El piloto Albert Llovera, que acaba de completar su segundo Dakar, en camiones.Albert Llovera habla alto y claro. Tenaz en la vida, ambicioso en lo deportivo, el andorrano acaba de finalizar a los mandos de un camión de 900 CV de potencia y 9.000 kilos una nueva edición del Rally Dakar. Su discapacidad no le ha impedido competir al máximo nivel. Lo lleva haciendo desde mucho tiempo atrás. Pero quiere más. Participar no es la única prioridad.

¿Genera adicción el Dakar?

Sí. Es adictivo. Lo que sucede es que esta adicción en mi caso no se vuelve dependiente. Yo soy mucho más explosivo que conservador. Me va más el rollo del rally cross que no los raids. Me gusta hacer el cabra y eso es algo que no puedes hacer 800 kilómetros al día. Y a veces te pegan un toque en la cabina y te dicen «Albert, tienes que ir algo más tranquilo». En el Dakar lo tienes que hacer, hay que cuidar mucho la mecánica, te tienes que cuidar tú para resistir todos esos días y los pequeños golpes diarios que das al camión van sumando. Son detalles que debes vigilar.

Pero usted ya va acumulando experiencias que le permiten controlar el ritmo que le pide esta carrera.

Este año he leído muy bien el asunto del motor y del cambio. Eso se ha notado porque hemos ido rápidos y me enorgullece que en las etapas más complicadas es en las que lo hemos hecho mejor. Entramos en el top 20 en algunas de estas etapas y con 17 camiones oficiales en carrera eso es realmente complicado.

Para usted ha terminado el tiempo en que lo importante era acabar.

Es lo que más me llena y motiva. En el briefing de cada noche salía un poco el tema. La gente me decía: «Albert, piensas demasiado en cada etapa y aquí lo importante es llegar al final. Tú te preocupas demasiado por la posición». Y yo les digo que eso es realmente lo que me llena, que como deportista busco eso, hacerlo lo mejor posible, estar arriba. A mí ya no me llega solo con competir, quiero ganar a esos tíos.

¿Y ha notado un cambio en la forma en que le miran, que ya es un rival potencial?

Sí lo he notado. Lo he visto en el equipo. Había días que estaban muy contentos porque llegaban al final del día pilotos importantes a decirles «ojo que al tío éste casi no era capaz de seguirle». Ya es bueno que alguien con discapacidad logre estas cosas, pero si ya empiezas a incordiarlos... es lo que más feliz me hace. Es que de lo contrario correría siempre en España. Pero lo que he intentado es que me pasen lista los mejores y por eso he estado en el Mundial de rallys o en el Dakar. Ya no soy solo el tío en silla de ruedas que viene a correr.

En su primera participación en la prueba tuvo serios problemas con los espasmos. ¿Cómo fue la experiencia este año

Bastante peor. Yo me rompí interiormente, me consumía en los cinco días en Bolivia. Tengo la lesión en la dorsal 3, que es a la altura del pecho. De ahí para abajo carezco de movilidad y sensibilidad. No tengo abdominales, sino un cierto equilibrio. Me producían espasmos a nivel abdominal, en las piernas, en los glúteos. No eran diez minutos, sino que duraban ocho o diez horas al día. Es como hacer una maratón porque cuando me pasa eso me pongo a 140 pulsaciones.

Como si estuviese haciendo trabajo aeróbico todo el día.

Claro. Eso se tradujo en una anemia. No comía nada, vivía solo de la proteína. Una situación muy incómoda. Y al bajar a Argentina los dos días siguientes estábamos a más de 50 grados dentro de la cabina. Tuve que pararme un día más de media hora porque veía puntos. Llegué a meta y me mandaron al vivac donde me metieron suero. Me levanté al día siguiente e hice el 19 en la etapa.

¿Cómo se recupera uno?

Pues como puedes. La mentalidad tiene que ser fuerte. Eso lo traduces en el camión, no te das cuenta. Cuando paras es cuando te viene el cansancio encima.

¿Y fue capaz de superar sus problemas con las apneas de sueño?

Bueno, me ayuda el CPAP que llevo para poder dormir. Me lo ponía y al menos, descansaba y me ayudaba a recuperar.

¿Cuánto duerme al día de media en el Dakar?

Durante los primeros días unas cinco horas y los últimos pues apenas llegaba a las tres horas. Terminaba la etapa y tenías que hacer los 300 kilómetros que a lo mejor había hasta el vivac. Y sin pasar de 90 por hora. Llegas tarde y cansado.

¿En carrera hasta qué velocidad llega?

Está limitada a 140 y en una etapa llego a ponerme 20 veces a esa velocidad. Menos mal que nos han limitado porque es muy peligroso. Es un camión de carreras con 900 CV y 9.000 kilos. No es un camión de reparto (risas).

¿Le ha enganchado el camión?

Sí porque veo que cada vez voy más rápido. He aprendido mucho. Hace un año llegué al Dakar con 0 kilómetros de entrenamiento. Ahora ya hemos hecho pruebas en diferentes lugares y eso te da seguridad. Aprovechas detalles como tu mejoría con el cambio. Son 12 marchas que si sabes utilizar bien puedes sacarle mucho provecho.

El Dakar además es cruel porque la trampa, por muy bien que lo esté haciendo, siempre parece que está esperando.

Es cierto. Hay gente que te dice cuando te quedan cuatro etapas que ya lo tienes hecho. Pues no. Aquí desde el primer kilómetro al novecientos de la etapa tienes que ir con mucho cuidado. Lo mejor de esta experiencia es haber ido bien en todos los terrenos y librar las situaciones comprometidas y delicadas.

¿Tiene la impresión de que le espera una vida larga en el Dakar?

Hay que mejorar la vida en el Dakar. A mí me consumían las etapas de Bolivia y luego mi vida después de bajarme del camión. Hacer mis necesidades, ducharme... tengo inventos para hacerlo pero son complejos e implican mucho tiempo. Es que terminamos a eso de las doce, vas al lavabo, te duchas, te curas si tienes alguna herida en el culito, luego cenas y después vas al fisio. Me voy a dormir a las dos y media de la mañana. Duermo en una tienda de campaña que no te permite descansar mucho... hay cosas que mejorar.

Suele repetir que usted «no es un Superman», pero estará acostumbrado a que la gente le vea de un modo especial.

La lectura de la gente es muy buena. No solo por el hecho de hacer las cosas que hago estando en una silla de ruedas. Soy muy próximo a la gente y me gusta estar con todo el mundo. A veces los de mi equipo me piden que me vaya a dormir, pero es que me gusta que a mí también me atendiesen en el caso contrario. Creo que es una forma de ayudar a la gente a valorar las cosas y a entender que a veces le damos importancia a detalles que realmente no la tienen. Estoy encantado con eso, con la reacción que veo a mi alrededor.

Supongo que resultará gratificante que alguien le diga que su ejemplo ha sido de gran ayuda.

Me llena mucho. Tengo amigos con muchos seguidores en redes que me cuentan que en los mensajes que les envían no les dicen ni la mitad de cosas que me cuentan a mí. También me lo aseguran quienes llevan mi Facebook y el de otros deportistas de nivel. La gran mayoría me explican cosas, me cuentan, me agradecen... te sientes bien.

¿Usted tuvo también esa ayuda cuando sufrió el accidente de esquí?

Mi problema fue que yo no tuve a quien preguntarle ciertas cosas. Me tuve que espabilar como fuera. Ya no te digo solo en conducción porque no había casi nadie que lo hiciese sino en cosas como ponerte los pantalones o sentarte mejor en la silla. Tuve que aprender. En Inglaterra, meses después del accidente, había gente que me grababa y me decía que les impresionaba cómo hacía ciertas cosas con una lesión tan alta. Les parecía increíble con una dorsal 3 moverse así y guardaban la grabación para el resto de pacientes. Es que yo soy un discapacitado de lujo porque tengo los brazos, las manos, los dedos, las orejas, los ojos y la cabeza me funciona bien. Me paso 200 días fuera de casa cada año haciendo cosas y viviendo de lo que realmente me gusta.