La carretera Málaga-Almería esconde millones de historias humanas. El peor episodio de todos se vivió hace 80 años, en plena Guerra Civil, con motivo de «La Desbandá» y los bombardeos que acabaron con la vida de entre 3.000 y 5.000 personas. Ayer, al filo de las nueve de la noche, seis ultrafondistas malagueños, especialistas en las más duras carreras de montaña, alcanzaban las puertas del Ayuntamiento de Málaga después de haber recorrido más de 200 kilómetros desde las seis de la mañana del sábado.

En sus rostros se podía palpar el cansancio extremo, pero nada más abrazar a sus familiares ya empezaban a hablar de lo que será el «homenaje a las víctimas» del año próximo: «Llevamos nueve años haciendo esto, así que serán diez y habrá que pensar en algo especial», relataba uno de ellos. Ya fue singular aquel año en el que hicieron de forma seguida, también sin etapas, tanto el recorrido de ida como el de vuelta.

Entre los intrépidos atletas, uno de los rostros es más que conocido. Se trataba del hijo de «Súper Paco» Contreras, el veterano corredor de Cártama que se ha convertido en ejemplo de superación para deportistas de toda España. De hecho, durante el pasado año recibió una enorme cantidad de reconocimientos públicos. A tan singular heredero de esta pasión por las carreras de fondo le ha acompañado en esta edición otro profesor como él: el residente británico Mark Woolley, establecido desde hace años en Alhaurín de la Torre.

De entre los otros cuatro aventureros se encuentran dos corredores que acumulan tres experiencias en este homenaje que ya suma casi una década de existencia: el pintor también residente en Alhaurín de la torre Francisco Berbén y el farmaceútico Javier Hernández, que vive actualmente en la localidad gaditana de Algeciras. La lista la completan Juan Fernández, que trabaja en la empresa pública de aguas de Torremolinos, y el chapista Pedro Jesús Domínguez, natural de San Pedro Alcántara.

Todos recordaban como el peor trago de esta larga travesía el «intevalo lluvioso» entre Almuñécar y Nerja, de madrugada. «Al cruzar la provincia ya empezó a abrirse el día y decidimos parar para desayunar». El domingo, no obstante, mantuvo el persistente azote del viento, que rebajó la media considerablemente. De la hipotética llegada a las seis de la tarde se pasó a las nueve. Tres horas más para un durísimo reto que también les deparó momentos muy emotivos: «En Torre del Mar nos detuvimos en el monumento a las víctimas. Fue algo increíble», expersaba Javier Hernández.