La discutida decisión del Real Madrid de elegir el pasado verano a Rafa Benítez acabó en fracaso. A mitad de temporada y con el equipo a cuatro puntos del entonces líder, el Atlético de Madrid, y a dos del Barcelona, Florentino Pérez despidió al técnico español el 4 de enero pasado. La dirección del club había perdido la confianza en el entrenador por los malos resultados de un equipo que tampoco consiguió seducir a la afición del Bernabéu.

El relevo escogido por Pérez para sustituir a Benítez fue Zinedine Zidane, el entrenador que ya está en la historia del Madrid por haber guiado al equipo hasta su undécima Copa de Europa. La posibilidad de su incorporación se había rumoreado días atrás en el Bernabéu, pero no dejó de resultar sorprendente. El francés había sido el segundo técnico de Carlo Ancelotti en el primer equipo, pero contaba con una experiencia de apenas un año y medio en el dirección de una plantilla, la del Castilla, en Segunda División B.

Su estreno en la Liga no pudo ser más placentero: un 5-0 ante el Deportivo en el Santiago Bernabéu. Zidane, uno de los mejores jugadores de la historia y figura clave de la iconografía madridista, rebosaba ilusión al asumir su nueva responsabilidad, una actitud con la que trataba de vencer las reticencias que también despertaba.

Con él en el banquillo, el equipo experimentó un cambio de actitud. El grupo abandonó el agarrotamiento que evidenció bajo la tutela de Benítez, aunque no consiguió corregir sus puntos débiles: la irregularidad y la solidez como bloque. Los resultados tampoco llegaban y el Barcelona sacó partido de los tropiezos de los blancos hasta colocarse 13 puntos por encima. Sin embargo, el equipo afinó en la recta final de la temporada, sumando doce victorias consecutivas. La reacción blanca colocó al equipo a sólo un punto del Barça, que acabó ganando la Liga en un sufrido sofocón final.

Pese al buen final de campeonato, el francés quiso reconocer antes de la final que le quedaba "muchísimo por aprender para ser un entrenador importante", a la vez que ensalzaba a su rival en la final, Diego Pablo Simeone.

Sin embargo, desde la humildad y la sencillez, Zidane ha llevado al Madrid de nuevo hasta lo más alto del fútbol europeo, para sorpresa, probablemente, de los excompañeros o colegas que, desde su nombramiento, expresaron de diferentes maneras sus dudas sobre la capacidad del francés para liderar un banquillo como el del Madrid. Los jugadores, en cambio, sintieron su llegada como una liberación respecto los planteamientos de Benítez. Ellos, que le conocían desde su etapa con Ancelotti, no han ocultado en público que se sienten a gusto a sus órdenes. Ni tampoco su admiración por él, indisociable de su historia como futbolista.

El efecto Zidane, basado en un trato más cercano con la plantilla y una mayor flexibilidad táctica, en la línea de Ancelotti, ha funcionado. Pero el francés también ha dejado su propia impronta, como la que tiene que ver con la gestión de la plantilla y el reparto de minutos. Más allá de eso, las victorias en el Camp Nou o en la final de la Champions, por ejemplo, evidencian su buen tino para manejar diferentes situaciones y rivales, y le aseguran, con toda probabilidad, una continuidad en la que pocos confiaban.