Edurne Pasabán (Tolosa, Guipúzcoa, 1 de agosto de 1973) es una leyenda del montañismo. Con solo 16 años alcanzó la cima del Mont Blanc (4.810 metros) y a partir de ese momento comenzó una comenzó una exitosa carrera que coronó al culminar la ascensión a los 14 ochomiles. Era la primera mujer en el mundo que logró ese reto. La alpinista vasca ahora imparte conferencias a grandes directivos, empresas, profesionales de montaña y aficionados al deporte. En esta entrevista habla de la montaña, su pasión, de sus logros y de la vida.

Ahora se dedica a dar conferencias a directivos de grandes empresas en las que transmite sus experiencias.

La gente puede pensar que no hay mucha relación entre el mundo empresarial y el día a día de una persona con haber subido 14 ochomiles, pero sí que la hay. Intento hablar de cosas que me motivaron y me llevaron a tener éxito en mi carrera.

¿Cuáles son sus claves para el éxito?

Ante todo pasión por lo que haces. Además, hay que tener ambición, un afán de superación grande para hacer las cosas cada vez mejor, tener hambre por alcanzar el éxito y contar con un buen equipo.

La primera mujer que ha logrado alcanzar la cima de 14 ocho miles, casi nada...

La verdad es que nunca pensé que sería la primera en hacerlo. Yo empecé a escalar por pasión, mi afición se convirtió en profesión y fui sumando montañas de ocho mil metros hasta que hubo un momento en el que sí me lo planteé como un reto de vida. Lograrlo era un reto y ser la primera mujer en conseguirlo más aún.

Un esfuerzo descomunal, un riesgo evidente, ¿lo ha llegado a disfrutar?

Sí, es muy duro pero al final compensa y lo disfrutas pese a los momentos difíciles, por las personas que he perdido por el camino. Pero los humanos tenemos la capacidad de olvidarnos de lo malo y quedarnos con lo bueno. Y lo volvería hacer, claro.

Habla de las personas que ha perdido en este duro camino. ¿La muerte es un tema tabú en el montañismo?

Es una cosa que está presente, pero es un tema del que hablamos poco entre los montañeros. Somos conscientes del peligro que corremos pero no sale mucho en las conversaciones.

Usted la ha visto de cerca.

Muy cerca, tanto que crees que puedes perder la vida. Los humanos pensamos que las cosas les pasan a los demás y no a nosotros, pero yo he visto la cara de la muerte. Y me preguntan que porqué volvemos. Lo hacemos porque la montaña nos apasiona y porque sin ella no podría vivir.

¿Cuál ha sido el momento más dramático?

Uf, muchos. Lo peor es perder a un amigo. En estos años he visto morir a 14 amigos, con los que sales a escalar. Uno de los accidentes no fue ni en el Himalaya, fue en el Pirineo. Una salida para entrenar, éramos cinco y solo pudimos volver dos.

La presión por superar los retos logrados, la expectación mediática, los patrocinadores, ¿aumentan el peligro?

Eso es según cómo lo coja cada uno. Yo nunca he tenido presión de los patrocinadores o de los medios, pero eso debe ser por mi carácter. Si me presionan me siento incómoda, aunque puede ser que tantos patrocinadores, como los propios medios de comunicación, ejerzan esa presión.

¿Es una locura que a sus 77 años Carlos Soria alcance la cima del Annapurna de 8.000 metros?

No, es un apasionado de la montaña y un gran alpinista. A alguien le puede parecer que a esa edad no tienes nada mejor que hacer que escalar montañas. No hay edades para ir al Himalaya, no es una locura lo de Carlos Soria. Hasta me da envidia. Ya me gustaría a mí si llego a esa edad tener no solo la capacidad física sino también tener bien la cabeza.

Usted ha dicho que el mejor alpinista es el que se da la vuelta si las cosas se ponen feas.

Así es, pero a veces es muy difícil hacerlo cuando has organizado una expedición y hay patrocinadores y medios de comunicación detrás. El saber darte la vuelta cuando a 200 metros de la cima la situación empeora es muy inteligente, porque tendrás otra oportunidad, la montaña estará ahí. Ya volverás. Hay que escuchar al instinto.

¿Le da rabia que la repercusión mediática de subir 14 ocho miles jugándose la vida sea inferior a ganar Roland Garros?

El montañismo es un deporte minoritario y cuando ha salido en prensa ha sido por accidentes mortales. Me ha puesto un buen ejemplo porque Nadal es un gran deportista, eso nadie lo duda, y comprendo el impacto mediático de ganar un torneo como Roland Garros. Pero hay alpinistas muy buenos, que se juegan la vida y son totalmente anónimos. Y no podrán vivir del montañismo.

¿Subirá el Everest sin oxígeno?

Es uno de mis retos, sí. ¿Cuándo? No lo sé, pero algún día volveré, seguro.

Hace dos meses fue madre por primera vez a los 43 años. ¿Se replantea volver a la montaña?

Seguro, tendré que esperar un año aunque no me veo subiendo montañas de 8.000 metros. Nunca se puede decir nunca digas jamás, de hecho hay alguna oferta, aunque hay que esperar.

¿La maternidad no le hace replantearse estas cosas?

Sí, veo un niño muy pequeño y cuando llegue el momento de subir una montaña seguramente me lo pensaré mucho más. Quizás por eso he sido madre a los 43 años. De haber tenido a mi hijo antes tengo bastante claro que no habría subido 14 ochomiles.

¿A qué ha tenido que renunciar por la montaña?

Como mujer a una maternidad más temprana, no a los 43 años. La sociedad no está preparada para aceptar que una mujer de 30 años tenga un hijo y se lo deje para escalar montañas de 8.000 metros. Recuerdo que a finales de los 80 del siglo pasado una montañera navarra y su marido dejaron a sus dos hijas con sus abuelos para subir un ocho mil. La conversación de los que los conocían era que ella era una mala madre por irse, mientras que nadie decía nada de él.

Eso alimenta su idea de que el montañismo es un mundo machista...

Es muy de hombres y por estas cosas que le cuento podría decir que es machista, aunque yo nunca me he sentido marginada ni he sentido el machismo.

Cuando se llega a la cima de un ochomil, ¿qué hace, llora, salta de alegría...?

Cuando subí mi primer ocho mil, en el pico del Everest, llegué a pensar que iba a llorar, o bien a abrazarme a mis compañeros. Pero no ocurrió nada de eso. Apenas fue plantar las banderitas del patrocinador, sacar la foto y bajar rápido. Lo emocionante son los últimos metros, cuando ves que vas a conseguir el reto.

«¿Sexo en la montaña? Cuando te aclimatas a la altura todo es posible...»

Y esa leyenda de que es habitual practicar sexo en la montaña.

(Ríe). Hay mucho mito sobre ese tema y mucho fantasma por ahí.

No me contesta.

(Ríe). Bueno, uno cuando se aclimata a la altura puede conseguir muchas cosas.

Usted pensó en el suicidio dos veces cuando aparentemente lo tenía todo...

A veces la gente idealiza muchos a las personas que, como yo, están expuestas al público y pensamos que son de una manera diferente a la realidad. La depresión es una enfermedad tabú, muy poca gente confiesa que la sufre aunque conocemos a muchas personas que hasta han intentado suicidarse. En mi caso la tuve en 2006, tenía algo más de 30 años y no me dedicaba profesionalmente a escalar pese a que ya había subido varios ochomiles. Había dejado muchas cosas atrás, un trabajo, muchas parejas... Tuve una depresión muy grande y dos intentos de suicidio pese a que había escalado ocho mil metros.

Un consejo para el que empieza a escalar.

Prudencia y respeto a la montaña. Hay gente que cree que simplemente puede ir a una tienda, comprar material y subir una montaña, pero estamos en un medio que no controlamos, ni aquí ni en el Himalaya. Mi consejo para el que empiece a escalar es que tenga la humildad y el valor de aprender de los que más saben, eso es muy importante y evita males mayores.