31 de diciembre decidí que éste era el año y me inscribí en la media. Busqué en internet y en diferentes apps planes de entrenamiento pero todos eran incompatibles con mi ritmo de vida, sobre todo con el pádel que en ningún momento he llegado a dejar del todo. Así que diseñé mi propio plan, me armé de valor y me puse a entrenar, yo sola, durante más de tres meses.

La carrera fue dura pero muy, muy gratificante. Me quedo con muchos momentos. Todos aquellos en los que piensas que estás cansada pero sigues corriendo porque la carrera te lleva sola, porque sigues a la gente, porque sabes que pronto llegarás al Muelle Heredia, a la Farola, a la Catedral? Me quedo con cuando a los 6 kilómetros de carrera oí que alguien gritaba mi nombre y vi a mi excompañera Pepa Villalobos animándome, que ahí estaba otra vez a la vuelta, cerca de la línea de meta. Y cuando en la calle Carretería me esperaba mi compañero Fernando Baudet y me dijo que iba muy bien, que acababa de pasar la liebre que marcaba la hora con cincuenta minutos. Me quedo con esa orquesta en pleno paseo marítimo interpretando la banda sonora de Rocky y haciéndome sonreír, y con todos esos desconocidos que durante toda la carrera te miraban, te aplaudían y te decían «ánimo, que ya queda poco», aunque aún quedara lo más grande.

Pero me quedo sobre todo con esa marea de gente corriendo, la mayoría, como yo, compitiendo solo contra sí mismos, con el único objetivo de llegar a la meta. Hice la carrera en 1 hora, 52 minutos y 29 segundos según el tiempo real y en 1 hora, 54 minutos y 14 segundos según el tiempo oficial. La hice. Para mí es lo único importante. Con el premio añadido de que en la meta me esperaban Raquel, Raúl, Natalia y Pablo. El esfuerzo valió la pena.