El Campeonato del Mundo de Motociclismo hace tiempo que dejó de ser deporte y se ha transformado en negocio puro y duro. El negocio es el negocio y lo que hoy se conoce como MotoGP por cuestiones de marketing se ha convertido en un universo de dinero donde todo está dominado por la cuenta de resultados de la empresa organizadora y a renglón seguido por la comunicación, los asesores, promotores, mediadores, agentes, jefes de prensa, etc. Eso sí, todos afines al poder establecido y dispuestos a cumplir a pies juntillas las ordenes que vienen de arriba. Con tanta declaración el deporte ni se ve. La ronda de pilotos haciendo declaraciones es una de las imágenes más penosas y reiterativas del momento actual de las carreras.

A los pilotos les han eclipsado su personalidad y a la hora de hablar con los medios han de ser políticamente correctos y ajustarse al estricto guión marcado por los respectivos gabinetes de prensa. Es una práctica que por desgracia se ha convertido en habitual.

Esta situación provoca que las grandes multinacionales rehúsen patrocinar una especialidad deportiva que tanta audiencia tiene a nivel mundial y prefieran invertir en Fórmula 1 o en otros deportes. Cuando un nuevo patrocinador se interesa por entrar en el circo Dorna «recomienda» a equipos y pilotos de su cuerda. Y claro, esto provoca que haya pilotos que son eternos pese a su falta de resultados y estrellas del «show business» que nunca han ganado nada. MotoGP se ha convertido en un chiringuito de fin de semana en el que todo tiene un precio.

No se trata de creer en conspiraciones ni en tramas ocultas, pero sí que está demostrado que algunos pilotos y equipos gozan de un trato más considerado. El nepotismo imperante en el «paddock» crea tensiones constantes, provoca grandes enfrentamientos, genera comportamientos barriobajeros y eleva la temperatura de la polémica hasta cotas insospechadas.

Esta es la cruda realidad. La reflexión ha cedido paso a la intimidación y se están traspasando con frecuencia algunos límites peligrosos. Sin embargo, la magia de las carreras sigue ahí y pese a que son muchos más los que acuden al circuito a ver a fulanito o a menganito que los que van a disfrutar con la emoción que siempre ofrece la competición motociclista, el auténtico aficionado sigue vibrando con su deporte.